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Algo está robando el sueño a los adolescentes, pero el remedio es sorprendentemente sencillo

JEAN TWENGE
Algo está robando el sueño a los adolescentes.

En el análisis de dos grandes encuestas publicado recientemente, los demás coautores y yo misma descubrimos que, entre 2012 y 2015, el número de adolescentes que declaraba que dormía menos de siete horas diarias había aumentado nada menos que un 22%. Los especialistas en sueño coinciden en que los adolescentes necesitan como mínimo nueve horas de sueño nocturno. Sin embargo, en 2015, el 43% de los jóvenes respondieron que la mayoría de las noches dormían menos de siete horas, lo que significa que casi la mitad de los adolescentes estadounidenses sufren una importante falta de sueño.
¿Qué podía haber elevado la falta de sueño en este grupo de edad a esos niveles sin precedentes? Algunos factores se pueden descartar con facilidad. Por ejemplo, vimos que el tiempo que los adolescentes pasaban trabajando, haciendo deberes y participando en actividades extraescolares había permanecido estable a lo largo de esos años.
Sin embargo, entre 2012 y 2015 se había producido un cambio importante en sus vidas: más chicos y chicas tenían móvil propio con conexión a Internet.

Empieza sirviendo como despertador…

Los adolescentes actuales –a los que yo llamo la “iGeneración”– son la primera generación que vive toda esa etapa de su vida en compañía de un teléfono móvil.
En nuestro análisis comprobamos que la probabilidad de que los que pasaban más tiempo conectados a Internet o a las redes sociales durmiesen menos era mayor. El tiempo que dedicaban a ver la televisión guardaba una relación mucho más débil con la reducción de las horas de sueño, y los que pasaban más tiempo cara a cara con sus amigos o practicando deporte o ejercicio, dormían más.
En cambio, de sus diversas actividades, el tiempo de conexión a la Red había aumentado en la década de 2010 y además guardaba relación con la reducción de las horas de sueño, lo cual lo convertía en la causa más probable de la falta de sueño. Los chicos y chicas de 17 y 18 años –que pasaban más tiempo conectados a Internet que los adolescentes más jóvenes– eran también los que dormían menos. En 2015, la mayoría –el 51%– durmieron menos de siete horas casi todas las noches.
La relación entre el tiempo de conexión a internet y la falta de sueño era considerable. Pasar cinco horas o más al día en la Red (en comparación con una hora) aumentaba el riesgo de dormir poco en más de un 50%. Pasar tres horas al día (también en comparación con una hora), aumentaba el riesgo en casi un 20%.
Los smartphones –un aparato del que, a finales de 2012, disponía la mayoría de estadounidenses– permiten tener acceso móvil e inmediato a Internet. En un análisis como este es difícil demostrar cuál es la causa y cuál el efecto, pero parece mucho más probable que el aumento del uso de esta clase de teléfonos móviles por parte de los adolescentes entre 2012 y 2015 tuviese como consecuencia la falta de sueño que al revés.
¿Por qué los móviles con conexión a la red son la causa de que los adolescentes duerman menos? A diferencia de otros aparatos electrónicos, como los televisores y los ordenadores portátiles, los smartphones (y las tabletas) son fáciles de llevar al dormitorio y de tener en la mano mientras estás en la cama.
La mayoría de los estudiantes que entrevisté para mi libro iGen me dijeron que, en parte, dejaban el móvil a mano mientras dormían porque lo utilizaban como despertador.
Muchos me dijeron también que, por la noche, lo último que miraban antes de dormir era el móvil. Ahí está el problema, ya que responder mensajes y subir y bajar por las redes sociales es mental y emocionalmente estimulante, lo cual produce alteraciones del sueño. Otros me contaron que, cuando se despertaban en plena noche, echaban mano al móvil, muchas veces por pura costumbre.
También hay una respuesta fisiológica. La luz azul que emiten los móviles y las tabletas imita la luz diurna, lo cual inhibe la producción cerebral de melatonina, la hormona que nos ayuda a quedarnos dormidos y a permanecer en ese estado.
Y eso si los jóvenes hacen siquiera el intento de dormir.
Un estudio de 2014 demostró que el 80% de los adolescentes reconocían que utilizaban el móvil mientras se suponía que estaban durmiendo, una práctica denominada a veces “vampirismo”. Algunos afirmaban que se quedaban en vela la mayor parte de la noche mientras sus padres creían que dormían.

Algunos límites sencillos

La falta de sueño puede tener consecuencias graves para los adolescentes.
Los que no duermen lo suficiente rinden menos en el colegio y tienen mayor riesgo de padecer obesidad. La falta de sueño también guarda relación con los problemas de salud mental, incluidos la depresión y la ansiedad, entre los adolescentes y los adultos.
Cuando estaba llevando a cabo la investigación para mi libro, descubrí que los adolescentes de la generación con conexión móvil a Internet tenían más probabilidades de estar deprimidos y ansiosos que los de generaciones anteriores. Si los smartphones son la causa de que los adolescentes duerman menos, y dormir menos provoca depresión, puede que la falta de sueño explique por qué la depresión entre los adolescentes aumentó bruscamente a partir de 2012, justo cuando se generalizaron los “teléfonos inteligentes” y la falta de sueño empezó a aumentar entre este grupo de edad.
¿Qué se puede hacer? Que los institutos empiecen las clases más tarde tiene efectos muy positivos para el sueño de los alumnos, pero no es algo que los padres y los adolescentes puedan controlar.
En cambio, limitar el uso del móvil antes de irse a la cama es una estrategia que se puede poner en práctica de manera inmediata (lo ideal es que lo haga toda la familia, adultos incluidos). Una norma que diga “nada de móviles en el dormitorio después de irse a la cama” puede dar buenos resultados. Si su familia utiliza el móvil como despertador, compre despertadores baratos; instale en los móviles una aplicación que los apague a determinadas horas o deje los móviles y las tabletas en otra habitación durante la noche; invite a leer un libro, darse un baño o escribir un diario antes de irse a la cama.
Sus hijos adolescentes probablemente dormirán más, y tal vez se encuentren mejor y sean más felices.
Jean Twenge es catedrática de Psicología de la Universidad del Estado de San Diego.
Cláusula de divulgación: Jean Twenge ha recibido financiación de la Fundación Russell Sage y de los Institutos Nacionales de la Salud.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés en la web The Conversation.
EL PAÍS, 4/11/2017

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