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¿Ábacos mejor que tablets?

CARLOTA FOMINAYA
Creatividad, imaginación, concentración, memoria visual, de orientación espacial y sensorial... los beneficios de utilizar el ábaco en la infancia son infinitos. Este instrumento de cálculo, inventado en Asia Menor y considerado como el precursor de las calculadoras modernas, es utilizado como un juego por niños en cada vez más colegios de nuestro país. Son centros que siguen el método impartido por el centro UCMAS (Concepto Universal del Sistema de Aritmética Mental). Esta institución usa el ábaco tradicional japonés, formado por una estructura de madera con barras paralelas por las que corren bolas que se mueven y les permiten llevar a cabo operaciones aritméticas sencillas. «Ver a un niño utilizar el ábaco es una maravilla. Para empezar, lo manipulan con las dos manos, no solo con una, lo que les produce un control sensomotor de los dos hemisferios», explica Lluis Segura, responsable de UCMAS.
La franja de edad más habitual para empezar a utilizar este instrumento milenario se sitúa entre los cinco y los trece años. Su aprendizaje suele llevarse a cabo mediante programas educativos extra escolares, aunque últimamente muchos colegios también lo están incorporando a su currículum y a su plan de estudios. Su uso se ha popularizado en el sistema escolar español en los últimos tiempos porque, según Segura, gracias al ábaco los niños aprenden a razonar. «Dependiendo de la posición de las fichas, visualizan que hay diferentes formas de llegar a los resultados. En definitiva, aprenden a pasar del problema a la solución, no a memorizar», asegura este experto.

Diferencias entre Oriente y Occidente

A su juicio, ahí radica la principal diferencia. «¿Por qué los alumnos orientales son mucho más eficaces en las pruebas de matemáticas?», pregunta en voz alta. «Porque en Occidente intentamos pasar lo antes posible de lo físico a la abstracción, mientras que en Oriente intentan manipular físicamente las fichas el mayor tiempo posible», explica. Ese matiz, asegura este experto, es muy importante. «Que un pequeño trate de manipular sus deditos le supone estar en el mundo de lo concreto. Esto se acaba cuando se pasa del número diez, porque ya no hay deditos. Por ejemplo, el número doce se lo tiene que imaginar de forma abstracta. En cambio los niños orientales trabajan con una imagen muy concreta porque hay una ficha que pueden tocar», explica.
Muchos se preguntan qué ocurre cuando los pequeños ya no tienen el ábaco delante. «Al principio los pequeños aprenden a sumar, restar, multiplicar y dividir sobre el ábaco físico. Pero a partir de los primeros niveles, empieza un proceso de independencia o separación de dicho ábaco, en el que se transfieren los conocimientos adquiridos a un ábaco mental o imaginario», asegura. Esto no hace sino mejorar la capacidad de concentración de los niños. «Los chavales que trabajan con un ábaco hacen una suma o una multiplicación sin lápiz y papel. El ábaco les da confianza», asegura.
A través de su red de franquiciados, UCMA forma a los profesores que lo van a utilizar. «Un adulto tarda muy poco en aprender, aunque la destreza y la velocidad es otra cosa. Hay que practicar muchas horas, muchos años, muchas veces, hasta lograrlo. Además, el procedimiento que se utiliza con ellos es diferente. Un adulto a duras penas podrá visualizar un ábaco mental, algo que un niño puede lograr en pocos meses».
ABC, Lunes 26 de mayo de 2014

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