Ir al contenido principal

La paciencia también se aprende

Esperar no va con ellos. Los niños no entienden por qué no pueden conseguir las cosas en el acto. Aunque irán aprendiendo a ser más pacientes con el tiempo, a partir de los tres años podemos ayudarles a tener más paciencia y entender las demoras.

¿Estoy educando bien a mi hijo?

La impaciencia, querer las cosas ya, sin admitir las demoras inevitables, es algo muy propio de los niños pequeños. Su sentido del tiempo es diferente al nuestro, no saben medirlo, y el periodo que transcurre desde que piden algo hasta que lo consiguen se convierte para ellos en una torturante eternidad. Acostumbrarse a tolerar ciertas frustraciones y retrasos inevitables forma parte del aprendizaje de la realidad de la vida, y es un adiestramiento lento y progresivo que tendrán que ir asimilando durante todo su crecimiento.

Un crecimiento gradual

Poco a poco, el niño conseguirá con nuestra ayuda ser cada vez más paciente, pero hasta aproximadamente los seis años no será capaz de esperar conscientemente y comprender el porqué de tanta espera. Eso no quiere decir que nosotros tengamos que aguardar pasivamente hasta que alcance esa edad.
A partir de los dos y los tres años nuestro hijo debe ir aprendiendo a tener un poco de paciencia, pero para ello necesita nuestra ayuda. Si les damos todo lo que desean al momento, si estamos totalmente a su disposición, estaremos creando niños tiranos que luego serán adultos inmaduros e intolerantes.

Estas son algunas estrategias para ayudarle a ser más paciente:

1. Dar ejemplo. Aprenden imitando
  • Los niños son grandes imitadores, así que tenemos que hacer gala ante ellos de nuestra mejor paciencia.
  • Si nos sacan de quicio los atascos, si ponemos el grito en el cielo porque nuestro hijo tarda un poco más de la cuenta en comer... no le estamos dando un modelo de serenidad, y además le estamos transmitiendo nuestra propia ansiedad.
  • Si no podemos controlarnos y la impaciencia nos pierde, hay que pedirle disculpas.
2. Ser comprensivos con sus limitaciones
  • Hay situaciones (si el niño está irritable, tiene hambre, sueño, cansancio) en las que es excesivo pretender que tenga paciencia y espere. En esos casos está justificado atenderle sin demoras.
  • También conviene organizar la vida diaria de modo que le evitemos las esperas largas siempre que sea posible. No conviene anunciarle los acontecimientos con demasiada antelación. Es mejor prometer «mañana vamos al circo», que «la semana que viene iremos al circo».
3. Introducir pequeñas esperas
Hacia el segundo cumpleaños ya podemos empezar a enseñar a un niño a esperar unos minutos hasta que le sirvamos el postre, o a aguardar un poco mientras preparamos su bocadillo. Aunque le cueste, puede empezar a asimilar cosas así.

4. Enseñar buenos modos
  • Hagámosle ver, predicando con el ejemplo, que hay que pedir las cosas educadamente.
  • No debemos ceder a sus rabietas como modo de conseguir sus deseos.
  • Tampoco hemos de ser insensibles: a veces las rabietas son un toque de atención.
5. Cumplir nuestras promesas
Si le hemos dicho «después de comer haremos el rompecabezas», o «cuando guarde la compra miraré lo que has pintado», cumplamos lo prometido, solo así aprenderá que esperar vale la pena.

6. Explicar por qué hay que esperar
«Las cosas quedan mucho mejor si se tiene paciencia para prepararlas. ¿Ves?, este sándwich estará mucho más rico si le ponemos un poco de queso encima del jamón de York y lo metemos un ratito en el microondas». «Cuando termine de preparar la cena jugamos un poco. Si no, se quemarán las patatas fritas». Usemos un tono calmado y cómplice, no tenso y exasperado. No siempre funcionará, pero sí a la larga.

