Ir al contenido principal

¿Se quiere a todos los hijos por igual?

M.J.PÉREZ-BARCO
Muchos padres no lo pueden evitar: tienen mayor inclinación por un hijo que por otro. No hay que sentirse culpable, ni sufrir remordimientos por ello. «Eso no quiere decir que se quiera más a uno que a otro», asegura Laura Aut, psicóloga infantojuvenil de ISEP Clínic Barcelona. «Simplemente significa que hay hijos que, en un momento dado y por circunstancias, nos hacen sentir mejor, pero no debemos de confundir cariño con predilección y recordad que esa predilección puede ir cambiando». A lo largo de la vida, los padres pueden tener más afinidades con uno que con otro hijo, incluso relacionarse mejor o de forma distinta con cada uno de ellos.
Sentir mayor empatía por uno de los hijos es inevitable. No hay por qué preocuparse. Eso no quiere decir que seamos peores padres. Por el contrario. Lo importante es que, siempre, «los padres intenten mostrar un comportamiento equitativo a las necesidades de cada hijo según su forma de ser». No es cuestión de números, advierte la psicóloga. «Cuando se tiene un hijo se centra toda la atención y el amor en él. Cuando se tiene el segundo ese amor no se divide, el amor hacia el segundo hijo cuando nace es equiparable al del primero».
Para los padres que sientan mayor afinidad con uno que con otro hijo, Laura Aut les ofrece estas pautas:
—Valorar lo positivo de cada hijo y no fijarse solo en los errores y dificultades.
Dar a cada hijo lo que necesita.
—No sentirse culpable. Los hijos tienen que aprender que existen diferencias y que eso no implica un valor negativo.
—No dañar la autoestima de los hijos. No se tienen que hacer comparaciones entre los hermanos, ya que cada uno de ellos posee sus puntos fuertes y débiles.
—Aceptar las distintas relaciones. Cada hijo es único y hay que entender que las relaciones con unos serán mejores que con otros y esto puede variar.
—Cada hijo debe tener su espacio y ocupar un lugar especial en el corazón de sus padres, siendo queridos de forma especial.
 
ABC, Miércoles 21 de enero de 2015

Comentarios

Entradas populares de este blog

«Los buenos modales no están de moda, pero es imprescindible recuperarlos»

FERNANDO CONDE Hoy en día es frecuente enterarte por los medios de noticias relacionadas con la falta de respeto, el maltrato, el acoso, etc. Podemos observar muchas veces la ausencia de un trato adecuado a los ancianos, la agresividad incontrolable de algunos hinchas de fútbol; la poca estima a la diversidad de opiniones; la destrucción del medio ambiente; el destrozo del mobiliario urbano y un largo etcétera que conviene no seguir enumerando para no caer en el pesimismo que no conduce a nada y el problema seguirá ahí. Un problema que podríamos resumir en que se ha ido perdiendo el valor de la dignidad humana en general. Los modos para alcanzar la felicidad, siempre deseada, se apartan de las reglas y normas de conducta más elementales de convivencia colectiva que han acumulado las culturas y los pueblos a través de los siglos. La idea de que «la dignidad empieza por las formas» que resume este artículo es una afirmación bastante cierta, porque la forma, no pocas veces arrastr

Qué le pasa a tu bebé cuando dejas que llore sin parar

  GINA LOUISA METZLER Muchos padres creen que es útil dejar llorar a su bebé. La sabiduría popular dice que unos minutos de llanto no le hacen daño, sino que le ayudan a calmarse y a coger sueño. Se trata de la técnica de la espera progresiva , que fue desarrollada por el doctor Richard Ferber, neurólogo y pediatra de la Universidad de Harvard en el hospital infantil de Boston (Estados Unidos) , y que sigue utilizándose en la actualidad en todo el mundo. Casi nadie sabe en realidad lo que ocurre a los bebés cuando siguen llorando, pero las consecuencias físicas y psíquicas podrían afectarles toda su vida. Cuando un bebé llora sin que sus padres lo consuelen, aumenta su nivel de estrés , ya que, a través de su llanto, quiere expresar algo, ya sea hambre, dolor o incluso necesidad de com

¿Qué hay detrás de las mentiras de un niño?

ISABEL SERRANO ROSA Los niños no son mentirosos, pero mienten . Lo hacen cuando tienen algo que decir o que aprender. Hasta los cuatro años, con sus historietas sorprendentes, quieren narrarnos su mundo de fantasía. Somos la pantalla en la que proyectar su película. Entre los cuatro y los siete años construyen su mini manual de moralidad con ideas muy sencillas sobre lo que está bien y mal, basado en sus experiencias "permitido o no permitido " en casa y en el colegio. Con su gran imaginación, las mentiras son globos sonda para saber hasta dónde pueden llegar. Entre los ocho y los 12 años la realidad se abre camino y la fantasía se vuelve más interesada.  El pequeño pillo de nueve años desea ser bueno, pero se le escapan las trolas por el deseo de gustar a los demás, ocultar alguna debilidad o evitar castigos. En general, mienten a sus crédulos coetáneos o, por el contrario, les escupen a la cara alguno de sus descubrimientos del trabajo de campo que significa crecer.