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Cien años de la magia de Roald Dahl

JORGE MORLA
Hay escritores que dedican toda su vida a cristalizar su universo en una única obra inmortal. También hay escritores que dan con la tecla y consiguen aupar dos o tres de sus libros a la categoría de imprescindibles. Pero son pocos, muy pocos, los que pueden enorgullecerse de tener casi todos sus títulos dentro de un canon. Roald Dahl, de cuyo nacimiento en Cardiff se cumple un siglo este año, es uno de esos escogidos. Es difícil nombrar uno de sus libros sin tener ya formada en la cabeza una idea sobre su trama y, claro, sus protagonistas: James (el del melocotón gigante), Charlie (el de la fábrica de chocolate), Jorge (el de la medicina mágica) o Matilda (la de Matilda) comparten juventud, espíritu rebelde e inteligencia. También, el mismo padre.
“Dahl es extraordinariamente cercano porque asume una posición próxima al niño y crítica con el adulto. Es transgresor, cuestiona la autoridad, pero es un cuestionamiento placentero, sarcástico”, explica Gonzalo Puerta, especialista en literatura infantil. “Hay humor y hay crítica en su obra, pero no hay en ella una incomodidad con respecto al mundo que critica, como en, por ejemplo, Pippi Långstrump”.

Poeta, cuentista y también escritor de novelas para adultos, el centro de su producción literaria lo ocupan sin embargo esos niños irrepetibles y rodeados de magia que convirtió en protagonistas de sus obras y, por extensión, en sus más fieles lectores. Porque todos nos sentimos especiales al leer sus libros, o porque supo canalizar nuestras dudas y asombros de entonces en sus personajes, los libros de Roald Dahl son una invitación a la independencia y a la crítica, y una lectura imprescindible para los más jóvenes. El universo de Dahl –que ahora repasa la exposición The Wondercrump World of Roald Dahl en el Southbank Centre de Londres– lo conforman personajes indómitos, inteligentes, curiosos y rebeldes para los que su corta edad nunca es un freno.
“Sin duda, una de las claves de su literatura son sus protagonistas”, explica Puerta. “Personajes extraordinarios, que desnudan las contradicciones del mundo de los adultos”. Creaciones en las que palpita el nervio de un escritor que de joven prefería el boxeo a los estudios y que, a los 18 años, en lugar de ir a la universidad como quería su difunta madre, se hizo explorador. Un joven que a los 23 años se terminaría alistando en la Royal Air Force inglesa para combatir en la Segunda Guerra Mundial. Un joven que, tras ocho semanas de ceguera después de sufrir un accidente de avión, se enamoraría de lo primero que vio al recuperar la vista: su enfermera.
“Sintetiza elementos clásicos, como puede ser la figura del huérfano, pero los dota de una nueva significación”, reflexiona Puerta. “Pero Dahl renueva el concepto de aventura, que ya no tiene que suceder en una isla lejana. Ahora puede ser en un entorno cotidiano. También, hay que resaltarlo, tuvo y tiene una industria detrás que ha sabido sacar el máximo partido a sus libros, asociados siempre también a las ilustraciones de Quentin Blake”.



“La obra de Dahl y la de Blake forman un matrimonio perfecto”, cuenta Iban Barrenetxea, que ha ilustrado La cata, un libro para público adulto editado por Nórdica –que pronto publicará otro título de Dahl, El librero–. “Me impondría mucho respeto ilustrar sus obras infantiles. Interpretar Alicia en el país de las maravillas o Blancanieves es distinto, pero la obra de Dahl está tan vinculada a la de Blake que impone un enorme respeto. Aunque como escritor no tengo dudas, pocas recomendaciones tengo tan claras como su nombre cuando se habla de literatura infantil y juvenil”.
Desde que en 1943 publicara su primera obra para un público infantil, Los Gremlins (que, como muchas de sus criaturas, sufrirían un trasvase al mundo cinematográfico), Dahl se embarcaría en una producción continua y de gran calidad: James y el melocotón gigante (1961), Charlie y la fábrica de chocolate (1964), El Superzorro (1970), Charlie y el gran ascensor de cristal (1973), Danny el campeón del mundo (1975), El enorme cocodrilo (1978), Los Cretinos (1980), La maravillosa medicina de Jorge (1981), El gran gigante bonachón (1982), Las Brujas (1983) o Matilda (1988) son algunas de sus obras clave.
Alejados del imperfecto mundo de los adultos, los más jóvenes encontrarán en los libros del galés el billete dorado que les abrirá las puertas de la fábrica de historias eternas de Roald Dahl.
elpaissemanal@elpais.es
EL PAÍS, 26/03/2016

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