Ir al contenido principal

Deje que su hijo se acerque a Velázquez

VÍCTOR RODRÍGUEZ
Hace un par de años tuve la ocurrencia de visitar con mis dos hijos (varones, 9 y 5 años entonces) la retrospectiva de Kandinsky en CentroCentro, en Madrid. Iríamos por el sexto o séptimo cuadro cuando una mujer, percibiendo su aburrimiento, se dirigió al pequeño y le dijo:"Anda, chiquitín, dile a tu padre que te lleve al Retiro". No lo dijo en tono reprobatorio, muy al contrario. Se percibía la ternura de quien quiere y entiende a los niños, incluso cierta complicidad conmigo. Lógicamente, moderno y tozudo, no hice ni caso y nos chupamos la exposición entera. Hará dos o tres semanas les pregunté en el desayuno si les sonaba Kandinsky. El pequeño, mucho más pasota y desacomplejado, me dijo: "Ni idea". Sólo le faltó añadir "viejo" o "tío" al final. El mayor, siempre más abrumado por el peso del deber y consciente de que yo esperaba que lo supiera, hizo un intento: "¿Un músico?".
Me sentí tan herido en mi orgullo de padre enrollado cultureta que decidí que era hora de volver a un museo -entre medias había habido un chute de Van der Weyden en el Prado, mejor no hablar de ello...-, y me los llevé al Thyssen. Lo hice todo mal: no preparé la visita, la prolongué más allá de lo tolerable y casi no hemos vuelto a hablar de ello desde entonces. Y, aun así, creo que todos aprendimos algo.

Beneficios

Las ventajas para los niños de visitar museos, y en general de familiarizarse con el arte, están documentadas hace tiempo. Varios estudios han concluido que los alumnos con mayor presencia de las artes en su formación (no sólo visuales, también la música, la danza o el teatro) sacan mejores notas en otras asignaturas, faltan menos a clase y acumulan menos sanciones disciplinarias. El más citado es el realizado por James Catterall, de la Universidad de California, en 2002 con más de 25.000 estudiantes de Secundaria. Los que habían incorporado disciplinas artísticas al currículum durante cuatro años o más excedían en 58 y 38 puntos, respectivamente, en las pruebas de Lengua y Matemáticas del SAT (equivalente norteamericano de la Selectividad) a los que las habían incorporado un semestre o menos.
Puede que no sea una relación causa-efecto: simplemente los mejores estudiantes muestran más interés por las artes. Lo que nadie discute es que el contacto con las artes favorece la creatividad. "El arte trabaja con un tipo de pensamiento divergente que se contrapone o al menos completa al pensamiento lógico", subraya María Acaso, experta en Educación y Arte Contemporáneo y coautora del libro 'Art Thinking' (ed. Paidós, 2017). "Este pensamiento creativo, siempre considerado subalterno, es cada vez más necesario, se impone abolir esa diferencia. Y eso ocurre en contacto con el arte, con el arte contemporáneo en especial, el que se hace en el momento en el vive el niño, que parte del extrañamiento del espectador ante la obra, literalmente del 'what the fuck', del qué-es-esto". Hace un mes la revista online Artsy.net publicaba un artículo en el que explicaba cómo en EEUU escuelas de arte, no de negocios, están poniendo en marcha programas específicos para enseñar a pensar creativamente a ejecutivos y altos cargos de la Administración.
Más allá de eso, Acaso ve el museo como un lugar fundamental para crear ciudadanos. "Hoy los niños viven realidades complejas, ven cientos de imágenes al día en no sé cuántos dispositivos móviles y tienen que desarrollar una conciencia crítica si queremos que lleguen a ser algo más que consumidores. Y eso se hace en un museo". Todos los entrevistados para este reportaje insisten en esa idea del museo como "ventana al mundo", en palabras de Alba Pérez, del departamento de Educación del Reina Sofía, y como generador de la necesaria conciencia crítica.
Pero el acceso al museo no sólo ayuda al niño a ser más creativo y más crítico. También fertiliza su conciencia de lo público y su responsabilidad en conservarlo. "Uno de los objetivos principales de nuestros programas escolares y de familia es que los críos salgan sabiendo que todo lo que hay aquí es suyo", explica Esther de Frutos, jefa del Servicio de Actividades Educativas del Museo del Prado. "Cuando en una visita dinamizada les preguntas de quién es el museo contestan cosas como: "De Felipe VI"; "de Rajoy"; "de la Caixa"... No llegan a pensar que de verdad es de ellos, y esa idea, que les parece fantástica, es el principio para que se involucren en conservar, conocer y valorar el patrimonio». Más de 300.000 niños visitan el Prado al año.

