Qué sabemos hoy en día del coronavirus, qué han descartado ya los expertos... y qué incógnitas quedan
ÁFRICA ALBALÁ
Hace apenas nueve meses tan solo los
expertos sabían lo que era un coronavirus, ahora prácticamente nadie es
ajeno a este concepto. Desde que el SARS-CoV-2 -causante
de la COVID-19- fue
identificado por primera vez el pasado diciembre en China, los
investigadores han emprendido una carrera contra el tiempo para desentrañar
todos los misterios de este agente infeccioso.
En este tiempo, los científicos se han
afanado no solo en desarrollar una vacuna o crear un tratamiento efectivo
contra la enfermedad, sino también en comprender mejor el virus. Vías
de transmisión, inmunidad, origen, incidencia en los diferentes colectivos... El
aprendizaje ha sido constante y ha permitido atesorar algunas certezas y
descartar otras teorías, mientras todavía quedan muchas incógnitas.
Transmisión a través de las superficies
Aunque desde el primer momento se contempló que la principal vía de transmisión del coronavirus eran las gotas respiratorias que expulsa una persona infectada al toser o estornudar, al inicio de la pandemia las autoridades sanitarias hicieron gran hincapié en el peligro de contagiarse al tocar superficies contaminadas y llevarse después la mano a la cara. Incluso se elaboraron estudios sobre cuánto sobrevivía el virus en cada tipo de material. Ahora, parece que ese discurso se ha atenuado. ¿Por qué?
"No parece que sea una vía principal,
que el virus no permanece tanto tiempo en superficies como se ha demostrado en
el laboratorio. No obstante, sí es una vía opcional de contagio,
sobre todo en los sitios cerrados, con una temperatura más o menos constante",
explica a 20minutos el director del centro de
neurovirología de la Universidad Autónoma de Madrid, José Antonio López
Guerrero. "Al aire libre, con las altas temperaturas, la posibilidad de
que gotículas permanezcan con virus viable en la calle es muy pequeña. Con la
luz ultravioleta, el calor, esas gotículas se evaporan. No es una vía en el
exterior", añade.
Propagación a través de aerosoles
Al inicio de la pandemia, la Organización
Mundial de la Salud (OMS) descartó que el virus se
contagiase a través de aerosoles, partículas extremadamente pequeñas, de
menos de 5 micrómetros de diámetro, que suelen resultar de la evaporación de
gotas más grandes. Sin embargo, el pasado 7 de julio la institución señaló que
existía la posibilidad de que el SARS-CoV-2 se transmitiese por esta
vía en determinadas condiciones.
"Cada vez hay más voces que hablan de
este tipo de transmisión, con lo que el SARS-CoV-2 podría ir más allá de los
dos o tres metros. En sitios cerrados podría ser una vía de transmisión.
Se han documentado algunos posibles casos de transmisión a larga distancia en
aerosoles, en autobuses, en un call center, en un matadero… Pero todavía no
está definido si esos virus que se dispersan son suficientes para garantizar
una infección, aunque todo depende, por supuesto, del tiempo de
exposición", matiza López Guerrero, que es también director de Cultura
Científica del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa.
¿Perjudica el calor al virus?
Una de las grandes esperanzas para lograr
la contención de la pandemia fue durante mucho tiempo la creencia de que el
calor reduciría la propagación del virus y disminuiría el número de
contagios, con lo que muchos apuntaron que una segunda ola se retrasaría hasta
el otoño. Sin embargo, no es eso lo que está ocurriendo en buena parte de
planeta, donde las altas temperaturas no han afectado al SARS-CoV-2.
"Lo que se comentó es que el calor y
la luz ultravioleta perjudicaban al virus, y eso se sigue cumpliendo.
¿Qué juega en contra? Casi 7.000.000 millones de personas, ahora unos pocos
menos, siguen siendo sensibles al virus, algunos viven hacinados y hay mucha
irresponsabilidad", comenta el virólogo. En este sentido, señala que en
España el paro juvenil, la economía sumergida, la falta de coordinación
entre administraciones, la sociabilidad o la convivencia intergeneracional en
los domicilios son factores, según López Guerrero, que han atenuado la
influencia del calor sobre el virus.
¿Y la inmunidad?
La respuesta inmunitaria ante la COVID-19
también ha centrado buena parte de las investigaciones, que han permitido
comprobar que el SARS-CoV-2 puede producir tanto inmunidad
humoral (anticuerpos) como celular (linfocitos) y que otros
coronavirus anteriores también protegen del nuevo. Estos resultados hacen
posible interpretar ciertos aspectos del comportamiento de este agente, como
los resultados de los test serológicos en España, que muestran un
"porcentaje de la población inmunizada falso, con una estimación muy
baja", según el inmunólogo y catedrático de la Universidad de Valladolid
Alfredo Corell.
En los últimos días la posibilidad de
una reinfección por coronavirus ha vuelto a centrar la
atención de la población y la comunidad científica, tras la detección de tres casos. Sin embargo, los expertos
consideran que se trata de casos muy infrecuentes, pues lo habitual es que el
sistema inmunitario de una persona que ya ha padecido la enfermedad pueda hacer
frente al virus sin desarrollar síntomas. "No obstante, riesgo cero no
existe", reconoce López Guerrero.
También la inmunidad de rebaño ha protagonizado los
estudios de los científicos y algunos estiman que podría estar más cerca de lo
que lo que se creía en un principio. Un modelo matemático de la Universidad de
Estocolmo y publicado en la revista Sciencela sitúa en el 43% y
no entre el 60 y el 70% que se dijo inicialmente.
¿Cómo afecta a los niños?
Otro de los grandes debates sobre el
SARS-CoV-2 ha girado en torno a los efectos que el virus provoca en los más
pequeños, que encaran ahora un nuevo desafío con la vuelta a las aulas. Desde
el inicio de la pandemia, pareció que los niños se infectaban menos y
padecían la enfermedad de forma más leve que los adultos, al tiempo
que se especuló sobre la posibilidad de que contagiasen más la COVID-19 que
otras franjas de edad. Todo estas particularidades han propiciado la
realización de estudios para corroborar o refutar esta percepción.
"Las investigaciones indican que los
niños y los adolescentes tienen las mismas probabilidades de infectarse que
cualquier otro grupo de edad y pueden propagar la enfermedad", apunta la
OMS, que reconoce que efectivamente las pruebas hasta la fecha sugieren
que estos colectivos tienen menos probabilidades de desarrollar un cuadro grave
de COVID-19. Un extremo, este último, en el que incide López Guerrero, que
también se pronuncia sobre la transmisión por parte de los menores: "No
es cierto que contagien más, que sean supercontagiadores".
Origen del coronavirus
Si bien en un primer momento se concedió
cierto espacio a la posibilidad de que el virus no hubiera surgido de forma
espontánea en la naturaleza, sino que hubiera sido creado
artificialmente, se trata actualmente de un debate zanjado que
solo pervive de forma residual en algunos foros "conspiranoicos" o
"en la mente de Donald Trump", explica López Guerrero. "No pudo
ser creado. Es depreciablemente probable que hubiera salido de ningún
laboratorio", afirma tajante.
En este sentido, detalla que el
coronavirus con el que trabajan los laboratorios de los que se habló como
posible origen presentan una diferencia filogenética de 50 años con el que
causa la COVID-19. "Si alguien hubiera querido hacer un coronavirus
maligno hubiera partido del SARS-1, que era mucho más efectivo y
más cercano a nosotros", recalca.
20 MINUTOS, Miércoles 26 de agosto de 2020
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