Ir al contenido principal

Sólo una opinión: lo que pienso sobre los deberes

LOLA MORENO LOZANO
Profesora de Lengua castellana y valenciana y de Literatura Universal en secundaria y bachillerato
Nunca se me han dado bien las matemáticas, pero el siguiente cálculo es sencillo: 5 horas de clase en primaria al día, más cerca de 2 para estudiar y hacer deberes dejan poco espacio al juego o a las actividades extraescolares (pero extraescolares de verdad, como deporte o música, no me refiero para nada a las academias de idiomas o de repaso).

El debate acerca de los deberes está sobre la mesa y levanta mucha polvareda. Mi opinión al respecto es clara: no me gustan. Considero que la clase debe ser suficiente para trabajar el temario que tenemos que dar, y no siempre sirve dejar para casa lo que a ti, como profesional, no te ha dado tiempo a hacer en el aula. Siempre puede pasar algo que te retrase, claro, pero no veo normal que, de media, los niños salgan del colegio con una hora o más de deberes. No siempre ocurre, es verdad, pero hay cursos en los que parece que ese trabajo extra viene asociado con el transcurrir del año lectivo, y no siempre se obtiene un beneficio. Más bien, podríamos hablar de un claro rechazo por la mayor parte de estudiantes una vez han llegado a secundaria.
He leído algunas de las opiniones que se están lanzando sobre el tema y, como siempre, hay de todo: desde profesores que los defienden a ultranza y los relacionan directamente con el respeto, a padres que los asocian con la capacidad de organización. Otros, directamente, los ven casi como un castigo.
No sé cuál es la solución correcta al debate abierto, pero no sería mala opción, como ya se está haciendo en algunos centros, dejar libertad al profesorado. Ahora, yo añadiría alguna pauta de observación que pudiera reflejar con certeza hasta qué punto el trabajo fuera del aula supone una mejora en el entendimiento de lo trabajado, si realmente motiva a los niños de cara al estudio y los hace más organizados o si, por el contrario, les supone una carga añadida cuando llegan a casa después de estar en baile, solfeo, tenis, fútbol, natación o, dependiendo de la edad, catequesis, por ejemplo.
¿Realmente es efectivo el trabajo cuando se tiene que hacer a partir de las siete de la tarde tras todo un día en clase y atendiendo también a otras actividades? ¿Está comprobado que esa planificación extra ayuda a que de adultos seamos organizados? Porque si fuera así, no tendría mucho sentido que nosotros mismos, como profesores, nos organizáramos mal y diéramos en una clase gran parte de un tema para poder preguntarlo dos días después en un examen; o no haríamos una prueba parcial la misma semana del trimestral sin que nuestros alumnos hubieran tenido ocasión de ver la corrección y la nota, ¿no?
Igual soy demasiado exigente. Pero no me gustaría para mí. ¿Por qué, entonces, iba a hacerlo a otros?
Los que han pasado por mis clases saben que no suelo poner deberes, que es algo esporádico, justificado por alguna causa inesperada. Y no por eso me he sentido poco respetada por mis alumnos, ni he pensado que estaba influyendo en su desorganización. Más importante que la obligación fuera de las aulas, me gustaría conseguir, como una quimera lejana, que les gustara leer, que se evadieran de este mundo gris y amargo a través de las páginas de tantos libros que nos invitan a soñar, a volar, a aprender casi sin darnos cuenta, a pensar.
Juan Luis Cano decía hace apenas unos días en su programa, ¡Arriba España!(Cadena Ser), que no sólo la Filosofía enseña a pensar, pero que es la única que nos incita a hacerlo de manera crítica. Bien, ahora que atentan contra ella, ¿por qué no lanzar pequeñas cápsulas de palabras, de lecturas, para luego desgranarlas en las aulas y llevarlos hacia ese pensamiento crítico y creativo desde otros ámbitos también?
¿Por qué no fomentar el placer de leer, de razonar? ¿Por qué no motivar a la investigación? ¿Por qué no viajar con ellos?
En fin, ésta será sólo una opinión más, otra propuesta a almacenar en el cajón desastre del conflicto de los deberes. Desgraciadamente hay mucho más que rascar. No nos quedemos debatiendo en la punta del iceberg. Estamos acabando noviembre y nuestros políticos siguen sin ponerse de acuerdo con las pruebas de acceso a la universidad. Me quedaré con la frase de Michael Ende en La historia interminable: "Sin embargo, ésa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión".
Tal vez si los que nos desgobiernan conocieran esta novela pondrían más imaginación, ilusión y amor a la educación. Entonces, los deberes serían una mota de polvo perdida dentro de la Torre de Marfil y no le daríamos tanta vuelta al tema.
HUFFINGTON POST, 22/11/2016

