DR. MICHAEL LAITMAN
Profesor de ontología
Profesor de ontología
Mi maestro en cierta
ocasión me contó una historia que había oído a su padre, el gran
cabalista Rav Yehuda Ashlag. Había un rey muy mayor y poderoso que tenía
un único hijo. Desde el día en que su hijo nació, el rey lo rodeó de
los hombres más sabios del reino, de los más ilustres arquitectos y
constructores, de los más destacados músicos y poetas y de los mejores
cocineros y panaderos.
Sin embargo, muy a su pesar, el niño creció
y se convirtió en un necio al que no le interesaba el conocimiento.
Peor aún, era ciego y no podía ver la belleza de los edificios. También
era sordo y no podía disfrutar de la música, y tan enclenque que
solamente podía comer pan de harina gruesa. Lo cierto es que este
anciano y poderoso rey sufría enormemente.
Al igual que ese
príncipe enfermo, nunca antes en nuestra historia hemos disfrutado de
mejores condiciones de vida. Tenemos todo lo que necesitamos para llevar
una vida sana, alegre, segura, abundante. Contamos con la medicina
moderna, con la alta tecnología, con el comercio a nivel mundial y con
internet, que nos conecta con cualquier rincón del planeta en cuestión
de segundos.
Y sin embargo estamos inmersos en una interminable
crisis social, política, ambiental y financiera. El terrorismo y la
violencia se extienden por todas partes, el fundamentalismo religioso
amenaza con conquistar el mundo, la economía sigue desestabilizada y los
desastres naturales son algo habitual.
¿Cuándo acabarán nuestros problemas? Cuando crezcamos.
¿Cuándo acabarán nuestros problemas? Cuando crezcamos.
Desde niños a adultos
Cuando
un niño nace, los padres se ocupan de todas las necesidades del bebé.
Con amor y dedicación proporcionan a sus hijos todo lo que necesitan
para su desarrollo: alimento, un hogar, ropa y todo el afecto. A medida
que el niño crece, los padres le van dando más independencia y empiezan a
enseñarle a encontrar su camino en la vida, su lugar en el mundo.
Después, llega la adolescencia.
La adolescencia es una etapa
complicada de la vida. Los adolescentes quieren las prerrogativas de los
adultos pero generalmente prefieren eludir las responsabilidades de los
adultos. Y el resultado es que, a menudo, tienen conflictos con los
adultos. Los padres y los profesores con frecuencia están molestos con
lo que ellos perciben como una ingratitud por parte del adolescente:
quieren los beneficios de la edad adulta pero no las responsabilidades
que estos conllevan.
Y, sin embargo, todos debemos aprender a
rendir cuentas y ser responsables a medida que crecemos. Estos rasgos
son los que diferencian principalmente a los adolescentes de los
adultos. Mientras que los adolescentes están ocupados disfrutando de la
vida, los adultos se preocupan por construir una vida, y es esa
construcción la que da un sentido y un propósito a la vida. Además, la
sociedad considera importante que aportemos de manera positiva, y por
ende, a un adulto que es incapaz de asumir responsabilidades se le
considera imposibilitado o discapacitado.
La adolescencia de la humanidad
Como
un niño en crecimiento, la humanidad ha llegado a la etapa adolescente.
La naturaleza ha apoyado todos nuestros deseos durante miles de años.
Ha proporcionado todo lo que necesitamos para nuestra existencia y ha
hecho posible que tengamos una vida segura y feliz. En la actualidad,
como los adolescentes, queremos seguir disfrutando de todo lo que el
mundo nos ofrece pero sin asumir responsabilidades. Estamos explotando
todo lo que existe en nuestro planeta, sin embargo, cuando se trata de
arreglar el desbarajuste, intentamos que otros se encarguen de la faena.
Lo cierto es que en un mundo donde nuestro comportamiento
colectivo influye en el bienestar general, los descuidos son un lujo que
no nos podemos permitir. Es el momento de cambiar. Es el momento de
crecer y aprender las leyes que rigen nuestro mundo. En la era de la
globalización y la dependencia mutua debemos adaptarnos al entorno que
nos rodea y desarrollar relaciones basadas en la solidaridad mutua. Del
mismo modo que un niño rebelde es castigado si no hace su trabajo
escolar, cuando hacemos caso omiso de las leyes de nuestro entorno,
somos castigados. Esto se cumple tanto en el entorno social como en el
ecológico. Hemos llegado a la etapa de la adolescencia y ahora la
naturaleza nos pide que crezcamos del mismo modo que los adolescentes
deben convertirse en adultos, les guste o no.
Curiosamente, el Rav
Ashlag escribió sobre la adolescencia de la humanidad hace casi 90
años, cuando prácticamente nadie podía entender su significado. Estas
son sus palabras: "La naturaleza, como un competente juez, nos castiga
según nuestro grado de desarrollo. Podemos ver que en la medida en que
la humanidad se desarrolla, se multiplican también los dolores y
tormentos que rodean nuestro sustento y existencia".
Llegar a ser adultos felices
Nuestras
relaciones y vínculos sociales -entre cónyuges, padres e hijos,
empresarios y empleados y entre los propios compañeros de trabajo- se
van deteriorando día a día debido a nuestro egocentrismo. Ahora debemos
adoptar una nueva actitud. Solamente llegaremos a ser felices cuando
aprendamos a envolver el distanciamiento entre nosotros con conexión. No
debemos desperdiciar los grandes logros de la humanidad en busca de
placeres egoístas. Al contrario, deben ser utilizados en beneficio mutuo
y ser compartidos con todos.
Tenemos suficiente comida, agua,
tecnología y demás recursos para hacer que la vida de todos sea fácil y
segura. Si nos centramos en construir conexiones positivas, no tendremos
que invertir nuestra energía en la lucha por salir adelante,
limitándonos a sobrevivir. Convertirnos en adultos responsables no
implica dejar de disfrutar de la vida: significa que debo asegurarme de
que todo el mundo disfrute tanto como yo. Cuando crezcamos y dejemos de
jugar al Monopoly o a ser "El rey de la colina", y en vez de eso
fomentemos el preocuparnos por los demás, descubriremos que hay más que
suficiente para todos.
Cuando empecemos a apoyar conjuntamente a
nuestra sociedad global, nos daremos cuenta de que nuestros problemas
desaparecen. De momento, solamente existen porque, como dijo Ashlag, "en
la medida en que la humanidad se desarrolla, se multiplican los dolores
y tormentos que rodean nuestro sustento y existencia".
Seguir a Dr. Michael Laitman en Twitter:
www.twitter.com/laitman
HUFFINGTON POST, Martes 4 de octubre de 2016
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