Entre generaciones

Acudir a una exposición con menores, si se sabe hacer, fortalece la comunicación y el vínculo con ellos. Ricard Huerta es director del Instituto Universitario de Creatividad e Innovaciones Educativas de la Universidad de Valencia. "Yo animo mucho a la gente a ir al museo con sus parejas o con sus amigos, porque aparte de aprender van a disfrutar compartiendo experiencias, y eso es igual de importante", asegura. "El museo puede ser una experiencia intergeneracional. Si un niño va con sus compañeros de clase, perfecto. Pero si van con gente de otras edades es una de las pocas experiencias que aún quedan que se pueden compartir y que influyen en ambas partes".
En ese sentido van muchas de las iniciativas que están poniendo en marcha los museos con públicos infantiles. También se busca el contacto con otras artes como el teatro y la danza; la interacción, convertirlos en productores de conocimiento y, según edades, perseguir un lado lúdico que les seduzca. El Museo Thyssen Bornemisza ha llegado a invitar a algunos niños a aportar ideas y a testar el videojuego para PlayStation Nubla, basado en cuadros de su colección y del que se han vendido 30.000 unidades en todo el mundo.
Pero la infancia, pese a suponer entre el 10 y el 15% de visitantes de centros como los del triángulo de los museos de la capital (Prado, Thyssen, Reina Sofía), sigue teniendo algo de público marciano. La expresión no es mía, es de Rufino Ferreras, responsable de Desarrollo Educativo del Thyssen: "Son un poco públicos extraños, una especie de marcianos en un contexto serio y tan formal como un museo. Por eso lo primero es generar un ambiente de comodidad, afectividad y seguridad en que el chaval esté a gusto, escuchándoles, haciéndoles hablar, dejando que sean autónomos en su aproximación a la obra de arte, sin imponer un discurso adulto, haciéndoles ver que lo que dicen de un cuadro es tan válido como lo que diga un adulto; muchas veces lo es más. Y no diciéndoles: No te muevas, no hables, no corras, no te estires... Saben comportarse perfectamentea..".

Presencia incómoda

La teoría está bien. Luego están un esforzado padre y sus hijos de 11 y 7 años en la planta 0, ante Juego de bacarrá de Vilmos Huszár, compartiendo en tono normal, no de misa, su entusiasmo por lo que se puede hacer con triángulos y viene un guarda jurado a decirles que hablen más bajo. Vale.
Las cosas, no obstante, están cambiando. "Cuando empezamos con los programas de familias, en 1995, lo primero que me dijeron desde la dirección fue: "Oiga, que no molesten los niños", cuenta Ferreras. "Hoy a ningún directivo de un museo se le ocurre plantear eso. Es verdad que pueden ser percibidos por algún visitante como una presencia incómoda, pero ante eso yo me hago otra pregunta: ¿Y ese visitante no molesta al niño? Sí; hay quien está delante del 'rothko' teniendo una iluminación y llega el chaval y le molesta. Pero también hay gente que se emociona más con el niño que con el 'rothko', hace del niño, con su mirada desinhibida, su mediador afectivo y emocional con el 'rothko'. Un museo sin público no es un museo, es un almacén de obras. Y sin niños no hay un museo vivo. Los niños aportan vitaminas al museo".
AL MUSEO, PERO NO DE CUALQUIER FORMA
Lo mejor para visitar un museo en familia son las actividades que diseñan sus departamentos de educación, pero si no encuentra plaza (vuelan) o simplemente ama el riesgo, puede aventurarse a ir por su cuenta. Aquí algunas ideas para sobrevivir e incluso disfrutar.
ANTES. Conozca bien al niño o niños con quien va a ir (su carácter, su paciencia y sobre todos sus gustos e intereses) y el museo que va a visitar (la colección, pero también la ubicación de las obras: en museos grandes como el Prado la mitad de la visita se puede ir en desplazarse de un cuadro a otro). Busque conexiones entre la colección y los intereses de la niña o el niño. Investigue, no sea vago: si va a pedir a su hijo un esfuerzo, usted debe esforzarse también. Pueden hacer juntos esa labor previa, sin abusar: tampoco se trata de matar el efecto sorpresa.
DURANTE. Limite la estancia. Las visitas escolares se centran en cinco o seis obras, en tres incluso para los niños más pequeños. Cada chaval es un mundo, pero una hora u hora y media en el museo son suficientes. Es preferible ver bien 10 obras que 20 mal. Ya volverá. Más importante aún: dé libertad a su pequeño acompañante, confíe en él, déjele que hable, escúchele, aprenda de él, no sea dogmático. A menudo verá cosas que usted no ve mucho más cercanas a la intención del artista que lo que atribuye el discurso académico.
DESPUÉS. Es el momento más importante y, como suele ocurrir con los momentos importantes, el más difícil. Favorezca que se establezcan conexiones entre lo visto y la vida cotidiana, pero huya de estrategias que huelan mínimamente a escuela. Tampoco se obsesione: los padres somos muy cansinos. Y repita. Una visita al año sirve de poco. Frente al efecto check in -el Prado ya lo he visto, le pongo la marca y me voy a por el Thyssen-, no tema volver a uno ya conocido. La mayoría son inagotables.

