L.PERAITA
No hace falta esperar a la adolescencia ver cómo afecta la
rivalidad en nuestros hijos. Este sentimiento aparece a edades muy
tempranas en niños y niñas y comienza dentro del entorno familiar.
Según Verónica Corsini, de Servicios Psicológicos Koan,
la rivalidad en los pequeños se da en relación a aquella persona que
lo separe de la madre en la estrecha relación dual que mantienen ambos.
La mayoría de las veces es el padre es el tercero en discordia. «De esta
manera, surge la rivalidad por compartir el amor de mamá con papá
que continuará con la rivalidad que se produce entre hermanos que es
uno de los aspectos más importantes para relacionarse más adelante».
Según Corsini, en numerosas ocasiones los adultos comentan
su preocupación asegurando que «mi hijo está celoso», «se pelean mucho
entre hermanos», «cada vez que estamos los tres, nuestro hijo se pone en
medio»… Durante toda esta etapa es muy importante «que los niños aprendan el modo en cómo los padres resuelven estas situaciones para que tengan modelos de referencia a los que seguir».
También hay algunos padres que rivalizan entre ellos sin
darse cuenta, poniendo al niño en una situación complicada. Otros no
permiten que sus hijos salgan de esa relación dual por miedo a que
crezcan y se separen. Todos estos modelos solo dificultan el aprendizaje
del niño y su relación con los demás.
«Es muy importante transmitirles la idea de que todas las emociones están permitidas,
aunque no lo estén todas las conductas—apunta Verónica Corsini—. Las
emociones son procesos y no productos, y como procesos tienen su tiempo y
su necesidad de elaboración. Debemos ayudar a los niños a poner en
palabras esas emociones para que puedan representarlas. Es decir,
podemos decirles: «Hijo, entiendo que quieras quedarte entre papá y mamá
porque sientes que te quedas solito, pero este es un momento de
adultos» o «María te da mucha rabia que haya nacido un hermanito pequeño
porque te quita tiempo de estar con mamá, pero no puedes cogerla tan
fuerte». De este modo los niños aprenden de sus emociones, las aceptan y al poder pensarlas pueden contenerse más fácilmente».
Los celos y la envidia son la expresión de la rivalidad porque
existe un deseo detrás y si existe ese deseo es porque hay algo bueno
que no se quiere perder. «No solo es comprensible que los niños
rivalicen, sino que es sano que lo hagan. La cuestión a debatir es el
cómo rivalizan, ya que el modo en el que el niño ha llevado a cabo la
transición entre esa relación dual con mamá y una relación de a tres, es
una de las pistas para poder entender y prever cómo se va a llevar a
cabo su relación con los demás en un grupo».
Ayudarles en su transición
Para poder ayudarles a llevar a cabo dicha transición,
Verónica Corsini señala que hay que tener en cuenta los siguientes
aspectos:
—Compartir a mamá es la antesala de tener que compartir con
otros niños. Para ello hay que ayudar al niño a que entienda que es una
cuestión de aceptar las diferencias que existen, y no a negarlas. Los
niños piensan en una modalidad de todo o nada: «O me quiere a mi o
quiere al otro», «si mi hermano tiene, entonces yo no tengo», «si estoy
solo, nadie me quiere»… De ahí que muchos padres pregunten «siempre
quiere lo que tiene el otro, pero una vez conseguido ya no lo quieren».
Se debe ayudar a los niños a ir entendiendo que lo diferente no es malo,
ni raro, ni mejor, ni menos… Simplemente diferente.
—Otro aspecto a desarrollar en el niño es la creencia de que nos constituimos a través de lo que tenemos
y no de lo que somos: «Soy lo que tengo». En los niños resulta aún más
peligros ya que unido a una lógica de blanco o negro y si soy lo que
tengo, la ecuación queda constituida de esta manera: «Si tiene la pelota
más grande, es mejor que yo», «Si tiene muchos amigos es guay», «Si
tiene pensamientos distintos a los míos es que no vale nada»…
—Dependiendo de cómo aprenda lo anterior, el niño se manejará de un modo u otro en un grupo con todas las satisfacciones y frustraciones que eso conlleva.
Satisfacciones por poder abrirse a un mundo exogámico que no es el
familiar, poder aprender nuevas formas de relación, de verse a sí mismo,
de comprobar sus capacidades y aumentar la seguridad y confianza en sí
mismo. De poder rivalizar con otros compañeros en distintos ámbitos y
así aprender a conocerse… Y frustraciones porque ese mundo nuevo es
distinto al que conocía y eso le hará replantearse cosas que ya creía
saber. Entrará en relación con ciertas luchas de poder y tendrá que
manejarlas para hacerse un hueco. A veces ganará y otras perderá, porque su modo de pensar no siempre podrá ser entendido por todos…
Estas dificultades se complican mucho más con las luchas de
poder que se irán dando, incluso a veces dando paso al temido acoso o
builling. Estos niños no han llevado de un modo adecuado el proceso de diferenciación por
lo que necesitan someter al otro para poder ser.«Si tengo al otro en mi
poder entonces soy alguien», frase que muestra un gran vacío en el ser.
Se debe ayudar a los hijos a aprender a no dejarse someter
por opiniones o acciones para conseguir sentirse aceptados. Es
importante que aprendan a decir «no», a que pueden no estar de acuerdo
con muchas opiniones y que eso no significa estar en contra o cortar una amistad.
Debemos ayudarles a entender que tener momentos de soledad no significa
estar solos. En definitiva, ayudarles para que crean en sí mismos, en
sus capacidades genuinas, diferentes y valiosas.
ABC, Martes 25 de marzo de 2014
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