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¿Qué es la "fatiga social ante la pandemia” y qué supone?

MARTA DE ANDRÉS

Del pánico extremo al tedio y la fatiga. Pese a que una sociedad es mucho más que la suma de quienes la componen, en los comportamientos individuales podemos encontrar similitud. La fatiga nos resulta familiar, la sentimos a diario mezclada con miedo, desconfianza, escepticismo, aceptación, desmotivación, y largo etcétera de emociones “encontradas”.

Una situación de crisis mundial como la generada por la pandemia del Covid-19 es el caldo de cultivo perfecto para que las sociedades oscilen entre estos comportamientos extremos. Tanto el pánico inicial como el cansancio actual son dos caras de la misma moneda: el egoísmo. Hablamos de fatiga de una sociedad para referirnos a un estado de pasotismo, de tedio, en el que, después de haber seguido instrucciones y ‘obedecido’ las normas para tratar de salir de una determinada situación, no se ve claramente una luz al final del túnel; esto es: una vuelta a una normalidad y a unas prácticas que nos permitían ganarnos la vida o disfrutar de ella. Es en ese momento en el que vuelve a imperar el egoísmo (el mismo que moviliza también el otro extremo, el pánico) y el pensar solo en uno mismo y su entorno cercano frente al cuidado colectivo, explica Natalia Cantó- Milá, socióloga de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).

Lo que si podemos decir que esa fatiga social es normal, un fenómeno frecuente. “De oscilar entre los extremos se suele pasar a un punto medio más coherente, aceptado e interiorizado”, señala Cantó- Milá. “Hemos pasado de la locura de correr al supermercado para llevarnos el último paquete de papel higiénico a ‘saltarmos’ las medidas de distancia social desprotegiéndonos a nosotros mismos y a los demás”.

Alerta de la OMS

De este último comportamiento social es del que la OMS ha querido advertir a los países europeos. “La fatiga por las restricciones amenaza los valiosos triunfos que hemos obtenido contra el virus. La desconfianza de las autoridades, las teorías de la conspiración y alimentar movimientos contrarios al distanciamiento social y físico ponen en peligro a nuestras sociedades en un momento clave", ha señalado el director regional del organismo para Europa, Hans Kluge.

La alerta ha surgido del levantamiento paulatino de las restricciones que se está iniciando en 39 países de la región europea. "No es momento para la complacencia ni para celebrar ningún triunfo”, ha declarado Katrine Habersaat, técnica especializada en comportamiento social del organismo internacional.

“Los demás”, un plural complicado

Entre “yo y los míos” y “los demás” a veces hay mucha más distancia de la recomendada. "Por este motivo- destaca Cantó-Milà- hablar de distancia social es poco menos que una locura en estos momentos. Necesitamos distancia física para no contagiarnos y muy poca distancia social para recordar que solo somos con los demás.”

Una de las claves para entender qué nos lleva a relajar de algún modo la vigilancia y que se produzcan actos de rebeldía es que, en España y otros países mediterráneos ni como sociedad ni a nivel individual hemos interiorizado conceptos como la co- responsabilidad con los que no son mi familia y mi entorno. “De este modo, si los gobiernos o los organismos supra- gubernamentales quieren conseguir que se cumplan las normas, necesitan apelan al riesgo que incumplirlas puede tener en ‘tus padres’, ‘tus abuelos’, ‘tus hijos’... en definitiva, ‘los tuyos’” explica Cantó- Milá. “Pero hay que verlo en positivo- matiza- es una oportunidad única para que tomemos conciencia de que tenemos que pensar más allá de nosotros y de nuestros seres queridos, porque nuestros destinos están vinculados como sociedad”.

España y su pasado

Sin embargo, ese individualismo no es algo intrínseco a la sociedad española, no está en nuestro ADN, sino que es “algo más experiencial que cultural”. En España, históricamente, no hemos tenido muchas oportunidades de probar democrática y colaborativamente si sabemos funcionar como sociedad ante dificultades importantes, ya que hemos vivido demasiado tiempo bajos regímenes autoritarios (dictadura, monarquías largas). Aún nos quedan años de democracia para demostrar que podemos hacer las cosas bien sin la imposición unilateral del Estado", argumenta.

Por otro lado, la socióloga apunta que “hay que dejar atrás la filosofía del ‘mira por ti’, que se nos enseña desde que somos pequeños, y trabajar en que cada individuo comprenda que solo podemos ‘ser’ en relación con los demás". "Estamos intrínsecamente vinculados unos con otros, todo lo que hacemos tiene un fondo relacional, basado en los cuidados. Es la sociedad la que crea las oportunidades para que nos desarrollemos como personas, pero para ello hay que asumir una responsabilidad sobre ella, y cuidarla”, concluye la socióloga.

LA RAZÓN, Sábado 16 de mayo de 2020

Imagen: La Razón

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