Ir al contenido principal

Padre y 'solo' en las redes

  • Papá primerizo, militante y agobiado, Nacho M. Segarra relata en primera persona sus cuitas para encontrar a otros padres como él con quienes compartir dudas y soluciones en torno a la crianza. Mientras las mujeres tejen entre ellas densas redes de información sobre cuidados, explica, los varones rehúyen todavía hoy hablar y buscar apoyo en este tipo de temas. Nos descubre por qué.
Mi hijo se ha despertado llorando furiosamente por tercera vez y esta noche me tocaba dormir con él. Como mi espíritu científico me lleva a descartar la posesión demoniaca, la única explicación posible es que le está saliendo otro diente. Esperando otro berrinche empiezo a pensar en todo lo que hemos vivido: la preciosa llegada, los primeros problemas de lactancia, la guerra fría a la hora del reparto de tareas, el deshielo entre bloques, la vuelta al trabajo de ella y mi retorno al paro. Un camino que ha resultado apabullante incluso para mí, un hombre con estudios feministas y cuya experiencia de 'babysitter' solo le ha servido para descubrir que la Paternidad es otra cosa. Dicho en masculino: es la 'Champions League' de los cuidados.
En esas largas madrugadas recurro al móvil para descubrir que las redes sociales están llenas del contenido habitual: series de televisión y soflamas políticas, pero muy poca vida cotidiana, especialmente entre mis contactos masculinos. En cambio, parece que a las mujeres ese tiempo que dedicamos a cuidados, logística y traslados se les cuela por todos los lados. Una mujer relata estupefacta en Facebook el régimen del terror que ha instaurado su hijo por esa dentición del espíritu que los psicólogos llaman bebelescencia: "Estoy saturada. No sé qué hacer".
Este tipo de discursos son un reflejo del otro gran nodo de información materna: los grupos de WhatsApp. Mi mujer, por ejemplo, tiene varios organizados en una serie de anillos de conocimiento arcano. Como Madres del barrio, que surgió de clases preparto, con variedad de perfiles ideológicos y que proporciona buena información de proximidad ("¿qué tal funciona la guardería?"). También está el grupo llamado Madres con apego, sobre nuevos modelos de crianza, en el que toda una generación de mujeres actualiza los conocimientos sobre cuidados infantiles, ya que entre ellas y sus madres la transmisión de conocimientos se ha roto por varios sitios ("¡¿Aún le das de mamar?!"). Ese grupo contiene información de valor pero puede llevarte a pasar una mañana entera haciendo gominolas ecológicas y saludables para descubrir, después, que existía un atajo: las pasas. Junto a estos, un sinfín de subgrupos especializados por intereses concretos: Madres de las actividades de música, Madres que salen a andar deprisa... Cuando mi mujer me dice "Nacho, podrías implicarte e informarte un poco de lo que le está pasando a nuestro hijo", yo me quedo estupefacto. Estupefacto porque ella tiene entre sus dedos el Gran Oráculo Materno y yo solo tengo el sonido de mi propio eco, que resuena en las cordilleras del silencio masculino.
Esos grupos no son, desde luego, un privilegio. Las redes que tejen las mujeres alrededor de la maternidad parecen un reflejo de su capacidad de intercambiar información y les han servido para sobrevivir en entornos poco propicios, es decir, machistas. Los hombres hemos tenido que activarlas pocas veces. Además, no nos gusta hablar de aquello que no controlamos o no está elaborado para nosotros. Por ejemplo, un señor se me quejaba de la profusión de rosa en las webs de crianza. El resultado es que los padres no tenemos cómo resolver ese tipo de dudas que no apetece preguntarle a la madre de la criatura, un poco por pudor y un poco por no quedar de incompetente.
El otro día, por ejemplo, la pregunta que me acuciaba era: ¿a partir de qué edad se le puede introducir a un bebé la comida seca de gato? Más importante: la comida de gato, ¿lleva sulfitos? "Porque", hubiese añadido, "me he despistado y mi hijo tiene tres puñados: uno en cada mano y uno en la boca". Tampoco pregunté en Facebook: "¡Ayuda! Son las cuatro de la mañana y no sé si mi mujer me ha dicho ibuprofeno o paracetamol y si eran 1,5 ml o 2,5 ml". Si alguien me hubiera dicho que solo tenía que salir en absoluto silencio, poner al bebé en el peso del baño, jugarme la medicina a suertes y a la mañana siguiente mascullar deprisa "le he dado paracetafreno", hubiese sido un alivio.