7. Pasatiempos para esperas inevitables
En la sala de espera del médico, en los viajes o en las colas, podemos inventar pequeños juegos como el «veo, veo», mirar cuántos coches rojos pasan o cuántas personas llevan zapatos negros, contarle algún cuento... También puede ser útil llevar algún juguete. La espera entretenida es menos espera.

8. Paciencia en situaciones sociales
A esta edad les cuesta, por ejemplo, guardar turnos para usar un columpio. Mejor que imponerles que han de hacerlo porque sí, conviene hacerles pensar en la necesidad de guardar su turno y explicarles las ventajas, aunque aún no puedan entenderlo del todo.

9. Enseñarle a no interrumpir una conversación
  • Podemos tomarle del hombro y decirle: «espera un momentito y te atenderé enseguida».
  • Aunque insista, es mejor ignorarle durante un momento que no sea muy largo (quizás un par de minutos).
  • Después, hay que cumplir siempre nuestra promesa de atenderle y elogiarle por haber «esperado».
  • Es importante hacer esto manteniendo la calma, y aumentar poco a poco los momentos de espera.
Autor: Luciano Montero, psicólogo.

Comentarios

Entradas populares de este blog

«Los buenos modales no están de moda, pero es imprescindible recuperarlos»

FERNANDO CONDE Hoy en día es frecuente enterarte por los medios de noticias relacionadas con la falta de respeto, el maltrato, el acoso, etc. Podemos observar muchas veces la ausencia de un trato adecuado a los ancianos, la agresividad incontrolable de algunos hinchas de fútbol; la poca estima a la diversidad de opiniones; la destrucción del medio ambiente; el destrozo del mobiliario urbano y un largo etcétera que conviene no seguir enumerando para no caer en el pesimismo que no conduce a nada y el problema seguirá ahí. Un problema que podríamos resumir en que se ha ido perdiendo el valor de la dignidad humana en general. Los modos para alcanzar la felicidad, siempre deseada, se apartan de las reglas y normas de conducta más elementales de convivencia colectiva que han acumulado las culturas y los pueblos a través de los siglos. La idea de que «la dignidad empieza por las formas» que resume este artículo es una afirmación bastante cierta, porque la forma, no pocas veces arrastr

¿Qué hay detrás de las mentiras de un niño?

ISABEL SERRANO ROSA Los niños no son mentirosos, pero mienten . Lo hacen cuando tienen algo que decir o que aprender. Hasta los cuatro años, con sus historietas sorprendentes, quieren narrarnos su mundo de fantasía. Somos la pantalla en la que proyectar su película. Entre los cuatro y los siete años construyen su mini manual de moralidad con ideas muy sencillas sobre lo que está bien y mal, basado en sus experiencias "permitido o no permitido " en casa y en el colegio. Con su gran imaginación, las mentiras son globos sonda para saber hasta dónde pueden llegar. Entre los ocho y los 12 años la realidad se abre camino y la fantasía se vuelve más interesada.  El pequeño pillo de nueve años desea ser bueno, pero se le escapan las trolas por el deseo de gustar a los demás, ocultar alguna debilidad o evitar castigos. En general, mienten a sus crédulos coetáneos o, por el contrario, les escupen a la cara alguno de sus descubrimientos del trabajo de campo que significa crecer.

Qué le pasa a tu bebé cuando dejas que llore sin parar

  GINA LOUISA METZLER Muchos padres creen que es útil dejar llorar a su bebé. La sabiduría popular dice que unos minutos de llanto no le hacen daño, sino que le ayudan a calmarse y a coger sueño. Se trata de la técnica de la espera progresiva , que fue desarrollada por el doctor Richard Ferber, neurólogo y pediatra de la Universidad de Harvard en el hospital infantil de Boston (Estados Unidos) , y que sigue utilizándose en la actualidad en todo el mundo. Casi nadie sabe en realidad lo que ocurre a los bebés cuando siguen llorando, pero las consecuencias físicas y psíquicas podrían afectarles toda su vida. Cuando un bebé llora sin que sus padres lo consuelen, aumenta su nivel de estrés , ya que, a través de su llanto, quiere expresar algo, ya sea hambre, dolor o incluso necesidad de com