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Teresa Rosillo: «Se nos ha olvidado decirles a los niños que los padres mandan»

CARLOTA FOMINAYA
«Es terrible ver cómo muchos niños de hoy no saben hacer nada... pero porque no se lo han enseñado en casa. Los padres quieren tener hijos perfectos pero se olvidan de formarles», asegura Teresa Rosillo, psicóloga psicoterapeuta, formadora en escuelas infantiles y autora de «Padres saludables» (Pirámide). En este libro Rosillo explica a los padres cómo ayudar a los niños a desarrollar todo su potencial para vivir de forma plena tanto en familia como en sociedad. El objetivo final: «Que los niños sean autónomos», concluye.
—Los tiempos han cambiado mucho, y la educación también. Pero cuanta más información tienen los padres en este sentido, más perdidos parecen...
—Estamos tan pendientes en aprender a educarles o de ofrecerles conocimientos que, al final, nos estamos olvidando de enseñarles valores. Los niños tienen que ser autónomos, tienen que compartir, saber respetar, compartir, ser generosos... pero esto hay que enseñárselo. El error está en decirles, más bien gritarles: «¡comparte!», cuando no les has enseñado previamente cómo hacerlo. Esto no se consigue con una frase, sino con un método, y además no se consigue de un día para otro.
—¿Por qué los padres fallamos en el objetivo principal de lograr que nuestros hijos sean autónomos?
—Por lo general, los niños están deseando ser autosuficientes. Pero muchos padres no quieren que sus hijos pasen etapas. Les gusta que los niños dependan de ellos. De hecho, les gusta tanto, que no ayudan al pequeño a crecer y luego lo justifican con las más diversas teorías. Hoy en día existe tanta información que siempre vas a encontrar una que case o esté acorde con tu pensamiento. Pero debajo de eso normalmente subyace un miedo del padre o la madre a que el niño deje de depender y les olvide. Miedo, de hecho, por un apego inseguro.
—Usted se refiere a esos padres que no se despegan como padres «chapa». ¿Cómo actúan?
—Suelen ser aquellos que están siempre presentes, que no se pueden separar de su prole. Aquellos que no dejan nunca de saber dónde está su hijo, que están constantemente encima, controlando, vigilando para que no se caigan, no se hagan daño... que llevan la fruta cortada en un tupper y en el parque la van pinchando y metiéndosela en la boca al niño mientras este se encuentra en el columpio. Por otro lado, se nos ha olvidado decirle al niño que los padres mandan, y a ser respetuosos. Se le puede dejar elegir entre plátano o naranja, pero tomar fruta no es opcional.
—¿Qué tipo de niños crean estos padres, «facilitadores» de todo?
—Niños que no se saben frustrar, que no toleran un error, que no tienen iniciativa por miedo a equivocarse, que no tienen capacidad para ponerse en el lugar del otro.. Pero tanto que se habla y que le preocupa a la gente la autoestima, tanto que se habla de inteligencia emocional, de conocerse a uno mismo... y la sociedad está creando verdaderos narcisos que no saben ponerse en la piel del de enfrente. Deberían saber que la autoestima pasa más bien por la autonomía, por saber hacer las cosas por uno mismo. Pero insisto, si un niño no sabe hacer las cosas él solito, si no sabe poner en práctica los recursos o herramientas fundamentales, al final esas competencias no se desarrollan.
—Nadie nace con la capacidad para ponerse en el lugar del otro. ¿Cómo se puede enseñar al niño a sentir o a pensar como lo harían otras personas?
Como digo, hoy en día muchos padres creen que lo mejor para sus hijos es dárselo todo, estar siempre disponibles, dispuestos a satisfacer los deseos del menor. Pero en ocasiones, el ceder y sacrificarse sin límite por el niño, sin excepciones y por encima de todo, va creando una forma de relacionarse con el niño que tiene como consecuencia que éste no aprende a ponerse en el lugar de otra persona. No entiende que su madre un día esté cansada para leerle un cuento, o que no pueda cogerle en brazos cuando le duele la espalda. Por eso, cuando uno esté cansado, o le duela algo, debe decir que no puede hacer aquello que le están pidiendo.
Los padres también tienen que explicar lo que les pasa por la cabeza, no esperar a que los niños lo sepan sin más. Y contarles sus cosas: «Hoy me he enfadado en el trabajo con alguien», para que entienda que su padre ha tenido un mal día y que tiene vida fuera de lo que él ve... Es necesario enseñar día a día a nuestros hijos a ponerse en nuestro lugar (de una manera u otra, dependiendo de la edad del niño), para que entiendan que los padres tienen unos sentimientos, unas emociones propias, expectativas y deseos. Que también se cansan, que les duele el cuerpo y se enferman. Si el niño no comprende esto, nunca podrá salir de su egocentrismo natural y ver más allá de su camisa.
—Una de las primeras competencias de las que usted habla en su libro es el autoconocimiento. ¿Cómo podemos ayudarles en la aceptación de uno mismo?
—Verbalizando nosotros lo que les pasa a ellos, explicándoles en qué consisten ciertos síntomas físicos y validando sus emociones... Y haciendo algo que se nos olvida a menudo: Decirles que les queremos. Aunque uno crea que su hijo lo sabe, hágale que lo sepa. Dígale que está orgulloso de su compañía, que disfruta haciendo cosas con él, dele mimos, besos y caricias. No le etiquete, y por supuesto no le compare con hermanos o amigos. En definitiva, acéptele en su totalidad.
—La resistencia a la frustración es otra de las competencias que aparecen en su libro imprescindibles hoy en día. ¿Cómo podemos ayudarles a aceptar un «no» por respuesta... aunque les duela?
—En efecto, en la sociedad actual proliferan los menores con muy poca capacidad de frustración. Se trata de niños que toleran muy mal el «no» por respuesta, que buscan constantemente sentirse bien y gratificados y que no aguantan un minuto de desagrado ni de aburrimiento. Pero esto es por un motivo. Las familias de hoy en día tienen hijos normalmente muy deseados y poco tiempo para compartir con ellos. Como consecuencia de todo esto, estamos ante una generación de padres que no saben, no quieren o no pueden decir no a sus hijos, que no les frustran por miedo a sus reacciones. Pero estoy hay que cortarlo. Y es algo que tienen que tener muy claro los padres: No hay que tener miedo ni culpa por decir no a nuestros hijos. Su educación, su bienestar futuro y su felicidad dependen de eso. Eso sí, los límites que impongamos al niño deben ser lógicos y constantes, y no modificables en función del ambiente o del estado de ánimo del menor. Por ejemplo, no podemos decirle al niño que no puede tomar bebidas con cafeína porque es un niño y no es bueno para él, y al día siguiente, para que no se tire al suelo y se enfade delante de una amiga, darle a probar un poco. Otro error típico es dar órdenes pero con una expresión facial que dice lo contrario.Puede ayudar dar órdenes claras y directas, y exponer normas firmes que no dejen lugar a dudas...
—¿Qué opinión tiene de los grupos de WhatsApp del colegio, tan actuales en este momento, respecto a la competencia de la autonomía?
—En ocasiones pueden ayudar, pero también resultan peligrosos, en cuanto que es una forma de quitar al niño responsabilidad. Lo ideal es decirle al menor que es él quien tiene que ocuparse de su día a día. A base de ese trabajo al final se consigue que estén pendientes de lo suyo. Una buena fórmula podría ser dibujarles en algún lado una especie de horario para que ellos puedan mirar los días que les toca ropa deportiva, o uniforme, por ejemplo.
ABC, Miércoles 1 de febrero de 2017

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