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Por qué debes dejar de hacer las cosas por tus hijos

OLGA CARMONA
Los padres podemos y debemos fomentar la autonomía en nuestros hijos desde que son capaces de ir alcanzando retos evolutivos. Resulta obvio pensar que el recién nacido no tiene autonomía salvo para respirar, ni siquiera controla sus propios movimientos. Es extremadamente vulnerable y dependiente. Poco a poco irá madurando su cerebro y será capaz de ir manejando su cuerpo y su voluntad. La autonomía se expresa por dos caminos que confluyen: uno más físico, donde debemos permitir que el niño haga aquello que puede hacer o cree que puede hacer y otro más psicológico que tiene que ver con desarrollar la independencia de criterio, la toma de decisiones y asumir sus consecuencias.
Cuando los padres permitimos que un niño haga algo que puede hacer, necesitamos trabajarnos la tolerancia al error, a la imperfección y al fracaso.También a la paciencia. Muchas veces hacemos cosas por ellos porque las hacemos más rápido y no les permitimos ensayar, practicar, experimentar y en definitiva poner a prueba sus herramientas. Priorizamos el resultado y no el aprendizaje que solo se produce durante el proceso.
El día a día ofrece muchas oportunidades para favorecer que los niños habiliten estrategias y habilidades, que de otro modo, no aprenderán.
En cuanto a favorecer la autonomía en el ámbito más emocional y psicológico, también debemos hacer un ejercicio de soltar un poco el control y permitir que el niño elija todo aquello que pueda elegir (y que suele ser más de lo que creemos), y que tome decisiones.
Cuando un niño es capaz de hacer cosas por sí mismo estamos fortaleciendo su autoestima, su percepción de competencia, reforzando una autoimagen de seguridad, enseñándole a manejar la tolerancia a la frustración, desarrollando la perseverancia, entre otras cosas.
Por otra parte, educar hijos implica sobre todo que sean capaces de devenir en adultos competentes y seguros sin nosotros. Educar es una tarea a largo plazo, donde nuestra labor fundamental es facilitar que nuestros hijos desarrollen herramientas por sí mismos, porque eso es lo que les servirá para enfrentar la vida y para tomar decisiones encaminadas a la construcción de una existencia significativa y feliz.
En mi opinión la sobreprotección es perjudicial porque coarta la posibilidad de desarrollar estrategias de aprendizaje y les deja desprotegidos e ineptos para enfrentar los reveses vitales. Además, cuando llega la adolescencia, los padres perdemos influencia y autoridad y si no han desarrollado un criterio sólido, serán vulnerables a las exigencias del grupo de iguales. Y esta es una labor “hormiga” que se hace día a día y desde el principio.

¿Por qué nos cuesta favorecer su autonomía?

En general, a los padres nos cuesta favorecer su autonomía por varias razones. Las más básicas tienen que ver con las exigencias de tiempo actuales: siempre vamos con prisa, con horarios muy exigentes para todo. Eso hace que muchas veces no podamos esperar a que hagan ellos las cosas. Nos impacientamos y lo hacemos nosotros.
Pero también creo que hay otras más profundas, como la necesidad de que sigan dependiendo de nosotros o la falta de confianza en que pueden hacerlo por sí mismos. También nos cuesta tolerar el error y el fracaso. Es difícil dejar fracasar a un hijo, aunque imprescindible.
Tenemos también una gran necesidad de controlarlo todo, porque ello nos da seguridad y además estamos terriblemente condicionados a las presiones externas. Si yo dejo que mi hijo o hija elija lo que se quiere poner, me expongo a la crítica externa. Nos han enseñado que educar es igual a controlar y el juicio externo aún nos pesa mucho.
Para tratar de contrarrestar esta tendencia hay que tener presente de forma muy consciente que los beneficios de favorecer autonomía en los niños, son esenciales en la formación de una personalidad sana y sólida. Que merece la pena invertir un poco de tiempo y de paciencia permitiendo que hagan los aprendizajes necesarios para su edad. Que la responsabilidad debe ser compartida así como respetado el criterio. Pero que no fuercen las cosas.
Tan negativo es dar a nuestros hijos responsabilidades cuando aún no pueden asumirlas como no dárselas cuando aún están listos para ello y la única forma de saberlo es probar puesto que cada niño evoluciona de forma diferente.
EL PAÍS, Jueves 27 de abril de 2017

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