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¿Es tu hijo un pegón? Te damos 8 pautas para solucionarlo

LAURA PERAITA / MADRID
Cuando nacen, los bebés son todo ternura. Sin embargo, un día los padres se topan con «su hijo ha mordido hoy a otro niño en clase», cuando van a buscarle a la guardería. ¿Es el comienzo de un comportamiento agresivo o solo una conducta aislada?
El tiempo lo dirá, pero no hay que dejar pasar la oportunidad de hacerle «entender», en la medida de sus posibilidades debido a su corta edad, que lo que ha hecho está mal. De otra manera, a los mordiscos le sucederán los arañazos, empujones, tortas, puñetazos, empujones...
Según Jesús Jarque, orientador de Infantil y Primaria, pedagogo y master en Psicología y Gestión Familiar, que un niño muerda es un comportamiento que puede considerarse «habitual» cuando va a la guardería y tiene hasta dos años. «Posteriormente, los mordiscos se dejan atrás y dan paso a empujones, pellizcos, arañazos... La presencia de estas conductas dura aproximadamente hasta los 5 años y puede ser un proceso normal, ya que a esa edad, la capacidad de autocontrol es todavía reducida», explica.
Aún así, se trata de comportamientos que no se deben admitir y que hay que corregir cuanto antes puesto que no solo tiene consecuencias negativas para los demás niños, al sufrir el daño, sino también para el propio agresor. «El niño agresivo será rechazado y evitado por los demás —apunta Jesús Jarque—. Además, está aprendiendo una forma inadecuada de actuar que cuando sea un poco mayor le traerá consecuencias negativas».
No son pocos los padres que dicen a sus hijos «cuando a ti te peguen una torta, tú te defiendes y le das otra». Para Jesús Jarque ésta no es una buena recomendación, puesto que «estamos generando más violencia y el patio del colegio puede transformarse en una auténtica batalla campal». ¿Qué hacer entonces? ¿Dejar que le peguen? La respuesta es no.
La pauta que suelen dar los orientadores es que si un niño recibe una torta debe decírselo al profesor. En realidad, la torta ya se la lleva puesta y si la devuelve, lo que puede ocurrir es que se lleve otra.
Por el contrario, si avisa a un profesor, éste podrá tomar cartas en el asunto, regañar al agresor y terminar con este comportamiento agresivo. «Otra situación distinta —explica Jarque— es que varios niños arrinconen a otro en una esquina y le peguen entre todos. Entonces sí que tiene que defenderse».

Causas que motivan la agresividad infantil

- El ejemplo de sus padres. Los niños aprenden por imitación y si en el hogar muchas situaciones se resuelven con cierta violencia, el niño aprenderá esa forma de resolver problemas similares.

- Las dificultades de comunicación.Los retrasos del lenguaje o las dificultades para expresarse, favorecen estos comportamientos.

- La exposición a escenas violentas. La exposición a escenas violentas aumenta la agresividad de los niños, porque aprenden un modelo que tratarán de imitarlo posteriormente. Programas de televisión, películas, deportes de lucha, videojuegos y similares, con cierta carga de violencia también contribuyen directamente a que reproduzcan conductas agresivas.

- Ambientes familiares competitivos. Ambientes familiares donde los niños están descuidados, no existen normas coherentes y donde de alguna manera impera la “ley del más fuerte”, son proclives a que se desarrollen comportamientos violentos.

- Poca tolerancia a la frustración y estrés. Los niños que toleran poco las frustraciones o sometidos a situaciones de estrés, también suelen ser más violentos.

- Otras razones que pueden influir son la falta de habilidades sociales para resolver situaciones conflictivas de manera adecuada y sobre todo, que el niño consiga, con su comportamiento violento, dominar a los demás y obtener beneficios, porque de esta manera está recibiendo un «premio» a ese comportamiento inadecuado.

Medidas que deben adoptarse

1º. Hablen con sus hijos
- Explíquenle que las conductas violentas como arañar o pegar son inadecuadas y las consecuencias negativas que tienen para los demás niños y para él mismo.
 
2º. No exponer a escenas violentas
- Deben evitar a toda costa que los niños presencien escenas violentas, ya sean en películas, videojuegos, espectáculos deportivos, etc.
- Los niños no distinguen entre la realidad y la ficción y tratarán de reproducir esas situaciones en su vida real.
 
3º. Ejemplo en el hogar
- Los niños aprenden por imitación, el ejemplo que le den a su hijo o hija será decisivo.
- El niño debe ver en sus padres un modelo de afrontar las situaciones dialogando, negociando, pero sin recurrir a la violencia física o verbal. Tengan en cuenta que su hijo les observa y escucha siempre.
 
4º. Enséñele otras opciones
- Los padres deben enseñarle de manera concreta alternativas a su conducta, es decir, cómo puede resolver las situaciones de otra manera. - Esto se suele hacer a partir reflexionando sobre episodios sucedidos en el colegio o en contacto con otros niños, por ejemplo, en el parque.
 
5º. No refuerce las conductas agresivas
- Sin querer, muchas familias “premian” el comportamiento agresivo de su hijo. Bromeando, presumen de esta forma de ser ante otros familiares y amigos con comentarios como “preferimos que él pegue a que le peguen”. De esta forma están aprobando el comportamiento de su hijo o hija.
- En otros casos, se etiqueta al niño como “pegón”, lo que también refuerza este tipo de conductas.
 
6º. Elogie y apruebe
- Sorpréndalo resolviendo las situaciones adecuadamente, con sus hermanos u otros niños.
- En esos casos, préstele una especial atención, elógielo y apruebe su conducta.
- Será una forma muy concreta de decirle: «así me gustaría que actuaras la próxima vez».
 
7º. Adopte medidas
- Cuando el niño pegue o agreda a otro niño, adopte medidas de manera que ese comportamiento tenga consecuencias negativas. Las medidas se deben adoptar lo antes posible.
- En primer lugar regáñelo y déjele bien claro que no quiere que se comporte así.
- Si acaba de presenciar una reacción violenta, utilice la técnica de «tiempo fuera»: déjelo en un lugar aburrido pero supervisado, tantos minutos como años tiene.
- Otra forma de actuar, consiste en retirarle algunos privilegios: como no poder ver la TV, o retirlarle un juguete. Aquí, el criterio general será retirárselo tantas horas como años tiene.
 
8º. Si nada funciona
- Si a pesar de todas las medidas, y pasado un tiempo prudencial el niño o la niña continúa con una conducta agresiva, sería necesario que un especialista valorara el comportamiento para proponer un programa de mejora más personalizado.
ABC, Martes 14 de enero de 2014
Imagen: ABC

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