Prevenir la obesidad infantil: “Es esencial que desde edades tempranas se fomenten hábitos nutricionales saludables”
CAROLINA GARCÍA
La
epidemia de la obesidad en niños y adolescentes es una realidad en el mundo. Y
España no escapa de ella. Antonio Mas, médico especialista en endocrinología y
nutrición, explica que, según un reciente estudio (estudio ENPE)
publicado por la Sociedad Española de Cardiología, se
estima que más del 30% de los niños y jóvenes presentan sobrepeso u obesidad.
“En concreto, un 34 % sufre sobrepeso y, aproximadamente, un 10 % obesidad.
Además, cabe destacar una prevalencia del 16% de obesidad abdominal, el tipo de
obesidad que más complicaciones cardiovasculares asocia”, sostiene el experto.
Este jueves 4 de marzo es el Día Mundial de la Obesidad, ¿en qué consiste
esta enfermedad?
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Según
mantiene Mas, tanto en niños como en adultos, la obesidad significa exceso de
grasa en el organismo: “Sin embargo, como esto es difícil de medir, en la
práctica utilizamos herramientas basadas en el peso. En concreto, en niños
diagnosticamos la obesidad cuando el IMC (índice de masa corporal) es superior
o igual al percentil 95 ó superior a 2 desviaciones estándar de la media para
la edad y sexo”. Cristian Sierra Bernal, especialista en Endoscopia
Digestiva diagnóstica y terapéutica, así como en el tratamiento
endoscópico de la obesidad, añade que esta es una enfermedad
crónica y especialmente grave: “Puede afectar a lo largo de toda la vida, pero
debemos prestar especial interés en las etapas tempranas de la misma (infancia
y adolescencia). Por definición, la obesidad infantil es un exceso del peso
esperado para la edad y estatura del niño, condicionada por un excedente de
grasa acumulada en el cuerpo (tejido adiposo)”. Según explica este experto,
conforme aumenta la gravedad de la obesidad también lo hace el riesgo de sufrir
“hipertensión arterial, diabetes,
hipercolesterolemia, etcétera. Y aunque los niños no suelen
presentar estas comorbilidades, el problema reside en que también tendrán más
riesgos de sufrirlas en la edad adulta”.
La situación actual de pandemia ha
incrementado los casos de obesidad infantil. “El confinamiento, que
ha conllevado la limitación de la movilidad y nuestra propia actividad física,
ha alejado a los más pequeños de sus centros educativos y actividades
extraescolares. Esto se ha reemplazado por actividades lúdicas relacionadas con
la tecnología y mayor exposición a pantallas, generalmente actividades
sedentarias”, subraya Sierra. “Aunque no sabría decir datos exactos. Es cierto
que el confinamiento ha afectado negativamente al peso de niños y de adultos.
En primer lugar por la falta de actividad física”, incide Mas. “Pero además”,
prosigue, “también por cuestiones psicológicas, como aumento de la ansiedad y
falta de estímulos placenteros que nos ha hecho buscar placer en la comida y un
mayor número de oportunidades de meter la pata nutricionalmente al estar todo
el día en casa”.
Diferencia entre obesidad y sobrepeso
Para Mas, el sobrepeso se podría
entender como el “paso previo” a la obesidad. Si bien hay exceso de
grasa en el organismo, a diferencia de la obesidad, este todavía no interfiere
con el funcionamiento óptimo del mismo. Mientras la obesidad sí que puede
interferir en el funcionamiento del cuerpo. Si no hay un cambio de hábitos, es
solo cuestión de tiempo pasar del sobrepeso a la obesidad. Sierra explica que
el sobrepeso es el grado más bajo de exceso de peso y por tanto supone un menor
riesgo de complicaciones. El sobrepeso no siempre conlleva obesidad. “La
palabra siempre es demasiado categórica. Yo diría que es la
evolución natural si no se toman medidas. Ante el diagnóstico de sobrepeso, es
el momento oportuno para intervenir los hábitos, tanto de alimentación como de
actividad física, y conseguir un normopeso y así revertir el avance hacia
obesidad”, sostiene Mas. Para Sierra, la correlación entre sobrepeso y obesidad
no es vinculante: “No necesariamente, aunque obviamente están relacionados. Al
final, las causas del problema son las mismas, si bien estas actúan con
diferente intensidad”.
Ambos
expertos explican puntos claves de la obesidad infantil y cómo afecta a la
rutina diaria de los pequeños y jóvenes que la padecen.
