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Cómo explicarle a su hijo qué es la muerte y cómo superarla

MARÍA SÁNCHEZ SÁNCHEZ
La desaparición de un miembro de la familia, de un amigo o de alguien cercano siempre supone un descalabro emocional en el entorno del fallecido. Los niños no son una excepción. La muerte y la enfermedad, sin embargo, están cada vez menos presentes en nuestras conversaciones y en nuestros actos. "La sociedad actual ha confundido la vida con un parque temático", explica Javier Urra, doctor en Psicología y en Ciencias de la Salud. "Creemos erróneamente que siempre debemos estar divirtiéndonos y alegres. Pero la vida no es eso. Hay momentos en que te disgustas, tus amigos se enfadan y no te hablan, te surge un contratiempo...".


Lo mismo, dicen, ocurre en el caso de los niños. Evitar hablarles de estos temas para protegerlos, es un error. "Los niños lo que necesitan es seguridad. Si no hablamos de algo, sus miedos y ansiedad crecerán igualmente". Urra, que ha elaborado una guía para que los padres ayuden a los menores a afrontar las adversidades de la vida —el libro Fortalece a tu hijo—, señala que "al igual que llevamos a nuestros hijos al mercado porque creemos que es importante que vean los tomates, hay que enseñarles qué es un cementerio y que la vida es tan interesante precisamente porque tiene un límite".

Para la psicóloga clínica Victoria Noguerol, en todo proceso de duelo al que se enfrente un niño será clave la posición que adopte su entorno: "Lo que nosotros los adultos les proyectamos a ellos es fundamental: los aspectos socioculturales, nuestras creencias generales sobre la muerte, la vida, la pérdida…".


Noguerol, especializada en temas infantiles, añade que "es bueno que se acostumbren socialmente a lidiar con este asunto, que sientan y entiendan que la muerte forma parte de la vida". Los adultos no siempre están preparados para hablar directamente de la muerte, así que estas serían algunas pautas que aportan los psicólogos para ayudar en el duelo de los niños:

Mensajes adaptados a cada edad

Según el manual práctico Hablemos del duelo, elaborado por la Fundación Mario Losantos del Campo —y que puede descargarse de forma gratuita en su página web—, sería recomendable manejar una serie de conceptos básicos en función de cuatro grupos de edad:

Entre los 3 y 6 años: El niño, influido por los cuentos y las películas, aún cree que la muerte es reversible y temporal. No existe el concepto de muerte como tal.
Entre los 6 y 9 años: La muerte les despierta curiosidad sobre el cuerpo y los procesos y por conceptos abstractos como el cielo o el más allá.
Entre los 9 y los 12 años: El niño es más consciente de lo que supone la muerte y sufre por la realidad que sobreviene: quién cuidará de él o si cambiarán las circunstancias económicas.
Adolescentes: Sufren un duelo más cercano al de los adultos y no necesitan explicaciones adaptadas.

"El duelo se manifestará, al igual que ocurre con el resto de aspectos de la vida, de forma distinta según la edad y las circunstancias personales de cada niño", detalla la psicóloga Victoria Noguerol. "El impacto y los mensajes cambiarán, pero los niños utilizan siempre un lenguaje muy potente para expresarse. Si no es con la palabra será a través del sueño, la alimentación, la sociabilidad. Hay que estar atentos a sus hábitos".
"Utilizar el sentido común y la empatía siempre viene bien", explica la psicóloga. "Hay que decirle frases como ‘Comprendo tu enfado’, ‘Es normal que estés triste, porque yo también lo estoy’ o ‘Es una situación muy dolorosa y no podemos cambiarla, pero vamos a intentar entre todos que no nos haga más daño’, etc."
Por su parte Javier Urra señala que "los niños se adaptan muy rápido. Puede que haya muerto su padre y esté muy triste, pero si aparece su primo con un balón a las dos horas puede estar perfectamente jugando al fútbol con él. Esto no quiere decir que no tenga afecto por él o que en un rato vuelva a estar llorando desconsoladamente. Los niños, simplemente, viven el presente".

No mentir ni buscar eufemismos

"Hay que evitar a toda costa frases o expresiones que inviten al niño a desarrollar sus propias fantasías en lo que no es real", explica la psicóloga. "No, esta persona no se ha ido de viaje. Su cuerpo ha dejado de funcionar. Es fácil y sencillo".



"Hay que evitar a toda costa frases o expresiones que inviten al niño a desarrollar sus propias fantasías en lo que no es real". Victoria Nogerol, psicóloga clínica.