Comentarios

Entradas populares de este blog

«Los buenos modales no están de moda, pero es imprescindible recuperarlos»

FERNANDO CONDE Hoy en día es frecuente enterarte por los medios de noticias relacionadas con la falta de respeto, el maltrato, el acoso, etc. Podemos observar muchas veces la ausencia de un trato adecuado a los ancianos, la agresividad incontrolable de algunos hinchas de fútbol; la poca estima a la diversidad de opiniones; la destrucción del medio ambiente; el destrozo del mobiliario urbano y un largo etcétera que conviene no seguir enumerando para no caer en el pesimismo que no conduce a nada y el problema seguirá ahí. Un problema que podríamos resumir en que se ha ido perdiendo el valor de la dignidad humana en general. Los modos para alcanzar la felicidad, siempre deseada, se apartan de las reglas y normas de conducta más elementales de convivencia colectiva que han acumulado las culturas y los pueblos a través de los siglos. La idea de que «la dignidad empieza por las formas» que resume este artículo es una afirmación bastante cierta, porque la forma, no pocas veces arrastr

Qué le pasa a tu bebé cuando dejas que llore sin parar

  GINA LOUISA METZLER Muchos padres creen que es útil dejar llorar a su bebé. La sabiduría popular dice que unos minutos de llanto no le hacen daño, sino que le ayudan a calmarse y a coger sueño. Se trata de la técnica de la espera progresiva , que fue desarrollada por el doctor Richard Ferber, neurólogo y pediatra de la Universidad de Harvard en el hospital infantil de Boston (Estados Unidos) , y que sigue utilizándose en la actualidad en todo el mundo. Casi nadie sabe en realidad lo que ocurre a los bebés cuando siguen llorando, pero las consecuencias físicas y psíquicas podrían afectarles toda su vida. Cuando un bebé llora sin que sus padres lo consuelen, aumenta su nivel de estrés , ya que, a través de su llanto, quiere expresar algo, ya sea hambre, dolor o incluso necesidad de com

¿Qué hay detrás de las mentiras de un niño?

ISABEL SERRANO ROSA Los niños no son mentirosos, pero mienten . Lo hacen cuando tienen algo que decir o que aprender. Hasta los cuatro años, con sus historietas sorprendentes, quieren narrarnos su mundo de fantasía. Somos la pantalla en la que proyectar su película. Entre los cuatro y los siete años construyen su mini manual de moralidad con ideas muy sencillas sobre lo que está bien y mal, basado en sus experiencias "permitido o no permitido " en casa y en el colegio. Con su gran imaginación, las mentiras son globos sonda para saber hasta dónde pueden llegar. Entre los ocho y los 12 años la realidad se abre camino y la fantasía se vuelve más interesada.  El pequeño pillo de nueve años desea ser bueno, pero se le escapan las trolas por el deseo de gustar a los demás, ocultar alguna debilidad o evitar castigos. En general, mienten a sus crédulos coetáneos o, por el contrario, les escupen a la cara alguno de sus descubrimientos del trabajo de campo que significa crecer.