Comen en el cole cinco días a la semana durante casi 40 semanas
al año: merece la pena saber si el menú que toman es equilibrado.
Algunas claves nos ayudarán a evaluarlo.
Tanto si el
colegio tiene cocina propia como si utiliza servicios de catering, al inicio de cada mes deben darnos una hoja con los menús detallados. En esta hoja podemos hacer un rápido recuento. La frecuencia y variedad de algunos alimentos nos dan importantes claves:
¿Con qué frecuencia se consume fruta fresca?
Un buen menú contendrá fruta al menos cuatro días a la semana
(y el quinto, un lacteo). La presencia de dos o más postres dulces o
cremosos muestran de entrada un menú poco equilibrado. Le faltarán
vitaminas y fibra, y le sobrará grasa. “Si se ofrecen lacteos será como
complemento de la fruta, no como sustituto”, puntualiza José Manuel
Ávila Torres, director general de la Fundación Española de Nutrición
(FEN). La fruta es fundamental en la alimentación de los niños y no debe
faltar en el comedor escolar, donde además los niños deben ser educados
en buenos hábitos.
Respecto a la
fruta, caben dos puntualizaciones: no basta con que en el
menú ponga ‘fruta’ cuatro veces a la semana, “lo ideal sería especificar cuál se va a servir”,
apunta Ávila Torres. Porque la variedad es importante. Si se pasan
semanas comiendo plátanos porque se pelan con facilidad o el año entre
pera y manzana es posible que las aborrezcan. El menú debería
especificarlo, además, para que en casa ofrezcamos otras alternativas.
Por último, además de frecuente y variada, la fruta ha de ser
apetecible: no es lo mismo una jugosa pera de agua que una pequeña,
verdosa y dura, la de oferta. Esta información no viene en la hoja que
nos dan, por eso es necesaria la comunicación con nuestros hijos. De eso
hablaremos más adelante.
¿Contiene el menú pescado una o dos veces por semana?
¿Y qué
pescado?
“Al menos dos veces al mes los niños deberían tomar pescado azul, con
omega 3, no siempre merluza, panga o dorada”, puntualiza Ávila Torres.
Consideramos pescado ése que podemos identificar visualmente como tal.
No deberíamos contar como pescado los precocinados industriales, como
los palitos de merluza.
Cuando hablamos de pescado, carne o huevos hablamos de proteínas, un nutriente fundamental en la dieta pero que en este caso suele pecar por exceso en la alimentación de los escolares:
falta fruta y sobra carne. Para que el menú responda a las necesidades
del niño sólo el 12-15% de sus calorías deberían provenir de las
proteínas, repartidas a lo largo de la semana entre el pescado, la carne
y los huevos, en raciones adecuadas, más bien pequeñas: “Si le ponemos a
un niño un filetón con unos cuantos guisantes (que no se comerá, porque
la carne le sacia) no estamos atendiendo a sus necesidades”, especifica
el director general de la FEN.
¿Contiene el menú verduras y hortalizas diariamente?
Es importante. Pueden servirse como acompañamiento del primer o segundo plato y, al menos una vez por semana, como plato principal. Las
verduras y hortalizas
no son lo que más gusta a los niños, por eso es más aún importante
servirlas a diario, con variedad de presentaciones y estilos de
cocinado, para que vayan conociéndolas e integrándolas poco a poco. “Es
muy importante que desde pequeños los niños se acostumbren a sabores,
olores, texturas y colores diferentes”, apunta Ávila Torres. “Es una
pena observar cómo, con tantos alimentos a nuestra disposición, la dieta
es cada vez menos variada: nuestros abuelos manejaban unos 200
alimentos mientas que los jóvenes que hoy se independizan no llegan a 50
alimentos”, ejemplifica.
También todos los días debe estar presente el
pan (si
uno o dos días lo ponen integral o de otro tipo, mejor) y uno de los
siguientes alimentos: cereales -como el arroz o la pasta-, legumbres o
patatas, es decir los que contienen hidratos de carbono complejos, los
auténticos proveedores de la energía que utiliza el niño a lo largo del
día.
