Al cumplirse un año desde que se inició la pandemia, podemos ya observar el impacto que está teniendo el aislamiento social en los adolescentes. El hecho es que es uno de los grupos de edad más afectados por los efectos de los confinamientos y las restricciones. Una época en la que las interacciones con los demás son muy importantes.
Esta
etapa vital es básica para el desarrollo de la personalidad. También para la consolidación de la identidad y de las relaciones sociales. En
los adultos, que ya hemos transitado por estos procesos madurativos (algunos
con más éxito que otros), está revolviendo otros aspectos de nuestra vida. Los
principales son la pareja, la amistad, los proyectos vitales o el trabajo. Pero
previsiblemente esto solo será un paréntesis en nuestras vidas.
Sin
embargo, los adolescentes son más maleables e influenciables y están, digamos,
en proceso de construcción. Por eso en ellos las consecuencias de la falta
de contactos con sus iguales serán transcendentes y posiblemente duraderas.
Una válvula de escape
Aislados
de los amigos, sin demasiadas opciones de ocio y con fuertes
restricciones, se han refugiado en el mundo virtual. Para
ellos ha sido fácil: ya eran nativos digitales. La eclosión de las redes
sociales hace quince años coincidió con su nacimiento. Así que se han
desarrollado a la par. Sin embargo, hasta ahora lo virtual coexistía con lo
real, compitiendo por robarle tiempo. Ahora la emergencia sanitaria se lo ha
puesto fácil.
La
habitación de nuestros hijos adolescentes ha pasado a ser su refugio. Un entorno seguro desde el que asomarse a un
universo creado a su medida desde Silicon Valley. Por primera vez en la
historia los menores son ahora los grandes consumidores de contenidos
digitales: apps, videojuegos, series… Y son un blanco muy fácil.
Les
ofrecen contenidos diseñados para atrapar su atención, edulcorados, fáciles de
digerir, estimulantes. Aplicaciones como Instagram y TikTok —las que más usuarios
menores de 15 años tienen— se han convertido en un
submundo de Internet. Y nuestros hijos pasan en él muchas horas
al día.
Una forma de comunicación con carencias
Pero
estar en ese mundo implica no estar en el real. Y aunque se comuniquen a través
del WhatsApp u otras redes, el contacto presencial no es
equiparable. La comunicación es incompleta. Está mediada por
filtros, regida por leyes no escritas que nada tienen que ver con las
habilidades sociales que ponemos en juego en la vida real.
En
este sentido, el ámbito virtual es seguro, predecible y a medida. Sin
embargo, el exterior se vuelve impredecible y hostil. En él
no existen filtros de belleza que permitan mostrar una imagen mejorada de
nosotros mismos. No hay posibilidad de ‘bloquear’ a nuestro interlocutor si no
nos gusta lo que dice. O de dejarle en ‘visto’ si no nos apetece contestar. Las
interacciones reales se rigen por otros mecanismos.
Las consecuencias del aislamiento social en los
adolescentes
1. La importancia de la interacción con los demás
La
catedrática de psicología Carol Riff determinó
en sus estudios sobre bienestar
psicológico que la calidad de las
relaciones sociales era uno de los factores más influyentes en la felicidad y
la salud de las personas. ¿Pero qué calidad tienen las relaciones virtuales de
nuestros hijos? ¿Y qué impacto ejerce en su salud psicológica este aislamiento?
2. La influencia en el estado de ánimo
La soledad es uno de los predictores más fuertes de
depresión y suicidio. Y los adolescentes están cada
vez más recluidos y más solos. No es de extrañar que aumenten
alarmantemente los casos de suicidio entre menores de 25 años. Ha llegado a
convertirse en la segunda causa de muerte más frecuente después de los
accidentes de tráfico.
3. La solución que termina siendo el problema
Además, se produce un círculo vicioso: el adolescente se
refugia en el mundo virtual de las situaciones psicosociales que le generan
estrés (la pandemia, la soledad, la desesperanza hacia el futuro, la
incertidumbre laboral) y en ese contexto encuentra seguridad.
Pero,
a su vez, este aislamiento produce efectos adversos: el mundo exterior se
percibe como más hostil. Entonces aparecen la ansiedad social y
los sentimientos de inseguridad. Esto hace que el joven se
sienta más cómodo en la seguridad de su alter ego virtual que afrontando las
implacables e impredecibles interacciones reales.
Un buen motivo de reflexión
Es difícil pronosticar cómo impactará en
ellos este fenómeno a largo plazo. La tecnología se desarrolla a un ritmo
vertiginoso. Además, los cambios sociales y psicológicos que implica se
aceleran.
No
obstante, ya vemos las primeras consecuencias de esta reclusión: los casos de ansiedad y depresión en estas edades son cada vez
más frecuentes. Y eso en una etapa que tradicionalmente
asociábamos a la felicidad, la despreocupación y la alegría.
La pandemia y las nuevas tecnologías
están robándoles la adolescencia a nuestros hijos. Para reflexionar.
Úrsula
Perona
Psicóloga infantil
Colaboradora de Sapos y Princesas
muy buen post, muy bien redactado
ResponderEliminarBuen resumen y buen trabajo, gracias por compartir información
ResponderEliminarBuen blog e interesante, gracias por compartirlo y buen trabajo
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