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Cuatro pistas para lidiar con los terribles dos años de tu hijo

SILVIA TAULÉS
"Yo sol@", te dice cuando l@ vas a vestir.
"Tú no", grita cuando le vas a dar un beso.
Corre hacia el otro lado si le pides que te acompañe. O se cruza de brazos y no hay quien lo mueva. Escupe la comida. Habla a gritos. Se come los mocos. No atiende, ni obedece, ni escucha, ni... ¡Y las abuelas! Las abuelas te espetan: "Conmigo esto no lo hace, la tenéis demasiado consentida".
Ay. En inglés se llaman los 'terrible twos' (terribles dos) y ya se alarga a los 'terrible threes' (terribles tres). Yo suelo decir que es un adolescente atrapado en el cuerpo de un niño (threenager, les llaman en Estados Unidos).
Sea lo que sea, pasar de bebé a niño no debe ser tarea fácil. De pronto, las manos obedecen tus órdenes, hablas y te endienten, y si corres, no te pillan. Sin sentimiento de culpa (ojalá eso dure más, ¿no?), sin pensar en las consecuencias, sin miedo a nada. Yo haría lo mismo (¿acaso no lo hice?). A partir de los dos años los niños se descontrolan, buscan los límites, tratan de encontrar su independencia y se van conociendo poco a poco.
¿Algo bueno? Todo: es parte de su proceso de convertirse en adulto.
¿Algo malo? Todo: es parte de su proceso de convertirse en adulto.
¿Podemos controlarlo? No, claro que no, lo que podemos hacer es entender mejor a nuestros hijos y entrar en su mundo. Así quizás nos hagan un poco de caso. Veamos algunas pistas.
  1. Controla tus propias emociones. En tu relación con tu hijo, solo hay un adulto y eres tú. No esperes que el pequeño actúe como el mayor, eso no sucederá jamás y terminarás enconándote en sentimientos negativos. Si te enfadas, algo que sucederá, busca tu espacio, apártate, cuenta, piensa en otra cosa...
  2. Ayúdale a entender sus propias emociones. Explícale al pequeño que lo que le sucede es normal y que le entiendes. Trata de formar parte de su propia visión de las cosas, no te conviertas en el otro bando.
  3. Juega. A esta edad lo niños desbordan energía y es uno de los motivos por los que no paran quietos. En lugar de intentar frenar algo irrefrenable, ¿por qué no compartes juegos? Quemar energía es algo que beneficia a todos, especialmente a un padre estresado.
  4. Pon límites. Los necesitan. Saber hasta dónde puede ir un niño es fundamental para su propia actividad. "Para que un niño sea feliz es fundamental que se sienta protegido. El sentimiento de protección aparece si en casa existen los límites y si los padres los mantiene de forma firme y constante", escriben los psicólogos Rocío Ramos-Paul y Luis Torres en 'Niños: instrucciones de uso' (Aguilar 2014). Esto permite a un niño sentirse "seguro y protegido porque sabe quién está al mando y con quién puede contar para que le guíe en su aprendizaje".
Un niño de dos y tres años es capaz de poner al límite a sus padres. Sobre todo si son primerizos. "Mi hija de 3 años acaba de liarla porque accidentalmente he dicho que llevaba una camiseta y no una falda". Lo escribe desesperada una madre en twiter. No es la única, busquen los hashtag #threenager y #terribletwos... ¿Será un entrenamiento para la adolescencia real?
 
EL MUNDO, 28/03/2014 
Imagen: Diego marzo 2014

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