No hay que dramatizar, pero sí ser sinceros y adaptar el mensaje a cada edad. Pero nunca maquillar, ni ocultar, ni intentar minimizar tenga la edad que tenga el niño: "Hoy en día existen un montón de recursos educativos para abordar estos asuntos: vídeos muy bonitos para los más pequeños, cuentos adaptados a todas las edades…", resalta Noguerol.
"La forma de hablarle a un niño, evidentemente, no va a ser la misma que la de un adulto. Hay que hacerlo de un modo que no sea brusco", explica el doctor en psicología Javier Urra. Pero no tergiversar la realidad ni utilizar eufemismos ayudará también a que no aparezcan miedos, porque "lo que no tiene lógica es lo que da miedo e inseguridad".
Otro aspecto a tener en cuenta según Urra es "que para los adultos la muerte es una experiencia, ya hemos pasado por ello, pero para los niños es solo un concepto. Quizás han visto morir a su tortuga, pero no es una vivencia directa, no lo han experimentado. Los niños no piensan en la muerte, siempre les sorprende", así que por eso resulta muy importante que los guiemos en ese proceso.
Las herramientas de cada familia serán distintas y deben ser acordes a sus creencias: "Hay muchos mecanismos para sublimar el dolor y deben respetarse", apunta Urra. "Si una persona es religiosa y entiende, por ejemplo, que el fallecido ha ido al cielo y allí está mejor, debe respetarse".

Incluirlos en los ritos de despedida

Los niños, si es el caso, deben también ser parte activa en el duelo de los adultos: "Que vean que están contando conmigo, que me tienen en cuenta", resalta Victoria Noguerol. "Y que acudan, si así lo expresan, a los tanatorios, funerales o entierros".
"En mis años de consulta", recuerda la psicóloga, "me he encontrado muchos casos de niños que manifestaban un enfado profundo porque se les había ocultado una muerte o no les habían llevado a despedirse de sus seres queridos. Prácticamente nunca me he encontrado el caso contrario: que recriminen el haber estado presentes".
A según qué edades, visitar el tanatorio o el hospital "forma parte del proceso natural del duelo. Está muy bien que acudan y lo vean, siempre y cuando no sean unas circunstancias muy traumáticas". Lo mismo ocurre cuando podemos anticiparnos a la muerte porque la persona está enferma y esta no se produce de forma repentina: "Que puedan despedirse, por ejemplo de su abuelo, le digan lo que le quieren, lo que le van a echar de menos, es muy positivo".

Transmitir seguridad y amor

El duelo tiene 5 fases que suelen ser comunes: negación, ira, negociación, tristeza y aceptación. Las personas que están cerca del niño o a cargo de su educación deberán observar sus comportamientos para ver si, llegado el momento, se requiere una atención profesional. "Por lo general no suele ser necesario llevarles al psicólogo porque son situaciones naturales. Más que la ayuda de un profesional va a necesitar una red familiar extensa y fuerte a su alrededor".

"Más que la ayuda de un profesional (el niño) va a necesitar una red familiar extensa y fuerte a su alrededor". Javier Urra, Doctor en Psicología.

En esa misma línea se pronuncia la psicóloga Victoria Noguerol, que recuerda que "el duelo hay que pasarlo". Y que el tiempo que dure ese proceso dependerá de muchas variables: "De cómo se haya producido la muerte, de la respuesta de la familia, el momento vital en el que se encuentra el niño y su propia personalidad".
Algunos niños no expresarán sus sentimientos verbalmente, pero sí lo harán a terceros o a través de otros mecanismos. "Los dibujos, por ejemplo, son muy sintomáticos", explica Javier Urra, "a través de ellos podemos entender sus sentimientos o ser más conscientes de cómo están viviendo el duelo".
Según este experto en problemas infantiles hay tres cosas que el entorno del niño debe intentar transmitirle siempre: seguridad ("Aunque esta persona ya no esté, vas a estar bien, saldremos adelante"); presumidad ("Yo tampoco tengo respuestas para todo)"; y, sobre todo, cariño y amor: "El niño no solo debe ser receptor del sufrimiento, también puede ser ayudante. Que se acerque a ti si te ve triste y te dé un abrazo, que pueda sentirse partícipe".
Y concluye: "Hagamos de la muerte lo que es: una realidad dolorosísima —que lleva implícita mucho sufrimiento—, pero normal. No la patologicemos".


LIBROS Y CUENTOS PARA HABLAR DE LA MUERTE


**El psicólogo y escritor Javier Urra recomienda algunos títulos que pueden ser útiles a los padres para introducir el tema de la muerte a los hijos en distintas circunstancias: 

Pérdida de la mascota:

Yo siempre te querré, editorial Juventud. A partir de 5 años.
Dos lágrimas por Máquina, editorial Anaya. A partir de 9 años.

Pérdida de los abuelos:

Así era mi abuelito, Parragón Ediciones. A partir de 4 años
Te echo de menos, editorial Juventud. A partir de 5 años.
El abuelo de Tom ha muerto, editorial Combel.
¿Dónde está el abuelo?, Tándem Ediciones. A partir de 4 años.
Mi abuelo era un cerezo, SM. A partir de 9 años.

Pérdida del padre o la madre

Para siempre, Timunmas. A partir de 4 años.
Julia tiene una estrella, La Galera. A partir de 7 años.
- Mimó ya no está sola, de Cuentos para el adiós, SM. A partir 6 años.
Mamá se ha marchado, SM. Entre 9 y 11 años.

Pérdida de los hermanos

- El duende del lago, de Cuentos para el adiós, SM. A partir de 6 años.

Pérdida de los amigos

El oso y el gato salvaje, Corimbo. A partir de 6 años.
El tren de medianoche, Anaya. A partir de 12 años. 
EL PAÍS, Miércoles 2 de noviembre de 2016

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