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Cuando no es sólo un berrinche

CRISTINA G.LUCIO / MADRID
Era uno de los manuales más esperados de los últimos años, y quizás por eso, el DSM-V, la denominada 'biblia' de la psiquiatría en EEUU, no ha cumplido con todas las expectativas. Antes de llegar a las librerías, esta actualización de la clasificación de las patologías mentales ya nadaba en la polémica. Y su publicación no ha hecho más que aumentar la controversia.
Pero no todo han sido varapalos. También hay voces que alaban algunas de las novedades de la guía, como la inclusión en el campo de la psiquiatría infantil de la 'desregulación disruptiva del estado de ánimo'.
Una de esas voces es la de Josefina Castro, jefa de servicio de Psiquiatría Infantil y Juvenil del Hospital Clínic de Barcelona, quien considera que la nueva categoría "podría ayudar a poner nombre" a un trastorno que hasta ahora se diluía entre diferentes diagnósticos en las consultas.
Los niños que sufren este problema, explica, padecen constantes episodios de irritabilidad, rabietas desproporcionadas y una escasa tolerancia a la frustración sin que esto se corresponda con su etapa de desarrollo evolutivo. "No estamos hablando de los berrinches habituales entre los más pequeños", advierte la especialista. "Es mucho más que eso. No son simples rabietas ni les pasa a niños que tienen entre dos o tres años", apunta, por su parte, Antonio Pelaz, especialista en Psiquiatría Infantil del Hospital Universitario Clínico San Carlos de Madrid.
"Aparentemente, son chicos que están enfadados casi constantemente, pero lo que subyace es mucha angustia. Son personas que no son capaces de gestionar bien sus emociones y las canalizan en forma de furia", añade.

Mejorar el diagnóstico

Para Arancha Ortiz, especialista en Psiquiatría del Niño y el Adolescente del Hospital Universitario La Paz de Madrid, la nueva etiqueta podría ser muy útil para mejorar el abordaje de distintos trastornos de la psiquiatría infantil. "No es que se esté creando una nueva enfermedad, es que estamos poniendo nombre común a niños que a lo mejor antes clasificábamos con trastornos del ánimo, depresión, trastornos de la conducta...", aclara.
Coinciden con su punto de vista Pelaz y Castro, quien subraya que "las clasificaciones no son malas. Ayudan a mejorar el diagnóstico y son útiles, incluso si en la próxima revisión la investigación demuestra que hay que volver a cambiarlas", remarca.
Ninguno de los especialistas consultados por ELMUNDO.es considera que definir nuevas categorías de diagnóstico contribuya a una mayor "psiquiatrización de la infancia".
"Que exista la etiqueta no implica nada. Solamente es una herramienta que nos sirve a los especialistas. Y somos nosotros los que, en función de distintas evaluaciones, analizamos si existe o no un trastorno", subrayan.
El diagnóstico, añaden, no se hace en 10 minutos. "Tenemos que hablar con el niño, preguntarle, jugar o dibujar con él si todavía no sabe hablar. Además, tenemos una entrevista con los padres para ver que no se trata de un problema de estilos educativos, también nos relacionamos con el entorno educativo, le preguntamos al tutor del niño...", aclara Ortiz.
Eso sí, es fundamental que para llegar a un diagnóstico adecuado, quien atienda al niño sea un especialista en psiquiatría infantil, remarcan.
Aunque Bernat Soria ya anunció en 2009 -durante su mandato como ministro de Sanidad- la "próxima creación" de esta especialidad médica, lo cierto es que la certificación oficial no acaba de llegar, pese a las constantes reclamaciones de los psiquiatras, que deben formarse en el extranjero.
"Consideramos que la especialidad es clave para garantizar una atención adecuada y evitar precisamente que se sobrediagnostiquen determinados trastornos o que se minusvaloren otros", concluye Castro

EL MUNDO, Martes 28 de mayo de 2013

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