- Últimos
estudios aseguran que lo importante para combatir la obesidad es cambiar
la alimentación de los niños, ¿qué hacemos mal? ¿Cómo debería ser? Las condiciones de vida
actuales favorecen el sedentarismo y actividades lúdicas
relacionadas con la tecnología (televisión, tabletas, ordenadores,
videoconsolas, etc.) que demandan poco gasto energético. “Además, la
creciente oferta de alimentos ricos en carbohidratos y grasas, realzados
por campañas de publicidad, conlleva un mayor consumo de los mismos
(comida rápida y ultraprocesados)”, argumenta Sierra. “Es fundamental que
desde etapas tempranas de la vida”, continúa, “se fomenten hábitos
nutricionales saludables y se estimule la actividad física de los
niños, ya que en la infancia tiene un
papel relevante la influencia familiar, debido a que
generalmente los niños aprenden por imitación y estas prácticas persisten
hasta la adultez”, añade. “Obviamente hay muchos factores implicados, aunque
si tuviera que destacar uno diría la excesiva ingesta de productos
procesados, llenos de hidratos de carbono refinados y grasas poco
saludables”, incide Mas. “Estos productos esconden un peligroso secreto:
nos resultan irresistibles, son baratos y cómodos de consumir (algo que
nos encanta como padres) y, para rematar, la industria se encarga de que
sean omnipresentes. Es decir, una combinación mortal. Lo ideal sería hacer
una dieta basada en productos de temporada: fruta, verdura, legumbres,
grasas saludables, como los frutos secos y el aceite de oliva… Es decir, una dieta lo más
natural posible, como podría ser por ejemplo la dieta mediterránea”,
explica este experto.
- ¿Cuál es
la importancia de practicar frecuentemente actividad física? Es un pilar fundamental para mantener íntegras las funciones del
cuerpo. “No solo condiciona el peso de
los niños, se ha descrito que existe la liberación de algunas hormonas y
neurotransmisores que actúan regulando diversas funciones como el
crecimiento y desarrollo de los niños, el ciclo circadiano, el
metabolismo, la coordinación y capacidad de concentración”, puntualiza
Sierra. Para Mas, la actividad física es la píldora mágica: “Protege el
corazón, las articulaciones y aumenta la sensación de energía y felicidad
entre otros tantos beneficios. En cuanto a la obesidad, aporta beneficios
en todas las fases del problema: ayuda a prevenirla, a tratarla, y una vez
se ha conseguido perder peso a evitar su recuperación a largo plazo”.
- Aparte de
en la salud, ¿la obesidad infantil podría afectar a los más pequeños en
términos de concentración y rendimiento escolar? “Si, sin duda alguna”, dice rotundo Sierra. “Los padres son los
principales protagonistas en este apartado”. Para él, “la nutrición de los
más pequeños depende principalmente de los hábitos practicados en casa: la
obesidad infantil muchas veces está asociada al consumo de alimentos ricos
en azúcares refinados que tienen poco aporte de otros nutrientes
esenciales (aminoácidos y oligoelementos) que son indispensables para el
funcionamiento pleno cerebral”. “Sí, he leído algún estudio que apunta en
esa dirección”, prosigue Mas, “de hecho, en adultos, la relación entre
obesidad y diferentes problemas
psicológicos está ampliamente demostrada”. De momento, según
explica el experto, “sabemos que existe una asociación estadística aunque
todavía está por confirmar si se trata de una relación causa efecto. Es
decir, podría ser que los mismos problemas que causan la obesidad sean los
que están detrás de los problemas de rendimiento escolar”.
- Un último estudio concluye que
hay vinculación entre la obesidad y el procesamiento sensorial de los
niños, ¿qué le parecen estos resultados? “El sobrepeso y obesidad
a consecuencia de un exceso de calorías no es sinónimo de un adecuado
aporte de nutrientes esenciales (aminoácidos, oligoelementos, vitaminas,
cofactores). Generalmente los alimentos con mayor contenido calórico son
los que menos valor nutricional tienen”, explica Sierra. El déficit de
nutrientes condiciona un inadecuado funcionamiento del organismo, “en
todas sus vertientes, incluyendo el sistema sensorial. Sin embargo hace
falta investigación con rigor científico que demuestre una relación
directa con la obesidad”, termina este experto. “Sin duda se trata de una
hipótesis de trabajo interesante, pero que debemos mirar con cautela, ya
que son estudios preliminares cuyos resultados todavía están por
confirmar”, concluye Mas.
EL HORARIO DIARIO IDEAL DE
COMIDAS
Aunque no
existe un horario ideal de comidas para niños, sí que podemos establecer unas
normas básicas. Como norma general, es recomendable realizar un mínimo de 3 y
un máximo de 5-6 comidas al día adaptándonos a la dinámica familiar y a las
preferencias del niño. El mejor horario de ingesta es aquel que se adapta a la
naturaleza, es decir, mejor comer y cenar pronto, mientras haya luz. Debemos
favorecer que los horarios sean regulares aunque podemos ser flexibles. Hay que
evitar el picoteo entre horas, especialmente de productos procesados malsanos.
Nunca hay que obligar a comer a un niño. Recuerda que controlan el apetito
mejor que los adultos y tienen derecho a rechazar un alimento. Eso sí, debemos
evitar ofrecerle una alternativa que le guste “solo para que coma”. Debemos
ofrecerles todo tipo de alimentos y actuar como ejemplo llevando nosotros
mismos una dieta saludable.
EL PAÍS, 04 de marzo de 2021
Buen artículo para compartir
ResponderEliminarBuen trabajo, gracias por compartirlo
ResponderEliminarBuen contenido e interesante, buen trabajo
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