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Manual para canalizar rabietas, miedos y frustraciones de tus hijos

SARA MONTERO
Aprender a controlar la ira, resolver conflictos como rabietas o comprender mejor el origen de los miedos de los niños. Ese es el objetivo de los 'Talleres de educación emocional para papás y mamás', organizados por la cadena deportiva Sprinter, que han impartido por diferentes ciudades de España. En las charlas, los expertos de 'Va de cuentos' dotan de herramientas a los padres para tratar diferentes situaciones con sus hijos, desde el terror a la oscuridad hasta la muerte de un ser querido.
Beatriz Pérez Rodriguez, fundadora de Va de Cuentos, es una de las encargadas de impartir estos talleres. En ellos, describen problemas con los que se encuentran los padres a diario y los educadores ayudan a descodificarlos: "Por ejemplo, el miedo a la oscuridad suele estar relacionado con el miedo a la soledad. De dormir con sus padres, pasan a estar solos en sus cuartos. Varias madres me han contado que su entorno les dice que no están haciendo bien las cosas si duermen con ellos. Yo les digo que no se agobien y que midan los tiempos".
El objetivo de estas sesiones es dotar de herramientas a los padres para resolver los problemas de hoy (como las rabietas o los celos de los niños), pero también los del mañana para que cuando sean adolescentes tengan las suficientes habilidades comunicativas para sortear sentimientos como la frustración, en vez de recurrir a la violencia. "Se trata de acompañamiento respetuoso para que los niños y las niñas sean más felices. Es inculcarles una felicidad que no tiene nada que ver con la que nos inculcaron a nosotros, basada en el éxito y la competitividad. Si tienen la autoestima alta y se ven reforzados en casa, van a ser niños capacitados para enfrentar los problemas". Es decir, en lugar de sobreproteger a los hijos y darles una solución para protegerles contra las situaciones dolorosas, ellos proponen que sea el niño el que resuelva sus propios retos.

Cómo canalizar la rabia

"Es una propuesta distinta. Estamos acostumbrados a la educación directiva y nosotros proponemos una educación emocional". En cuatro horas de sesión, primero se hace una pequeña introducción y después se leen cuentos, como 'El cojín de Martina', en el que trata las rabietas de una niña que chilla a su madre y cuya frustración acaba canalizando en este objeto. Después, surgen las dudas de los padres que van contando su propia experiencia.
"La rabia es necesaria. La agresividad biológicamente nos ayuda a posicionarnos y defendernos, pero lo importante es cómo expresamos esa rabia. Cuando un niño muerde es porque tiene esa pulsión de morder. Lo que hay que hacer es generar un espacio en el que pueda hacerlo", explica Beatriz. La práctica de deportes, los juegos al aire libre o, incluso, el uso de sacos de boxeo en adolescentes puede ayudar a que los niños liberen esa energía que de otra forma terminaría en golpes, patadas o gritos contra otro compañero.
También ayuda a los padres a empatizar con sus hijos y a buscar cómo reaccionan ellos a esa misma emoción: "Cuando eres adulto y un problema te genera rabia y llega alguien y te dice 'no pasa nada', no sirve para nada, ¿por qué con los niños iba a ser diferente?" La educadora da especial importancia a la resolución de conflictos:"Cuando dos niños en igualdad de condiciones se enfrentan, lo mejor es que los mayores no intervenga, sino que observen desde fuera la situación. Eso sí, siempre que ninguno de los dos sufra o no se produzca una situación de abuso de poder".

Mentiras piadosas

La falta de habilidad de los padres a la hora de expresar sus emociones es otro de los puntos a tratar en estas sesiones. Los niños aprenden lo que ven en sus progenitores. Por tanto, si hablar de sentimientos en casa es poco frecuente es probable que los menores reproduzcan el mismo comportamiento: "Nos extrañamos cuando un niño tiene un problema en el colegio y no lo cuenta. Quizá a visto a sus padres hacer lo mismo en casa", matiza.
Para ilustrar esos puntos oscuros donde la comunicación familiar no llega, Beatriz trabaja con el libro 'Colección de Mentiras Ilustradas' (Tandem Edicions, 2007), de Aitana Carrasco. En él se relatan todas las mentiras que los padres cuentan a sus hijos y que acaban por destaparse, desde las más nimias (como la existencia del Coco) hasta otras más trascendentales. "Les decimos cosas como 'si te tragas el chicle, se te pegará al estómago'. Luego ellos se enteran de que es mentira y ahí estás ya dañando la confianza en el adulto. Yo trabajo con adolescentes, les preguntas por qué no le cuentan los problemas a sus padres y te dicen cosas como 'para qué si me van a regañar', 'ellos también me mienten' o 'ellos no me hablan de sus problemas'".
Estas mentiras 'piadosas' se trasladan también a los acontecimientos más importantes en la vida de las personas, como la muerte y el luto: "Si a un niño le explicas desde pequeño que, por ejemplo, las plantas o los animales se mueren, cuando tengan que enfrentarse a una pérdida mayor ya tendrán los mecanismos desarrollados. Sin embargo, cuando ven un pájaro muerto por la calle les decimos que está dormido", explica Beatriz.
El modelo que plantean estos talleres es, simplemente, enseñar a elegir al niño ante un conflicto, tal y como reflexiona esta educadora: "Hemos protegido demasiado a nuestros hijos eligiendo por ellos, por eso ahora muchos jóvenes no saben qué quieren estudiar o a dónde encaminar su futuro". 
EL MUNDO, Miércoles 23 de noviembre de 2016

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