Los hombres no tenemos esas redes informativas ni tampoco hablamos de la experiencia paterna en nuestros grupos, y eso es debido a múltiples razones: ni hemos cuidado ni hemos sido educados en la importancia de un trabajo tradicionalmente menospreciado, algo que perdura hasta la actualidad: la encuesta de Sigma Dos de 2018 señala la permanencia de la llamada brecha doméstica en España. Brecha que alcanza incluso a hombres concienciados como yo cuando descubrimos con terror las muchas cualidades que nos hacen falta para ser cuidadores principales: paciencia, empatía y gusto por el detalle para recordar cosas como el nombre de una medicina o el de unas profesoras. Junto a esto, tenemos un código muy claro sobre aquello que nos hace parecer catedráticos eméritos y lo que nos hace parecer unos patanes.
Tampoco podemos descartar que las redes sociales tiendan a publicar lo más espectacular de nosotros, que solo hablemos de nuestra labor de padres cuando aparece enmarcada por una puesta de sol al terminar una excursión en el campo: #family #keepitsimple #buenavida. Eso sí, a la vuelta que nadie me moleste, que estoy viendo el #partidodelsiglo de esta semana.
Existen, por supuesto, hombres que hablan de la crianza, tan solo recordar que la mayoría de libros sobre el tema están escritos desde la autoridad masculina. Hay también algunos que lo hacen en redes. @papasblogueros recoge una buena muestra de ellos. Su coordinador, Joaquín Montaner, quien tiene recopilados 215 blogs sobre paternidad, me explica que «en la gran mayoría de bitácoras aparece una entrada diciendo que nos sentimos solos y que con nuestros amigos no podemos hablar de esto». Junto a ello, señala el uso del humor y expone que muchos tratan básicamente de actividades con niños: "Aún no hemos dado el salto a lo emocional. Es una de las cosas en las que necesitamos avanzar. Hay compañeros que están abriendo este terreno y será fabuloso cuando muchos otros nos contagiemos".
Está conversación emocional está ausente también en las estanterías de las librerías, ya que los padres carecemos de títulos que nos preparen, y los pocos que existen están escritos, otra vez, desde el humor. El periodista Gerard de Josep, que ha analizado profundamente este sector editorial, me resume la sensación que le produce lo publicado: "No tenemos ni idea de cuál es nuestro lugar en el mundo en el momento de afrontar la paternidad, no llevamos nada bien que en un sistema patriarcal se nos desplace del centro, y es tan patético que solo podemos referirnos a ello con humor y dibujos, como si el niño fuéramos nosotros". Algo similar sucede en el interior de nuestros hogares, o como me dijo una vez mi pareja: "Desde que eres padre has pasado de ser un tonto adorable a ser simplemente tonto" (¡ouch!).
La periodista Carolina León, autora del libro 'Trincheras permanentes. Intersecciones entre política y cuidados' me aporta otro punto de vista: "No solo se trata de cambiar pañales sino de construir una identidad de cuidados". Me explica que la revolución feminista de los 60 consiguió que muchas mujeres accedieran al espacio público pero no logró "negociar todo lo que estaba en lo privado". Los cuidados continuaron siendo "tarea de mujeres", por muy educadas y profesionales que fueran.
Actualmente, añade la experta, muchas intentan "que los hombres se integren en los cuidados, y la crisis económica ha creado situaciones apropiadas (ya no hay un proveedor y un cuidador en las familias heterosexuales), pero los hombres no han trabajado para incorporar el tema de los cuidados, no solo como responsabilidad sino como asunto identitario, constitutivo de quiénes son como personas en el mundo. Convertir en pública esa labor doméstica, como comentarla en redes sociales, pasa también por mostrarse un ser débil, cansado, al borde. Algo que casa mal con el modo en que los hombres construyen su identidad".
El antropólogo Ritxar Bacete explica muy acertadamente que la paternidad es una de las principales vías por las que muchos hombres acceden al feminismo. Deberíamos aprovechar la oportunidad que nos ofrece cambiar pañales y aprender otra forma de amar -querer como padres- para repensarnos como hombres, perder el miedo a lo sentimental y a mostrarnos débiles. Y, la verdad, ya que estamos podríamos encontrar nuevas maneras de relacionarnos entre nosotros y con nuestras parejas y, esforzándonos un poco, hacerlo desde la humildad, no desde la autoridad. ¿Qué tal lo veis, chicos?
EL MUNDO, 28/04/2018

