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"Educar en la felicidad es no hablar de problemas, sino de soluciones"

ANNA CABEZA / BARCELONA
La psicóloga Patricia Ramírez, experta en temas de salud y de deporte, es una buena consejera para aquellos padres y madres que quieren mejorar la relación con sus hijos y potenciar una educación mejor. La clave, según ella, pasa por «educar en la felicidad».

—¿Por qué habla de educar en la felicidad?
—Tendemos a educar en lo tradicional y en lo académico y no nos damos cuenta de que la inteligencia emocional es una parte importantísima del éxito de una persona. Si no educamos a la gente para que sea feliz, igual uno no sabe cómo tiene que serlo.

—¿La crisis y el estrés condicionan a los padres a olvidarse de esta parte primordial?
—Sí, porque cuanto más estrés hay en tu vida más cuesta fijar la atención en los pequeños placeres de la vida. Pero tenemos que hacer un esfuerzo, porque educar es una gran responsabilidad.

—¿Cuáles son los aspectos que más olvidamos con el día a día estresante?
—Olvidamos el sentido del humor, tener paciencia, el respeto hacia los demás, por ejemplo cuando conducimos o cuando gritamos a un entrenador. No nos damos cuenta que estamos educando en valores, pero para mal. 

—¿Cómo un padre puede cambiar estas conductas y educar más en positivo?
—Lo primero que tenemos que hacer es convertirnos en modelo de lo que nosotros esperamos de nuestros niños. Si queremos que sea respetuoso, que controle sus impulsos, que no hable mal ni falte al respeto o que sea obediente tendremos que ser personas cívicas y respetuosas. Si queremos educar en la felicidad, en casa tiene que haber un ambiente divertido y alegre, en el que no se hable continuamente de problemas, sino de soluciones. Con los niños hay que ser sinceros, siempre apoyando y transmitiendo seguridad. A la hora de regañar no podemos gritar ni pegar ni faltar al respeto ni etiquetar al niño ni amenazarlo con que «un día de estos cojo la puerta y me voy». Hay que decir las cosas de forma honesta y clara y hay que criticar las conductas, no las personas.

—¿Y si el padre pasa poco tiempo en casa, cómo se mejora la educación?
—Lo que importa del tiempo es la calidad, no la cantidad. Por eso, el tiempo que estás con ellos durante la cena tienes que estar con ellos, no con el Whatsapp. Hay que cambiar detalles como estos. 

—Internet y las nuevas tecnologías son fuente de problemas con los adolescentes. ¿Cómo debe abordarlo un padre?
—Podemos interactuar con ellos a través de estas redes, igual que hacemos con nuestros amigos. Es otra forma de comunicación válida. Puedes mandarles mensajes como «suerte en el examen», «te quiero», «tienes la merienda encima de la mesa» o «tengo ganas de verte» o puedes hablarles por Twitter o tener un chat de toda la familia en el que se cuelgan fotos y noticias. Hay que mirar la parte positiva de las redes sociales y relacionarnos con ellos por allí. 

—¿Que no sea una barrera?
—Exacto. Que sea lo contrario, una ayuda.

—¿Cuáles son las conductas de los niños con las que los padres tienen que vigilar más?
—Hay que vigilar las páginas por donde se meten, por donde se mueven y los amigos con los que salen. Igual que tienen límites horarios, también tienen que tener límites en Internet y redes sociales. Es necesario un control y eso no significa violar la intimidad. Además, en Primaria hay que estar muy pendientes en que el niño coja hábitos, de comida, de salud o de estudios. Si están adquiridos, de adolescentes la conducta rebelde puede ser mucho más controlada.

—¿En qué están más alejados padres e hijos?
—Los padres que son autoritarios tienden a alejar al hijo, ya que ellos saben que cualquier cosa que hagan no va a ser aprobada por sus padres. Todo depende de la confianza, las reglas, la dinámica y la comunicación que hay en casa, que tiene que ser bidireccional. En el momento en que hay respeto en las conversaciones y no haces perjuicios estás manejando la situación. 

—¿Y qué consejo le puedes dar a un padre para que se acerque su hijo?
—Si él te habla mal y tú le contestas mal se genera una batalla. El mayor consejo es generar un clima de confianza y tranquilidad para que se pueda hablar de todo en casa, porque tendrás mucho solucionado. Y la confianza se establece con el respeto y hay que tener en cuenta que tú tienes que respetar también a tus hijos. La frase del «aquí mando yo y yo hago lo que me da la gana» está «demodé'». Hay que decir al niño que hay unas cosas en casa innegociables, como que hay que estudiar o los horarios y las normas, pero otras cosas se tienen que pactar con ellos.

—¿La sociedad actual, en la que parece que hay más libertades, es mejor para la comunicación entre las familias?
—Tiene sus ventajas y inconvenientes. Pero yo le veo muchos beneficios porque cuanto más próxima sea la relación entre padre e hijo más conocimiento se tiene de qué hacen, con quien y cómo y así se conocen más también los peligros. Y todo esto tiene que verse como una oportunidad.
 
ABC, Jueves 21 de noviembre de 2013

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