¿Existe variedad en la forma de cocinar?
Cocer,
asar, freír, rehogar, al vapor... Hay muchas formas de cocinar los
alimentos y cada una tiene sus posibilidades y sus límites. El principal
peligro, por la rapidez y porque a los niños suele gustarle más, es el
de abusar del frito: si está presente a diario ya no hay variedad y por
lo tanto el equilibrio del menú peligra seriamente. Abusar de los
fritos es incluir más grasa de la cuenta , sin embargo no hay que
eliminarlos ni considerarlos peores alimentos: “por ejemplo cuando
freímos la carne parte de los ácidos grasos saturados se quedan en la
sartén”, ejemplifica el director de la FEN.
Son una buena opción, por ejemplo, unas croquetas caseras; sin embargo los prefritos y rebozados industriales
no deberían estar presentes en el menú escolar, o aparecer
excepcionalmente porque las grasas con las que se prefríen no son
saludables.
La letra pequeña
Esa
hoja que nos dan en el colegio contiene, en letra pequeña, tres
informaciones valiosas (si no las explicita, ya es información en sí
misma):
¿Está firmado el menú por un experto en nutrición?
Esto es de por sí una garantía, es mucho más fácil que sea equilibrado.
¿Está el menú evaluado energéticamente (calorías de cada día)?
Si
es así, ¿en base a qué edad se han calculado las cantidades? Es
importante que en los menús se tengan en cuenta las necesidades
energéticas de los más pequeños o de los niños entre 6 y 9 años, pues
garantizamos que están cubiertas sus necesidades. A partir de esto, las
raciones deberían servirse más grandes o pequeñas en función de la edad.
Un extra: ¿aparece en letra pequeña los ingredientes de cada menú?
Porque
no es lo mismo poner “Sopa maravilla”, a secas, que explicitar los
ingredientes de una determinada sopa (“nabo, zanahoria, tomate...”); ni
“arroz tres delicias” nos dirá lo mismo que si se detallan los
ingredientes. Cuanta más información aparece en la hoja, mejor.
Lo que sólo nos puede decir nuestro hijo
Hay cosas que sólo nos desvelará la conversación habitual con nuestro hijo. Por ejemplo:
¿Qué ha comido hoy?
¿Se está cumpliendo el programa?
¿Estaba la comida caliente?
¿A
qué temperatura llega la comida a la mesa? A veces se descuida este
punto, sobre todo si hay muchos niños o el colegio no tiene cocina
propia. Pero la temperatura influye en el gusto, y comer es cuestión de
salud y placer; además los procesos digestivos varían en función de la
temperatura del alimento.
¿Se come lo que le ponen?
Aquí
intentamos valorar cómo son las cantidades, si adecuadas, excesivas o
pequeñas, aunque esta información la interpretaremos en función de cómo
es nuestro hijo: si es muy comilón o no come nada lo que diga será
relativo.
¿Qué fruta comió hoy?
Nos servirá para valorar si varían la fruta, y su calidad. ¿Cómo es la manzana, verde y pequeñita, roja y jugosa?
Qué hacer ante un menú deficiente
El responsable último del
comedor escolar es la dirección de cada centro, y podremos dirigirnos a ella si el menú no cumple unas condiciones mínimas,
detalladas en documentos como la “Guía de comedores escolares” del
programa Perseo, o el “Documento de consenso sobre la alimentación en
los centros educativos” de la Agencia Española de Salud Alimentaria y
Nutrición (AESAN). Normalmente las propuestas de mejora son bienvenidas.
Es una cuestión que, en última instancia, también puede tratarse en el
Consejo Escolar.
Por: Lidia García-Fresneda
Asesor: José Manuel Ávila Torres, director general de la Fundación Española de Nutrición (FEN).
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