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Educados en la tribu

PABLO LEÓN
"Me pinto el pelo, mi madre no me deja que me pinte el pelo", canta India, de cuatro años, desde un escenario improvisado en una plaza del barrio barcelonés de Poble Sec. Está rodeada de niños. Sus amigos y compañeros del grupo de crianza en el que se educa. "Babalia nace en 2011 como un proyecto de crianza en el que varias familias, madres o padres nos juntamos para compartir la cría de nuestros hijos", explica Julia Le-Senne, de 27 años, y madre de India. El modelo educativo, el tipo de acompañamiento (más emocional y cercano) o la escasez de plazas en las guarderías públicas y los precios de las privadas impulsan el interés por este método pedagógico. La crianza compartida ha despertado especial interés después de que la portavoz de la CUP, Anna Gabriel, declarara que apoyaba que los niños fueran educados “por la tribu”. "Las familias convencionales son muy pobres y enriquecen poco", añadió la política. Los sectores más conservadores de la sociedad criticaron con dureza no sólo las palabras sino el modelo de educación.

 Educar en grupo es lo que siempre se ha hecho. Este modelo puede funcionar, pero aparecen dos problemas. El primero si no se prepara bien a los niños para las etapas educativas posteriores. El segundo, que estos proyectos funcionen como guarderías encubiertas”, cuentan desde ACEIM (Asociación de Centros de Educación Infantil de Madrid). En España, según la base de datos de educación alternativa Ludus, hay unos 130 grupos de Crianza. “Solo en Barcelona —Cataluña es una región muy activa en este modelo  debe haber unos 30”, cuenta Le-Senne. "Es algo que en realidad se lleva haciendo toda la vida", añade la madre de India.
Mientras India canta, su madre y su padre cocinan. Babalia ha organizado una fideúa popular en el barrio. Si unos progenitores se encargan de la comida, otros lo hacen del cuidado y supervisión. También se han organizado para elegir a las educadoras de sus hijos y toman decisiones en común sobre la formación de los niños. Se definen como un grupo de crianza compartida,
"Las familias no viven juntas, pero establecen un vínculo más profundo, una relación", cuenta Martine Mancini, de 31 años, educadora de India. Mancini y otra compañera se encargan de los niños, de 9.00 a 16.00, en un local del barrio, cedido por la asociación La Base, donde organizan diferentes actividades. También salen: los niños de Babalia van un día a la semana a un centro de día de personas mayores; "a jugar con los abuelos", dice India. Los padres pagan 220 euros al mes (una guardería cuesta de media unos 400 euros), y cada día, una de las veinte familias del grupo cocina (comida ecológica) para todos los niños. También se organizan para recoger a los pequeños y salir con ellos. "Acordamos el modelo de educación, la línea pedagógica, las veces que queremos que salgan... Además, es muy bonito ver la confianza que tienen todas las criaturas en el grupo de padres", comenta Le-Senne. Al principio, los padres se rotaban para que cada día, uno estuviera con el grupo. Dejaron de hacerlo porque sus respectivos hijos se ponían mimosos. "Babalia es un grupo de crianza porque hay un modelo educativo común", añade la madre. 
"Llevo más de 30 años educando niños. Los menores en grupo y con una estimulación adecuada, crecen mucho", cuenta Adela Coello, vicepresidenta de ACEIM y directora, desde hace más de tres décadas, de la escuela privada infantil Nanos en Madrid. Pero añade, que "habría que valorar su proceso de formación y si el niño llega al colegio en el mismo punto que el resto". "Eso no es que falle la tribu sino que la sociedad igual no está preparada. En otras épocas ya ha habido intentos y algunos no han funcionado. De base, no me parece una mala idea, pero habría que vigilar que estos grupos cumplen los mismos requisitos que nos piden al resto de centros para que no acaben convirtiéndose en guarderías encubiertas", incide la directora de Nanos.
"No entiendo por qué nos cerramos a una posibilidad que simplemente es diferente", dice Carolina del Olmo, filósofa, directora cultural del Círculo de Bellas Artes, y autora del libro ¿Dónde está mi tribu? (Traficantes de Sueños. 2013). "La gente se escandaliza cuando oye hablar de la tribu mientras es evidente que hay un problema con la familia nuclear moderna", continúa Del Olmo. Se refiere al hogar en el que conviven madre, padre e hijos. Considera que las ideas y los valores asociados a la familia extendida, el barrio o el pueblo (practicados por la generación de nuestros abuelos), se han erosionado. "Recurrir a un colegio, con personas que ni eligen ni conocen, o contar con una niñera para que cuide de los niños todo el día es algo que actualmente los padres ven normal. Ellos sólo están con sus hijos dos horas al día y aún así creen que es normal. Sin embargo, un grupo de crianza les parece una locura", añade Del Olmo. 
Le-Senne, de Babalia opina que la sociedad actual trata a los hijos con cierto sentimiento de propiedad y como consecuencia la responsabilidad de criar a los niños recae exclusivamente en los padres. La tribu considera esa tarea como global: "los niños son el futuro", dice Le-Senne. Una idea base es la denominada Educación Libre, un modelo pedagógico basado en el respeto, la confianza, el acompañamiento emocional y las consecuencias lógicas –en sustitución del premio o del castigo externo-, que comparte fundamentos con los métodos Montessori, originario de finales del siglo XIX, o Waldorf. En Inglaterra, el interés por la escuelas Montessori ha crecido un 65%; el príncipe Jorge acude a una de ellas. Mientras que en Estados Unidos en los últimos 15 años han abierto más de 300 escuelas públicas que aplican principios Montessori, según una investigación de la Universidad de Yale. "Los niños están en un lugar donde les acompañan con más amor y respetan sus procesos de aprendizaje, sin presionarles", explica Pam, madre de otro de los pequeños de la tribu del Poble Sec, que se mantendrá unida hasta que los niños cumplan seis años. A esa edad, los chavales obligatoriamente tienen que estar escolarizados. Pero ya empiezan a surgir lugares como la escuela El Roure, en el Alto Penedés, que ofrece formación libre hasta los 16 años. 

Kibutz israelíes

La inquietud por aportar otro tipo de educación asalta a muchos padres. Marta Monaster, madre de dos hijos, forma parte de la Tribu de Arganzuela, un grupo de padres conectados y que se apoyan en el barrio de Madrid que da nombre al clan. "Tenemos una red de apoyo y una vida común. No hacemos crianza compartida porque no estamos tan organizados. Para practicar esto no hay que irse al campo a vivir", cuenta. El estereotipo que se ha creado con respecto a estos grupos, que mucha gente ha querido asemejar a las comunas de los kibutz israelíes (retirados de las urbes, cultivando y viviendo juntos y cuyo modelo educativo no prosperó), no encaja en el modelo de crianza compartida en una ciudad.
Algunos chavales siguen tarareando, micro en mano, en la plaza del Poble Sec, India está pintando con tizas en el suelo junto a un puestecillo lleno de ropitas y zapatitos, cedidos por las familias y que se venden por uno o dos euros. "En lugar de comprar todo nuevo, vamos reutilizando y con los fondos apoyamos a Babalia", cuenta la madre de la pequeña. Y añade: "Hemos perdido parte de nuestro clan, por eso tenemos que buscar la tribu".
 
EL PAÍS, Miércoles 01 de junio de 2016
Imagen: Tribu Arganzuela

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