Comentarios

Entradas populares de este blog

«Los buenos modales no están de moda, pero es imprescindible recuperarlos»

FERNANDO CONDE Hoy en día es frecuente enterarte por los medios de noticias relacionadas con la falta de respeto, el maltrato, el acoso, etc. Podemos observar muchas veces la ausencia de un trato adecuado a los ancianos, la agresividad incontrolable de algunos hinchas de fútbol; la poca estima a la diversidad de opiniones; la destrucción del medio ambiente; el destrozo del mobiliario urbano y un largo etcétera que conviene no seguir enumerando para no caer en el pesimismo que no conduce a nada y el problema seguirá ahí. Un problema que podríamos resumir en que se ha ido perdiendo el valor de la dignidad humana en general. Los modos para alcanzar la felicidad, siempre deseada, se apartan de las reglas y normas de conducta más elementales de convivencia colectiva que han acumulado las culturas y los pueblos a través de los siglos. La idea de que «la dignidad empieza por las formas» que resume este artículo es una afirmación bastante cierta, porque la forma, no pocas veces arrastr

Qué le pasa a tu bebé cuando dejas que llore sin parar

  GINA LOUISA METZLER Muchos padres creen que es útil dejar llorar a su bebé. La sabiduría popular dice que unos minutos de llanto no le hacen daño, sino que le ayudan a calmarse y a coger sueño. Se trata de la técnica de la espera progresiva , que fue desarrollada por el doctor Richard Ferber, neurólogo y pediatra de la Universidad de Harvard en el hospital infantil de Boston (Estados Unidos) , y que sigue utilizándose en la actualidad en todo el mundo. Casi nadie sabe en realidad lo que ocurre a los bebés cuando siguen llorando, pero las consecuencias físicas y psíquicas podrían afectarles toda su vida. Cuando un bebé llora sin que sus padres lo consuelen, aumenta su nivel de estrés , ya que, a través de su llanto, quiere expresar algo, ya sea hambre, dolor o incluso necesidad de com

¿Qué hay detrás de las mentiras de un niño?

ISABEL SERRANO ROSA Los niños no son mentirosos, pero mienten . Lo hacen cuando tienen algo que decir o que aprender. Hasta los cuatro años, con sus historietas sorprendentes, quieren narrarnos su mundo de fantasía. Somos la pantalla en la que proyectar su película. Entre los cuatro y los siete años construyen su mini manual de moralidad con ideas muy sencillas sobre lo que está bien y mal, basado en sus experiencias "permitido o no permitido " en casa y en el colegio. Con su gran imaginación, las mentiras son globos sonda para saber hasta dónde pueden llegar. Entre los ocho y los 12 años la realidad se abre camino y la fantasía se vuelve más interesada.  El pequeño pillo de nueve años desea ser bueno, pero se le escapan las trolas por el deseo de gustar a los demás, ocultar alguna debilidad o evitar castigos. En general, mienten a sus crédulos coetáneos o, por el contrario, les escupen a la cara alguno de sus descubrimientos del trabajo de campo que significa crecer.