EL MUNDO, 15/01/2018


Comentarios

Entradas populares de este blog

«Los buenos modales no están de moda, pero es imprescindible recuperarlos»

FERNANDO CONDE Hoy en día es frecuente enterarte por los medios de noticias relacionadas con la falta de respeto, el maltrato, el acoso, etc. Podemos observar muchas veces la ausencia de un trato adecuado a los ancianos, la agresividad incontrolable de algunos hinchas de fútbol; la poca estima a la diversidad de opiniones; la destrucción del medio ambiente; el destrozo del mobiliario urbano y un largo etcétera que conviene no seguir enumerando para no caer en el pesimismo que no conduce a nada y el problema seguirá ahí. Un problema que podríamos resumir en que se ha ido perdiendo el valor de la dignidad humana en general. Los modos para alcanzar la felicidad, siempre deseada, se apartan de las reglas y normas de conducta más elementales de convivencia colectiva que han acumulado las culturas y los pueblos a través de los siglos. La idea de que «la dignidad empieza por las formas» que resume este artículo es una afirmación bastante cierta, porque la forma, no pocas veces arrastr

¿Qué hay detrás de las mentiras de un niño?

ISABEL SERRANO ROSA Los niños no son mentirosos, pero mienten . Lo hacen cuando tienen algo que decir o que aprender. Hasta los cuatro años, con sus historietas sorprendentes, quieren narrarnos su mundo de fantasía. Somos la pantalla en la que proyectar su película. Entre los cuatro y los siete años construyen su mini manual de moralidad con ideas muy sencillas sobre lo que está bien y mal, basado en sus experiencias "permitido o no permitido " en casa y en el colegio. Con su gran imaginación, las mentiras son globos sonda para saber hasta dónde pueden llegar. Entre los ocho y los 12 años la realidad se abre camino y la fantasía se vuelve más interesada.  El pequeño pillo de nueve años desea ser bueno, pero se le escapan las trolas por el deseo de gustar a los demás, ocultar alguna debilidad o evitar castigos. En general, mienten a sus crédulos coetáneos o, por el contrario, les escupen a la cara alguno de sus descubrimientos del trabajo de campo que significa crecer.

Qué le pasa a tu bebé cuando dejas que llore sin parar

  GINA LOUISA METZLER Muchos padres creen que es útil dejar llorar a su bebé. La sabiduría popular dice que unos minutos de llanto no le hacen daño, sino que le ayudan a calmarse y a coger sueño. Se trata de la técnica de la espera progresiva , que fue desarrollada por el doctor Richard Ferber, neurólogo y pediatra de la Universidad de Harvard en el hospital infantil de Boston (Estados Unidos) , y que sigue utilizándose en la actualidad en todo el mundo. Casi nadie sabe en realidad lo que ocurre a los bebés cuando siguen llorando, pero las consecuencias físicas y psíquicas podrían afectarles toda su vida. Cuando un bebé llora sin que sus padres lo consuelen, aumenta su nivel de estrés , ya que, a través de su llanto, quiere expresar algo, ya sea hambre, dolor o incluso necesidad de com