GEMA LENDOIRO
Es una queja constante en muchísimos foros y debates en la red entre las madres: la excesiva carga de deberes que
los profesores ponen a los niños. Parece claro que llegados a una edad,
adolescencia, deben reforzar en casa pero, ¿qué pasa con los alumnos de
primaria? Niños de entre 6 y 9 años que apenas disfrutan de tiempo libre para jugar y que, al salir de clase, enseguida están con los deberes. Algunos restándole tiempo al sueño. ¿De verdad es esto necesario?
No son pocos los países que tienen encendidos debates sobre este tema. De hecho en Francia
están prohibidos por ley desde 1956 para los niños de primaria y muchos
colegios se saltan esa norma, motivo por el que asociaciones de padres
ya en 2010 elevaron sus protestas a través de las asociaciones de padres
llegando incluso a la huelga.
En otros sistemas educativos, como el siempre laureado finlandés, no
existen los deberes en primaria. De hecho comienzan la escuela a los 7
años.
¿Qué pasa en España? La realidad es que, a pesar de que cada vez más expertos en pedagogía, educación y psicología alzan sus voces explicando que los deberes en primaria no sirven absolutamente para nada y,
además, son perjudiciales, se sigue cargando a los niños con tantos
trabajo que, dicen los expertos, al final llegan a secundaria hastiados y
con poca motivación.
En unos días comienzan las vacaciones escolares navideñas y
muchos niños se llevan grandes cantidades de deberes lo que hace que
apenas puedan disfrutar del tiempo libre, tan necesario a esas edades
para su correcto crecimiento.
La Pedagogía Blanca,
auténtica precursora a la hora de formar a profesores con ganas de
cambiar las cosas, incide muchísimo en este punto en sus cursos online. Mireia Long, una de sus fundadoras, considera que no son necesarios en esta etapa de la educación. «Las vacaciones son indispensables para los niños y
precisamente en Navidades es cuando menos deberíamos plantearnos que
hicieran deberes de ningún tipo. Primero por ellos. Sus días lectivos ya
suelen estar cargados entre el colegio, los deberes y las actividades
extraescolares y suelen tener poco tiempo para jugar, pensar, leer lo
que les apetezca o divertirse con sus familias. Ahora sencillamente es
preciso dejarles desconectar y que aprovechen su tiempo para hacer todo
lo que no pueden hacer a diario».
El tiempo de juego, autoconocimiento y refuerzo de las
relaciones afectivas con sus familias es un aprendizaje también,
importantísimo, del que, añade Long, «salen reforzados los valores
familiares, la autoestima y les da la posibilidad de reconocer quienes
son, buscando por ellos mismos actividades lúdicas y educativas a su
medida».
Tampoco debemos olvidar que muchos niños necesitan a sus padres para hacer los deberes,
por lo tanto este punto también hay que tenerlo en cuenta. «Hay quienes
tienen a diario una pelea con sus hijos por las tareas escolares y eso
hace que su relación se haga muy tensa.
Les va bien un tiempo en el que puedan conocerse de verdad y disfrutar
de cosas que les hagan felices. Los padres pasan ahora poco tiempo con
los niños y es muy importante que aprovechen el que tienen para
conocerlos mejor, descubriendo sus talentos, los temas que les fascinan,
conversando y jugando con ellos, porque ese tiempo no volverá y porque,
además, una relación de confianza se sustenta en esos momentos
compartidos», concluye Mireia.
«Además, puntualiza, las fiestas navideñas suelen estar
recargadas de compromisos, comidas, compras y salidas para hacer ocio o
turismo. No es necesario complicarlas adicionalmente con una fuente de
obligaciones suplementarias que tampoco van a aportar nada. Si los
padres quieren salir de vacaciones o ir a hacer visitas es bastante
penoso ver al niño arrastrando su mochila y rompiendo esos tiempos de
disfrute por tener que ponerse a hacer tareas».
Pero, ¿por qué motivo los profesores, casi de manera sistemática, ponen deberes a los niños?
¿Qué les impulsa a hacerlo? Para la experta en pedagogía, «los padres y
los maestros parece que temen dejar a los niños sin deberes. Los
maestros lo hacen por dos motivos, algunos porque sinceramente piensan
que los alumnos olvidarán lo aprendido si no lo repiten continuamente o
que van a perder, por un par de semanas, el hábito de estudio. Otros
maestros, también es cierto, simplemente los ponen porque los padres o
el colegio no se plantean otra cosa y los mandan casi forzados».
Mireia Long recalca la importancia de reflexionar por qué
existe el temor a que los niños olviden lo aprendido si no lo machacan:
«Realmente, explica, un aprendizaje significativo y duradero se basa más
en la comprensión y asimilación de conceptos que en la mera repetición
mecánica. Otra idea que se detecta es que hay que tener obligaciones,
pero todos necesitamos también tiempos de libertad y desconexión.
Y no olvidemos que la verdadera responsabilidad necesita, además de una
supervisión externa, un compromiso personal, un deseo auténtico de
hacer cosas que consideramos importantes», concluye.
Preparando las bases de unos adultos comprometidos
Mireia Long recuerda que «en las empresas punteras y en los
mejores equipos de investigación se valora mucho el compromiso personal
que nace de dentro, del deseo del individuo de convertirse en un
experto en un tema concreto y eso no se logra de un día para otro, para
eso es importante que la Educación formal permita que los alumnos descubran qué cosas son las que les emocionan y les apasionan, qué
cosas quieren descubrir y qué cosas son las que les hacen querer saber
siempre más y más. Para lograr que los niños sepan eso de ellos mismos y
lo experimenten hay que dejarles tiempo libre, ofreciéndoles
experiencias educativas variadas pero dándoles la oportunidad y el
tiempo de dedicarse a ellas».
«Estoy convencida, añade, de que si damos a los niños
herramientas, tiempo libre y buenos materiales educativos nos van a
sorprender con la manera en la que gestionan su deseo de conocer. Un
libro sobre el cuerpo humano o los volcanes, un documental, una visita a
un museo, internet supervisado por los padres o una tarde de juegos de
mesa inspirados en la Historia son experiencias educativas igualmente valiosas.
Y los niños luego querrán profundizar en alguno de esos temas. Todo
suma y todo es necesario, pero son las vacaciones el mejor momento para
que puedan hacerlo».
También los propios padres piden deberes. Parece que hay
una cierta conciencia colectiva de que si no les pone deberes a sus
hijos el colegio no funciona bien. Mireia Long cree que esto es debido a
que «les preocupa que sus hijos pierdan ritmo de estudio y
se vean perjudicados, pero es una cuestión de costumbre, de mentalidad,
y eso hay que cambiarlo dándoles confianza en que ellos ahora pueden
aprovechar para enseñarles muchas cosas importantes también sobre el
mundo, las empresas, la Naturaleza, los valores humanos y la importancia
de las relaciones interpersonales».
En las vacaciones navideñas podemos, además de dejar mucho tiempo para el juego libre,
programar actividades de todo tipo: visitar museos, hacer juntos algún
taller educativo al que permitan la asistencia de toda la familia, ir al
campo o a alguna ciudad con bellos monumentos históricos, leer juntos
un libro en voz alta, cocinar, hacer manualidades… son muchas cosas
maravillosas que harán que los niños aprendan, disfruten y recuerden a
sus padres como las personas cercanas y amadas que seguro queremos que
recuerden que somos.
Y no parece que lo diga sólo Mireia Long. En el anuncio de
Ikea de esta Navidad los niños dejan bien claro. Lo que quieren de
regalo de verdad es pasar tiempo con sus padres. No con los libros.
ABC, 13/12/2014
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