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¿Los niños que cobran paga son más consumistas?

ISABEL SERRANO ROSA
El dinero no es ni bueno ni malo, es sólo algo con lo que nos relacionamos todos cada día; unos bien, otros mal y la media regular. Hace años asistí a un seminario en Estados Unidos sobre autoestima y, para mi sorpresa, uno de los monográficos principales trataba sobre la psicología del dinero y la prosperidad. Plantearon las siguientes preguntas: ¿quién te enseñó el valor del dinero? ¿cuál fue tu primera experiencia relacionada con temas económicos? Descubrí que me sentía muy incómoda hablando en público de lo que deseaba ganar. Hablar de dinero era más difícil que hacerlo de sexo en el distendido seminario posterior.
Aprendí que los padres son los primeros que enseñan a sus hijos a relacionarse con el mundo financiero y que, a través de esas primeras experiencias, vamos creando una serie de patrones interiores que condicionan tanto como la situación externa que nos toca afrontar. Pensé en mi primera experiencia económica: con mi paga de cinco pesetas compré un monedero de charol monísimo ¡a plazos! Yo pagaba cada semana a mi primera financiera -la panadera de mi barrio- como mi ahorradora madre pagaba los plazos de sus electrodomésticos: ¡era una digna hija de los 60!
Aprendí a endeudarme para comprar mis deseos. Ahora como progenitores nos toca enseñar a los hijos a manejarse en un mundo todavía regulado por transacciones pecuniarias. Un informe elaborado en 2013 por investigadores de la Universidad Complutense de Madrid confirmaba que el 62,1% de los adolescentes pide dinero a sus padres según sus necesidades. Hace sólo 12 años, en 2001, la cifra se invertía y el 62% de los chicos recibía paga semanal o mensual. ¿Qué patrón financiero mental cree usted que transmite esto a los hijos? Una de las consecuencias es que los chavales no tienen una noción realista de lo que gastan.

¿PAGA O DINERO A DEMANDA?

Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), el contexto económico de crisis ha recortado las cantidades que reciben los hijos, pero el patrón financiero sigue siendo el mismo: muchos padres optan por dar dinero a demanda. La educación que reciben los niños enseña a ser cada vez más autónomos en otros ámbitos, pero en los temas económicos no es así. Si damos dinero a demanda, los responsables de diferenciar lo que es una necesidad de lo que es un capricho somos sólo nosotros, por mucho que acompañemos la donación con un bonito discurso sobre el valor del dinero. En educación cuentan las acciones; para ellos, el dinero viene mágicamente del cajero automático de papá o mamá, sin otro esfuerzo que convencer a unos progenitores que de entrada ya están ganados. Bien diferente de la experiencia que tendrán cuando hayan de persuadir a un superior para que les aumente el estipendio. No se favorece la responsabilidad, ni la discriminación de lo necesario de lo superfluo, en un entorno bombardeado con propuestas de consumo caras e inútiles -¡la camiseta del equipo de fútbol de mi hijo cuesta 100 euros!-
La paga, adecuada a la edad, al nivel de maduración y a las posibilidades reales, es una buena herramienta de aprendizaje para desprogramar a los hijos de estos mensajes consumistas, manejar sus finanzas personales y autorregularse, porque no pueden tener todo lo que se les antoja. La paga ayuda a educar en el principio de realidad en asuntos económicos, favorece el aprendizaje del valor del dinero y eso se consigue siguiendo las leyes de éste: ganar, gastar, ahorrar e invertir. En el caso de los chicos, también ayuda a saber la relación del dinero con el esfuerzo propio, la cooperación en la familia. Finalmente, enseña a gastar en función del dinero disponible; todos los niños saben que éste sirve para comprar cosas pero no saben el precio de las mismas y, menos aún, si disponen de cantidad suficiente. Hemos de enseñarles que con sus 10 euros no se comprarán la camiseta de su equipo pero sí podrán... si ahorran. Sirve para posponer la recompensa y manejar mejor la frustración. Conseguir una meta es una fuente importante de autoestima y de bienestar psicológico por encima del placer que proporciona obtener algo de forma inmediata y rápida. Este es un mensaje importante para los padres preocupados por la felicidad de sus hijos.

EDUCACIÓN FINANCIERA

En algunos colegios se han empezado a aplicar conceptos básicos de economía en Primaria; en lo que se refiere a los adolescentes, es más fácil que asistan a cursos de educación sexual que de contabilidad personal, igualmente importante. Somos los padres los primeros referentes, hemos de educar en valores de consumo responsable aunque, muchas veces, la dificultad está en las propias creencias con respecto al dinero.
Como terapeuta de pareja asisto a grandes conflictos por la disparidad de patrones económicos, es decir, lo que significa el dinero para cada progenitor: seguridad, libertad, placer, ilusión, estatus, etc. Un padre daba otra paga a escondidas a su hija porque el dinero para él servía para comprar ilusión frente a la idea de su mujer de aportar seguridad. Tuvieron que crear un patrón económico específico para su familia. El dinero no da la felicidad, los países más ricos no son los más felices. Es como la tecnología, nos hace la vida mucho más fácil si respetamos sus reglas e insoportable si no lo hacemos.

CÓMO GESTIONAR LA PAGA

Para los más pequeños

La paga empieza sobre los siete años porque ya saben sumar y restar. A los chiquitines se les involucra jugando a la tienda, al juego de "hoy sí compramos, hoy no compramos", para que toleren la frustración o cuidando sus cosas. En las primeras pagas les pedimos que gasten la mitad y ahorren la otra mitad en su hucha para que consigan alcanzar pequeños deseos. Es mejor darle una cantidad semanal, más fácil de gestionar, de entre tres y cinco euros. Les explicaremos que como padres vamos a cubrir sus necesidades y ellos sus pequeños caprichos.

Para los adolescentes

La paga es imprescindible y vale la pena aumentarla, aunque no en exceso, para que perciban unos límites. Será entre 15 y 20 euros a la semana, que también se puede pagar al mes. Servirá para cubrir sus otras necesidades: conciertos, ropa de moda, etc., pero no gastos básicos. Se favorecerá el ahorro de un tercio de su paga e la inversión para el futuro con un fondo para estudios, por ejemplo, y la autofinanciación con otros trabajos o vender pertenencias en webs de segunda mano.
EL MUNDO, Jueves 23 de febrero de 2017

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