CLARA MARÍN
Las enfermedades cardiovasculares son la primera causa de muerte a
nivel mundial. No obstante, se sabe que el estilo de vida es decisivo a
la hora de prevenirlas. La Organización Mundial de la Salud es muy clara
a este respecto: los principales factores de riesgo (una dieta malsana,
la inactividad física, el tabaco y el alcohol) son modificables y son
responsables de aproximadamente un 80% de los casos de cardiopatía
coronaria y enfermedad cerebrovascular.
Ahora, un estudio publicado en la revista Circulation: Cardiovascular Quality and Outcomes,
demuestra que la prevención no sólo debe empezar cuanto antes, sino
que, además, tiene sus recompensas a largo plazo. La publicación pone de
manifiesto que el declive en la salud cardiovascular puede comenzar en
la infancia, y esto, probablemente, impactará negativamente en la salud
del futuro adulto.
"Cuanto mejor podamos equipar a nuestros niños para que
tomen decisiones saludables, mayor salud cardiovascular tendrán en el
futuro. Y aquellos que preserven su salud cardiovascular hasta la
mediana edad, vivirán más y mejor", señala Donald M. Lloyd-Jones, autor
del estudio y profesor de medicina preventiva en la Escuela de Medicina
de Chicago.
La investigación que Donald ha dirigido analizó en 8.961 niños y
niñas estadounidenses de entre dos y 11 años (siendo la edad media 6,8)
cuatro de los indicadores de salud cardiovascular más importantes: la
adeherencia a una dieta sana, el nivel de colesterol, el índice de masa
corporal (IMC), y la tensión arterial.
El resultado es que ninguno de los niños aprobaba en todos
los parámetros. Todos tenían, como mínimo, un buen resultado en alguno
de los cuatro, pero ninguno, entre los más de 8.000, cumplía todos los
requisitos. La dieta sana fue la peor parada: menos del 1% de los niños
de entre cinco y 11 años seguía una dieta ideal. En el otro extremo, la
tensión arterial fue el indicador que mejor tenían los niños. Entre
medias, el número dos lo ocupaba el IMC -aproximadamente el 30% de los
niños no tenían un peso correcto-, seguido del colesterol, que ocupaba
el tercer puesto, con un 40% de los niños con un nivel excesivo.
Con los resultados sobre la mesa, claramente, la dieta es la
asignatura pendiente de la infancia. No sólo es que la grandísima
mayoría de los niños, en general, no cumplían una dieta calificada como ideal y sana
sino que, si se bucea entre los datos que ofrece la investigación, se
obtienen cifras ciertamente preocupantes: más de la mitad de los niños
consumían más de la cantidad recomendada de bebidas endulzadas con
azúcar (que no debe sobrepasar las 450 kilocalorías por semana), menos
del 10% comía la cantidad de fruta, verdura o pescado que deberían, y el
90% tomaba más sodio del recomendado por la Asociación Americana del
Corazón ( que debe estar por debajo de los 1.500 miligramos por día).
Para Leandro Plaza, presidente de la Fundación Española del Corazón,
la clave está en lo que los niños comen: "la dieta tiene una influencia
directa sobre la obesidad, y ésta cada vez se relaciona más con la
hipertensión y el colesterol cuando se es adulto", explica en
conversación con EL MUNDO.
Plaza insiste en la importancia clave que tiene la prevención en este
asunto: en un país donde la obesidad infantil ha crecido
significativamente en los últimos años, "en la infancia, la educación
para seguir una buena alimentación debería estar presente en los
colegios, y evidentemente, esto es algo que primero tienen que entender
los padres", cuenta.
Precisamente el mes pasado, Plaza publicó en la revista Circulation
otra investigación que también buscaba en la infancia el origen de la
enfermedad cardiovascular, y que concluyó que los niños con un nivel
socioeconómico bajo tendían a tener un mayor riesgo cardiovascular,
porque solían comer peor y, además, no hacían tanto deporte porque, por
diversas razones, no accedían fácilmente a instalaciones deportivas.
Según este experto, tanto este estudio como el estadounidense
reflejan que la salud cardiovascular "tiene implicaciones económicas y
sociopolíticas", porque no sólo deben implicarse médicos y familias en
conseguir que los niños coman mejor, sino también la industria. "Las
compañías deben entender que tienen que hacer productos más sanos, con
menos gasas trans y además, etiquetarlos mejor para que el consumidor
sepa qué elegir", dice Plaza.
En definitiva, este cardiólogo señala que "la prevención
cardiovascular debe empezar lo antes posible, y debe centrarse
principalmente en la dieta, porque tiene una incidencia directa en la
presión y el colesterol", que son dos de los factores más importantes en
lo que a salud cardiovascular se refiere.
EL MUNDO, Miércoles 18 de marzo de 2015
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