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Cómo sobrevivir a una fiesta infantil (y a los cada vez más locos padres de los niños)

ALBA RAMOS SANZ
Es difícil comprender en qué momento las medias lunas y el siempre triunfador combinado de cola con cualquier otro refresco cítrico, fueron sustituidos por las hamburguesas con patatas y bebidas “de marca” servidas en vasos de colores personalizados.
Las fiestas infantiles de cumpleaños han pasado de las carreras enchandalados por el parque del barrio a la asistencia a chiquiparks de bolas –moda difícil de entender con la cantidad de referencias que podemos encontrar en telefilmes a robos de niños en estos lugares de entretenimiento–, actuaciones en directo de animadores infantiles, camas elásticas en jardines, carpas de fiesta con grandes banquetes e incluso celebrar el cumpleaños de los más pequeños de la casa llevándolos a jugar al paintball, para que puedan simular que disparan y eliminan del mapa a sus amiguitos de clase.
Lo que antes era una merendola con cuatro niños, hoy en día se convierte en un infierno para los padres organizadores: ¿Qué hacemos con los niños? ¿Hay que invitar a toda la clase? ¿Ponemos perros, gatos o payasos en las invitaciones? ¿Necesitamos ayuda de otros padres para controlar? ¿Qué regalos hacer a los invitados? Y la más importante: ¿Cuánto dinero nos vamos a gastar?
La celebración de cumpleaños se ha convertido en un evento multitudinario que no resulta nada barato. Casi como si fuese una comunión –que cuesta una media de 1.700 euros por niño–, los padres tienen que echar cuentas para poder costear la fiesta del año y que los invitados disfruten por todo lo alto.
Tanto es así que hace apenas unos días una madre de Cornualles decidió denunciar a un niño pequeño por no asistir a la fiesta de cumpleaños de su hijo. Qué menos para un evento que le había costado casi 16 libras por invitado (algo más de 20 Euros) y coge el niño y no aparece…
La cara de sorpresa del pequeño Derek Nash y su familiar al recibir en su casa la factura por el coste que había supuesto la no asistencia del pequeño al cumpleaños debió ser de foto. ¿Se les está yendo de las manos a las madres?
Ante esta curiosa –o espeluznante– noticia, Shona Sibary, madre de cuatro niños, ha decidido recopilar para el Daily Mail algunos de los problemas más comunes que hoy día pueden darse cuando celebras un cumpleaños infantil o cuando asisten tus hijos, centrándose en los perfiles de algunas madres que ha conocido con los años.
He aquí una lista con algunas situaciones y personajes a los que probablemente tengas que enfrentarte acompañados de algunas soluciones y alternativas no judiciales que quizás te ayuden a evitar que la fiesta se convierta en un auténtico infierno.

Invitados que iban a ir y no van
Por mucha rabia que dé tener calculado –y probablemente ya pagado– el gasto exacto por niño para llevarles a la pista de patinaje sobre hielo, quizás denunciar a los menores que no han podido ir a la fiesta es un exceso.   
Una madre sustituyó la sonrisa de las galletitas de jengibre caseras que había hecho por un ceño de desaprobación para dos niños que no asistieron
Es cierto que habría sido estupendo que te avisasen con antelación de que no iban a poder asistir, pero tampoco hay que ensañarse y mucho menos hacérselo pagar a los más pequeños. Es decir, evitar reacciones como la que cuenta Sibary que pudo ver en una madre que decidió llevar al colegio las bolsitas de cumpleaños para los dos niños que no asistieron con una pequeña modificación: sustituyó la sonrisa de las galletitas de jengibre caseras que había hecho por un ceño de desaprobación.

Invitados que no iban a ir y aparecen
Todo lo contrario de la situación anterior, pero igualmente irritante, es cuando alguien que no ha respondido a la invitación –especialmente sangrante si se solicitaba confirmación– aparece de pronto.  
Una bolsa de cumpleaños improvisada, una silla extra apretujada en la mesa y la mejor de las sonrisas, son mejor solución que montar un numerito o poner cara de circunstancias.

El gran dilema: ¿Quedarse o irse?
Dependiendo de la edad de los pequeños asistentes, a menudo surge la duda de si hay que quedarse o no en la fiesta para ayudar a controlar la situación. Sibary recomienda que como mínimo hasta que cumplan cinco años es mejor quedarse.
Calculé mal una vez al dejar a mi hija Annie cuando sólo tenía cuatro años”, cuenta en el artículo. “Al regresar me di cuenta de que había sido la única madre que escapó y resulta que en un momento dado Annie necesitó ayuda con la limpieza inferior...”.  

