LAURA PERAITA
Muchos de los padres de hoy, cuando aprendieron a montar en
bicicleta, se montaron en ella y empezaron a dar pedales. Sin más.
Actualmente, a los niños se les enseña de una manera distinta. Se les compra la bici, eso sí; pero también un casco, coderas, rodilleras, guantes...
Este sencillo ejemplo viene a corroborar de una forma
visual que los padres son cada vez más protectores. Conscientes de ello
—del esfuerzo que supone para los progenitores estar pendientes de cada
detalle que pueda perjudicar a los pequeños y del efecto negativo en los
hijos—, no son pocos los casos de padres que llegan angustiados a la
consulta de los psicólogos en un intento de dejar de ser tan
sobreprotectores y no saber cómo hacerlo.
Protección, según el diccionario de la Real Academia
Española, significa «amparar, favorecer, defender» y puede ser tanto a
nivel físico como psíquico. Según Susana de Cruylles, psicóloga Clínica del Hospital Universitario Príncipe de Asturias,
en el campo de la educación de los hijos existen dos pilares básicos:
el amor y las normas. A partir de ellos, se formulan muchos tipos de
padres: los pasotas, que conceden a sus pequeños poco amor y poca norma;
los autoritarios, mucha norma y poco amor... Los padres
sobreprotrectores dan mucho amor, pero también mucho control: «No te
subas ahí, que te vas a caer», «No estés triste, toma lo que quieras»,
«No se lo digo a nadie, tú tranquilo»...
Pautas para cambiar
El problema es que «les cuesta ver la separación existente
entre protección-sobreprotección, y suelen llegar a consulta pidiendo
pautas para poder cambiar —apunta Verónica Corsini, de Servicios Psicológicos Koan—. Al ser padres, tienen tanto un derecho como un deber de proteger la vida física y psíquica de sus hijos».
Existen, según Susana de Cruylles, varias razones por la que actualmente se protege más a los hijos. «Por un lado, que cada vez nacen menos niños y hay una mayor tendencia a centrarse en los que se tienen. Además, hay un mayor acceso a información, sobre todo de noticias catastróficas,
y los padres tienen más miedo a que les pase algo a sus hijos. Tampoco
hay que olvidar que las familias están menos tiempo en casa y, cuando
están, quieren dar todo a sus hijos como forma de compensarles por sus
ausencias».
Modos de protección y consecuencias
Verónica Corsini, de Servicios Psicológicos Koan señala varias maneras de sobreproteger a un hijo y las consecuencias psíquicas que supone para los pequeños:
—Prohibirles realizar sus propios deseos por una percepción de daño exagerado puede
conllevar a una falta de conocimiento de sí mismos, así como del mundo
que les rodea, lo que tendrá un efecto de falta de confianza, seguridad y
autoestima. Los niños deben poder caerse para experimentar lo que
supone levantarse y sentirse orgullosos de sus propias capacidades y
logros.
—Otro modo es negar sus propios sentimientos cuando nos cueste conectar con nuestras emociones. «Quiero ahorrarle que lo pase mal»,
suelen decir algunos padres. Los niños lloran, gritan, se enfadan…
Necesitan poder sentir y ponerle palabras a lo que sienten para
entenderse y conocer sentimientos.
Si les interrumpimos, rechazamos y nos asustamos, no serán
capaces de desarrollar una autorregulación interna ni integrar
sentimientos. Esto les producirá una gran inseguridad y tensión interna. Por supuesto,
no todas las acciones están permitidas, pero sí lo están todas las
emociones. Podemos ayudarles a poner en palabras sus emociones a través
de juegos, dibujos, lenguaje, aunque no les permitamos realizar la
acción en cuestión.
—También se produce una cierta sobreprotección cuando nos adelantamos a ellos.
Cuando salimos al paso de los deseos de nuestros hijos y ellos no ven
el esfuerzo que implica, les estamos negando la posibilidad de
desarrollar capacidades, de aprender cómo se hace, de entender cómo
funciona. Muchos padres responden a tal cuestión diciendo «es que yo lo
hago más rápido y con menos esfuerzo que él». Claro, el aprendizaje
requiere paciencia y tiempo pero el esfuerzo es una piedra básica para
que podamos aprender de nosotros y de cómo funciona nuestro entorno.
—Otra manera es ocultarles información por miedo a que sufran o se frustren.
Los niños necesitan poder hacerse cargo de las situaciones. Debemos
enseñarles poco a poco a relacionarse con las limitaciones, las dudas,
las pequeñas frustraciones del día a día para que puedan desarrollar
recursos de afrontamiento. Por el contrario les estamos exponiendo sin
herramientas propias lo que en momentos difíciles puede llevar a
desestructurarles.
Diferenciar el miedo real
En resumen, «cuando sobreprotegemos a un hijo estamos dándole varios mensajes de un modo subliminal: “No eres capaz”,”
no puedes hacerlo”, “no puedes confiar del todo en ti mismo”… Aunque
creamos que le estamos protegiendo», explica Verónica Corsini.
Recomienda esta psicóloga pararse a pensar también en la
otra cara de la moneda: los padres. Ellos también han sido niños y
educados de un cierto modo cuando eran pequeños. «Cada uno de nosotros tenemos nuestra historia anterior y nuestras experiencias que nos van formando como persona y esto influye en nuestra forma de ser como padres».
Susana de Cruylles apunta que los padres deben saber
diferenciar el miedo real de que les pase algo a sus hijos del miedo
imaginario. «Si un pequeño se sube a un tobogán, ciertamente se podrá
caer, pero no por ello debemos sujetarle todo el tiempo. Otra cosa es
que se suba a la quinta rama de un árbol y corra peligro de romperse la
cabeza. Si somos sobreprotectores con el tobogán es probable que de
mayores no les dejemos salir de casa para así evitar que beban alcohol».
«Una frase que escucho muchas veces —prosigue Verónica
corsini— es “no quiero que a mi hijo le falte lo que me faltó a mí”, “No
quiero que cometa las mismas equivocaciones”, “Es que somos como uno,
es igualito que yo”. Estas expresiones resaltan un concepto importante
de entender: la necesidad de individualidad y de verse como ser separado.
Los hijos son personas, con propios deseos, miedos, fantasías… No son
una prolongación de uno mismo. La incapacidad de poder entender esto es
lo que se esconde muchas veces detrás de la sobreprotección. Pero si
entendemos que es más un deseo nuestro como padres de seguir manteniendo
esa unidad, podremos respetar el deseo de nuestro hijo de realizarse
como persona».
Algunos expertos afirman que casos extremos de sobreprotección pueden llegar a ser una forma más de maltrato infantil, ya que estamos dejando sin recursos psíquicos al
niño para afrontar y enfrentarse a la vida. Alguna vez, detrás de ello
se esconde una cierta agresividad ante el desarrollo del otro como ser
separado.
«Servimos de modelo para ellos, pero no debemos confundirnos con ellos —concluye la experta de Servicios Psicológicos Koan—.
Nuestros miedos no son los suyos, nuestras carencias no son las suyas,
nuestros deseos son diferentes. Si comprendemos eso y les damos calidez
en el trato, a la vez que les exigimos teniendo en cuenta sus propias
capacidades, estaremos favoreciendo un buen desarrollo físico y psíquico
de nuestros hijos».
ABC, Miércoles 16 de octubre de 2013
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