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Educar con mano dura no funciona

ISABEL SERRANO ROSAS/ MARÍA RAMOS
Todos los padres intentamos educar a los hijos de la mejor manera posible. Hoy en día, recibimos mucha información y poca formación. Improvisamos, reaccionamos y nos culpabilizamos a menudo. Hace años los niños se sometían a la autoridad paterna sin otra posibilidad que hacer a escondidas lo que deseaban. Ahora parece que los padres son satélites que giran alrededor de sus hijos. ¿Sabe cuál es su estilo educativo?
Hiperprotector. Lo que necesita nosotros se lo procuraremos. Los padres hacen todo por sus hijos y ellos crecen débiles.
Permisivo. Se busca la armonía. Se negocia pero el incumplimiento no tiene consecuencias porque los padres evitan el conflicto. Los hijos son pequeños tiranos.
Autoritario. El más fuerte es el que manda. En familia se promueve la obediencia más que la responsabilidad. Crecen rebeldes.
Intermitente. No tenemos claro cómo educar. Los padres pasan de la permisividad al autoritarismo. Se adoptan medidas, pero no se tiene paciencia de ver si resultan eficaces. Ellos crecen inestables.
Asertivo. Los padres dan afecto y disciplina positiva. Se basa en el respeto mutuo y la cooperación. La educación es un proceso de aprendizaje recíproco, por lo que los padres también se cuidan a sí mismos. Los límites son muy importantes, se establecen con amabilidad pero se hacen respetar con firmeza. Los hijos crecen con sentido de pertenencia.

La disciplina positiva en casa

Martin Seligman, padre de la psicología positiva, afirma que se ha extendido en la educación un modelo de falsa autoestima. "Al hacer hincapié en lo que el niño siente, a expensas de lo que hace -aprender, perseverar, superar la frustración y el aburrimiento-, padres y profesores están haciendo a esta generación de niños más vulnerables a la depresión". La auténtica autoestima no evita los obstáculos, se enfrenta a ellos a pesar del esfuerzo. No hay mayor satisfacción que alcanzar por uno mismo una meta.
Cuando decimos marcar límites significa poner normas, afirma el terapeuta Jesper Juul. Depende de la visión de la vida, los valores y las experiencias de los padres. El primer paso es que estén adaptadas a la edad de los niños y basadas en el beneficio de todos. Hacer reuniones familiares suele ser muy eficaz. Después se señala qué sucederá si no se respetan, lo que es negociable y lo que no. A su vez se garantiza que las reglas se aplicarán con firmeza pero con amabilidad y respeto. Se trata de ser positivo, no permisivo.
¿Y los incumplimientos? Ante todo, es tarea de los padres controlar su propia frustración. Cuando se producen situaciones estresantes tendremos a mano herramientas como la respiración o la parada de los pensamientos que aumentan la ira. Una vez sosegados, se ayuda a los hijos a que saquen sus conclusiones. No se adelante y dé tiempo a sus hijos para que resuelvan sus dificultades, así podrán experimentar sus recursos personales. Para madurar han de compartir sus fracasos. El objetivo no es castigar sino enseñar. La mano dura interrumpe la conducta, la enseñanza ofrece capacidades para toda la vida.
EL MUNDO, Miércoles 19 de abril de 2017

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