Las madres hiperactivas que pueden con todo 
Esta madre es fácil de detectar: siempre invita a los niños a su casa y tiene alguna lista llena de actividades planificadas”, señala Sibary. Se trata de seres que pueden hacerte sentir que no serás capaz de guiar a tus hijos hacia la vida adulta y que quizás sería mejor dejar en sus manos la educación de tus descendientes.  
A estas todoterrenos, que podrás encontrarte en muchos cumpleaños ya que siempre estarán dispuestas a quedarse para vigilar y “echar una mano”, les cuesta mucho pedir ayuda menos cuando todo se les va de las manos: “Una vez estuve en una fiesta organizada por este tipo de madres cuando en medio de todo el ruido y el caos, se acabó la diversión y su preciosa casa estaba siendo destruida por un montón de niños aburridos. Entonces pidió ayuda desesperadamente”. De vez en cuando, son humanas.

Los pequeños demonios
En todas las clases hay algún pequeñín hiperactivo que no deja de hacer trastadas. No, está claro que no te lo van a poner fácil para que la fiesta sea tranquilita, pero tampoco sería correcto vetarles el acceso al evento.  
Niños, como dice Sibary, que además de no dejar estar de un lado para otro alterando al resto de invitados suelen tener un “colorido lenguaje”. Joyitas. Pero “no es su culpa y no puede ser excluidos de una fiesta de cumpleaños solamente porque sus dos hermanos mayores hayan estado en la cárcel”, bromea en su artículo.
Una posible alternativa para que la fiesta no se convierta en el infierno en vida es escoger bien la localización. Quizás sea mejor organizar el evento en el exterior que quedarte observando cómo trata de destruir tú casa.

Acoples de última hora
Un clásico: aparece una madre con sus dos hijos cuando sólo uno está invitado a la fiesta y, ya que suelta a uno, aprovecha para colocar al segundo con un “No te importa, ¿verdad?”. Como dice Sibary, “en realidad sí”, especialmente cuando el presupuesto está ajustado a un número de niños y hay que desembolsar la cantidad que falta –de pronto– a los del local.
Lo peor es cuando empujan al hermano a entrar entre sollozos y añaden un 'por favor, no te preocupes si no tienes una bolsa de fiesta para él. No hay problema'”, ejemplifica Sibary. Una solución para evitar un 2x1 no previsto es aclarar en la invitación que “los hermanos serán bienvenidos” añadiendo un “con un coste de equis dinero”.
Anticiparse a lo que pueda ocurrir será la mejor alternativa para salvaguardarte de los abusos de confianza.

Los niños protagonistas
Suele coincidir que lleguen acompañados por madres –las suyas– hiperactivas y traten de acaparar la atención del resto de invitados proponiendo juegos diferentes a los que se hayan previsto o contando historias y anécdotas mucho más increíbles que las que haya podido vivir –y especialmente, contar– del protagonista de la fiesta.
Como ocurría con los niños rebeldes, ellos no tienen la culpa, así que la solución no viene nunca por excluirles de las fiestas. Hay que tratar de integrarles en juegos colectivos y evitar que se conviertan en lo líderes. Importante: si has identificado previamente uno de estos perfiles, obvia cualquier tipo de juego competitivo con premios para los ganadores. Corres el riesgo de presenciar una pataleta de alguien que no está acostumbrado a perder...

Encuentros entre padres divorciados
Especialmente si has hecho amistad con alguno de los miembros de la ex pareja –e incluso no has dudado en posicionarte en uno de los dos bandos– que aparezca el ex marido en la fiesta de cumpleaños “con el regalo en la mano y tratando de llevarse bien con todas las madres de la fiesta mostrándose aparentemente ajeno al hecho de que todas ellas le odian”, explica Sibary, es del todo incómodo.
¿Qué hacer? ¿Decirle la hora a la que puede ir a buscar a su hijo y cerrarle la puerta aunque sea más que evidente que el resto de padres y madres están en la cocina bebiendo vino y charlando?
Esto puede solucionarse si consigues mantenerte al margen y, de aparecer la ex pareja, no tomar partido y tratarles por igual. Más sencillo todavía: puedes celebrar la fiesta un viernes mejor que un domingo, muchas personas no tienen jornada intensiva y te ahorrarás más de un encuentro indeseado.
EL CONFIDENCIAL, Martes 10 de febrero de 2015

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