OLALLA URIARTE
Los bebés, y los niños de hasta 3 años, forman parte de una de las
franjas de población que más ha crecido en cuanto a número de alérgicos.
Y es que aunque el componente hereditario juega un papel importante a
la hora de padecer esta afección en edades tan tempranas (incrementa las
posibilidades entre un 30% y un 50%), hay también otros factores que
han influido en este aumento, como puede ser el abandono de la lactancia
materna antes de los 6 meses o los factores ambientales.
La alergia principal entre los más pequeños sigue siendo la alergia
alimentaria, pero en esta época del año debemos prestar especial
atención también a las reacciones de su cuerpo ante el contacto con el
polen para, en caso de duda, realizar las pruebas pertinentes para
obtener un diagnóstico certero que nos permita tratar esta afección.
¿En qué debemos fijarnos?
Aparato respiratorio (Nariz y boca). Aquí es donde
se presentan los síntomas más habituales: nariz acuosa (acompañada de un
leve picor), estornudos frecuentes y tos seca, debido al picor de
garganta.
Ojos. El lagrimeo constante y el enrojecimiento son
las pistas fundamentales. También debemos estar atentos a si al
despertarse presenta habitualmente un exceso de legañas, ya que podría
ser otro síntoma de alergia.
Piel. La llamada dermatitis atópica suele
manifestarse en bebés a través del hinchazón, enrojecimiento y aparición
de sarpullidos en la piel, sobre todo en mejillas, muslos y detrás de
las orejas. Si nuestro hijo es alérgico al polen estos síntomas pueden
empeorar ante el contacto con el alérgeno.
Para confirmar nuestras sospechas
Para diferenciarlo, y no confundirlo con un resfriado, debemos
fijarnos en sí la aparición de los síntomas se ha producido de forma
brusca. De ser así, estamos más cerca de confirmar que estamos ante una
alergia. Sobre todo, debemos observar su reacción en entornos como los
parques infantiles y zonas verdes, donde el polen está más concentrado.
También la duración de los síntomas puede darnos una aproximación más
certera. Si superan la semana de duración es más probable que no se
trate de un simple catarro.
Pero, por supuesto, si identificamos los síntomas y vemos que son
persistentes lo que debemos de hacer es acudir a un especialista para
realizar un test cutáneo.Confirmada la afección, lo más común será que
le administren antihistamínicos y soluciones en gotas, ya que las
vacunas no son aconsejables en esta franja de edad. Además, también
podremos optar por remedios naturales, como el agua de mar, para reducir
los molestos síntomas.
VIVIRMÁSYMEJOR/EL MUNDO, 2705/2016
Comentarios
Publicar un comentario