Ir al contenido principal

Dormir con Estivill o con González

PATRICIA GONSÁLVEZ
Dos médicos se han colado en el dormitorio de miles de padres españoles. Por un lado, Eduard Estivill, pediatra neurofisiólogo y especialista europeo en medicina del sueño, autor del bestseller Duérmete niño (1996). Su fórmula: el sueño es un hábito que se enseña en una semana aplicando un método conductual que consiste en dejar llorar al niño a intervalos pautados (primero un minuto, luego 3, luego 5) para que aprenda a tranquilizarse y a dormir solo del tirón.
Al otro lado, Carlos González, el pediatra autor del exitoso Bésame mucho, plantea una filosofía de apego que asume y respeta que los niños sanos simplemente duermen como duermen hasta que aprenden naturalmente, y considera que siempre que los niños lloran hay que atenderlos.
González defiende además como una opción práctica el colecho (toda la familia en la misma cama). Estivill lo desaconseja y recomienda sacar al bebé a su propio cuarto a los tres meses. Respecto a dónde deben dormir los bebés, el consenso de las asociaciones pediátricas es que lo “más seguro” para prevenir la muerte súbita del lactante y posibles ahogamientos es que, hasta al menos los seis meses, duerman en su propia cuna, pero junto a sus padres en el mismo cuarto.
Tanto Estivill como González tienen fans fervorosos y feroces críticos. A unos, lo de dejar llorar les parece cruel y traumático, una domesticación egoísta; para otros, el laissez faire de la crianza natural crea niños consentidos y dependientes y esclaviza a los padres.
Estivill niega la mayor. “Las críticas al método conductual son opiniones frente a una realidad científica: es supereficaz para aprender a dormir y nada traumático a la larga”. “Funciona en el 94% de los casos y en los pocos que no, suele haber un problema emocional de la madre”, continúa el médico al que su amigo Joan Manuel Serrat bautizó como el Doctor Sueño. “Es un debate ficticio, solo una minoría de padres se refugian en grupos fundamentalistas que defienden que nunca hay que frustrar al niño, aunque haga pipí en el sofá, coma en el suelo o quiera dormir con ellos”, dice.
La visión de Carlos González sobre el método que él no aplicaría es mucho más… como sus consejos. “Estivill piensa una cosa, yo no estoy de acuerdo… tampoco es el fin del mundo”, dice. “Si lo que quieres es que el niño no te moleste, no pongo en duda el método conductual, claro que funciona, lo que cuestiono es el objetivo”, dice, “si no le haces caso, el niño dejará de llorar, sí, pero lo que yo quiero es que mi hijo confíe en mí y sepa que le voy a prestar atención cuando lo necesite”. “Si me preguntas ¿quiénes son mejores padres, unos que hacen el método Estivill o unos que no? ¡Pues no sé! Eso depende de lo que hagan el resto del día”, dice González. “Lo importante es entender que nadie lo hace todo bien”.
Ambos pediatras coinciden en que el debate se radicaliza en Internet “donde se dicen muchas cosas y no siempre las más sensatas”, según González. “Supongo que en ambas escuelas hay prejuicios y que las madres son reñidas por hacer una cosa y la contraria, y también sospecho que la maternidad nos hace muy susceptibles”, concluye.
Estivill y González trabajaron hace años en el mismo hospital de Barcelona, pero apenas se trataron. Solo han coincidido en un debate radiofónico (ni siquiera en el mismo estudio). “Lo medios de comunicación no son el foro adecuado para un debate científico”, dice Estivill. “Tal como está la tele”, bromea González, “la cosa podría acabar siendo La isla de los pediatras”.
EL PAÍS, 01/03/2015

Comentarios

Entradas populares de este blog

«Los buenos modales no están de moda, pero es imprescindible recuperarlos»

FERNANDO CONDE Hoy en día es frecuente enterarte por los medios de noticias relacionadas con la falta de respeto, el maltrato, el acoso, etc. Podemos observar muchas veces la ausencia de un trato adecuado a los ancianos, la agresividad incontrolable de algunos hinchas de fútbol; la poca estima a la diversidad de opiniones; la destrucción del medio ambiente; el destrozo del mobiliario urbano y un largo etcétera que conviene no seguir enumerando para no caer en el pesimismo que no conduce a nada y el problema seguirá ahí. Un problema que podríamos resumir en que se ha ido perdiendo el valor de la dignidad humana en general. Los modos para alcanzar la felicidad, siempre deseada, se apartan de las reglas y normas de conducta más elementales de convivencia colectiva que han acumulado las culturas y los pueblos a través de los siglos. La idea de que «la dignidad empieza por las formas» que resume este artículo es una afirmación bastante cierta, porque la forma, no pocas veces arrastr

Qué le pasa a tu bebé cuando dejas que llore sin parar

  GINA LOUISA METZLER Muchos padres creen que es útil dejar llorar a su bebé. La sabiduría popular dice que unos minutos de llanto no le hacen daño, sino que le ayudan a calmarse y a coger sueño. Se trata de la técnica de la espera progresiva , que fue desarrollada por el doctor Richard Ferber, neurólogo y pediatra de la Universidad de Harvard en el hospital infantil de Boston (Estados Unidos) , y que sigue utilizándose en la actualidad en todo el mundo. Casi nadie sabe en realidad lo que ocurre a los bebés cuando siguen llorando, pero las consecuencias físicas y psíquicas podrían afectarles toda su vida. Cuando un bebé llora sin que sus padres lo consuelen, aumenta su nivel de estrés , ya que, a través de su llanto, quiere expresar algo, ya sea hambre, dolor o incluso necesidad de com

¿Qué hay detrás de las mentiras de un niño?

ISABEL SERRANO ROSA Los niños no son mentirosos, pero mienten . Lo hacen cuando tienen algo que decir o que aprender. Hasta los cuatro años, con sus historietas sorprendentes, quieren narrarnos su mundo de fantasía. Somos la pantalla en la que proyectar su película. Entre los cuatro y los siete años construyen su mini manual de moralidad con ideas muy sencillas sobre lo que está bien y mal, basado en sus experiencias "permitido o no permitido " en casa y en el colegio. Con su gran imaginación, las mentiras son globos sonda para saber hasta dónde pueden llegar. Entre los ocho y los 12 años la realidad se abre camino y la fantasía se vuelve más interesada.  El pequeño pillo de nueve años desea ser bueno, pero se le escapan las trolas por el deseo de gustar a los demás, ocultar alguna debilidad o evitar castigos. En general, mienten a sus crédulos coetáneos o, por el contrario, les escupen a la cara alguno de sus descubrimientos del trabajo de campo que significa crecer.