VIRGINIA CARBAJO
El cuidado de la salud bucodental en casa, con frecuencia, se realiza
incorrectamente, ya sea por no seguir unos hábitos determinados o por no estar suficientemente informados, algo que pasa muy a menudo.
Cometemos muchos errores a la hora de lavarnos los dientes. Con frecuencia no tenemos clara la técnica y, como ya ha publicado anteriormente ‘El Confidencial’, terminamos por lavarnos incorrectamente, lo que puede resultar incluso peor que no hacerlo, derivando en infecciones u
otros problemas. Sin embargo, también existen otros peligros, ya que
los productos que utilizamos quizá no sean los adecuados o, aún peor,
pueden ser directamente perjudiciales para la salud.
Entre los componentes de la pasta de dientes podemos encontrar productos químicos abrasivos, multitud de alérgenos, espesantes y fluoruro, que pueden resultar realmente perjudiciales para nuestra salud dental. Así lo concluye una investigación realizada por Cornucopia, el instituto estadounidense orientado a hábitos alimenticios y de consumo, entre otros.
Este
estudio incide en la presencia de productos potencialmente tóxicos
entre los componentes de los dentífricos estadounidenses, también entre las primeras marcas, tales como materiales sintéticos derivados del petróleo.
Incluso en el caso de que la pasta de dientes se venda como “natural” ese reclamo poco tiene de saludable; puede que cuente con algunos ingredientes naturales, pero procesados y sintetizados también químicamente, por lo que resultan ya totalmente diferentes al producto original.
Algunas de estos componentes son:
Carragenina: Un espesante derivado de las algas, que puede producir problemas intestinales e incluso cáncer.
Dietanolamina: El elemento empleado para que el dentífrico haga espuma y que está comprobado que causa irritación de las mucosas y de la piel.
Fluoruro: En pequeñas cantidades fortalece el esmalte y previene las caries, pero es altamente tóxico. La ingestión prolongada de grandes cantidades puede afectar a los huesos.
Formaldehído: Una sustancia que es liberada por multitud de conservantes utilizados para la fabricación de las pastas de dientes y que provoca irritación cutánea y ocular.
Parabenos: Empleados como conservantes, pueden afectar al sistema endocrino, provocando una liberación irregular de estrógenos, entre otros.
Aunque no traguemos la pasta de dientes, a través de la mucosa oral el cuerpo puede llegar a absorber
gran parte de las sustancias que componen el dentífrico. De manera que
las sustancias insalubres que contenga pueden pasar directamente a
nuestro torrente sanguíneo con cada cepillado.
¿Qué control hay sobre ello?
La
causa a la que apunta Cornucopia para que se produzca tal situación es
la falta de regulación en la materia. En Estados Unidos es la Food and
Drug Administration (FDA)
quien debería ocuparse de este tipo de artículos, en tanto que son de
cuidado o higiene personal, pero lo cierto es que se engloban en la categoría de cosméticos,
que allí cuentan con muy poco seguimiento, con una ley que data de 1938
(se ha avanzado mucho en productos químicos desde entonces). Debido a
ello, el control termina dejándose sobre todo en manos de la
autorregulación de las propias empresas.
En España, sin embargo,
estos productos sí se regulan por Real Decreto (1599/1997 del 17 de
octubre, modificado en dos ocasiones), en el que se estipula que “los
productos cosméticos
que se comercialicen en el territorio comunitario no deberán perjudicar
la salud humana cuando se apliquen en las condiciones normales o razonablemente previsibles de uso”.
Con un epígrafe específico para dentífricos, establece además las
sustancias que no pueden ser empleadas, aunque deja la puerta abierta a
un gran número de químicos.
Por su parte, la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) es el mecanismo estatal regulador y también contamos con la normativa europea CE 1223/2009 en materia de cosméticos.
El hecho es que una misma compañía fabrica actualmente el mismo producto de forma diferente para Europa y EEUU, con el fin de adecuarse
a ambas normativas: la estadounidense, más cómoda para emplear
sustancias rentables aunque poco saludables, y la europea, más
restrictiva en ese sentido.
Los productos tóxicos están en camino
Esa brecha en la regulación de ambos bloques es precisamente el punto focal del TTIP
(Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones), el acuerdo que
pretende establecer una normativa común entre Europa y EEUU a fin de
eliminar trabas para las empresas multinacionales. Sus defensores
aluden a que esas facilidades fomentarán más inversión, pero el
principal motivo de su rechazo social es la intención de flexibilizar
las condiciones a la baja, es decir, equipararlas con las
estadounidenses.
En este caso, los productos químicos que sí pueden emplearse en EEUU para realizar el dentífrico pero que aquí no se contemplan por insalubres, pasarían directamente a la composición de nuestras pastas de dientes.
Las empresas no tendrían que molestarse en fabricar dos tipos de producto, pero este es un buen ejemplo de hasta dónde llega la falta de regulación estadounidense en el empleo de químicos, no solo en cosmética o higiene, también en otros campos, como la alimentación.
Por otro lado, la American Dental Association de Estados Unidos recibe grandes subvenciones de la industria cosmética,
por lo que no cabe esperar, por el momento, que vaya a poner mucho
empeño en denunciar los posibles componentes perjudiciales de un
artículo que, no olvidemos, debemos utilizar tres veces al día.
EL CONFIDENCIAL, Domingo 28 de agosto de 2016
Comentarios
Publicar un comentario