PEPA J. CALERO
Matrona, Psicóloga y Escritora
Matrona, Psicóloga y Escritora
"Para que un ser humano sea realmente independiente, debe haber sido primero un bebé dependiente". (Eduardo Punset)
Reconozcámoslo,
nos encanta achuchar a nuestros bebés, comérnoslos a besos, apretarlos,
acariciarlos, abrazarlos. Nos da igual los beneficios que tengan, para
ellos o para nosotros. Lo que queremos es sentirlos, sentir esa
sensación que te trasporta al olimpo de los dioses. El mundo
privilegiado donde todo es armonía y bondad. Cuando se tiene en brazos a
un bebé u otro ser, el cielo parece más cercano.
La doctora
Phyllis K. Davis refiere que "la estimulación táctil del bebé aumenta su
habilidad general y su capacidad de aprendizaje". Se sabe que los
abrazos favorecen el desarrollo intelectual del pequeño gracias a la
estimulación sensorial que reciben.
A nivel físico, nos
encontramos con una constelación de estrellas de efectos asombrosos:
regula la temperatura corporal y sus patrones respiratorios, favorecen
el crecimiento y aumento de peso, estabilizan el ritmo cardíaco, mejora
los niveles de oxígeno, facilitan la digestión y producen un efecto
tranquilizador.
Con un abrazo el mundo entero se arrodilla. Para
un niño, recibir un abrazo es sentirse a salvo, protegido, acunarse en
el orden del universo con los suyos. Un gesto tranquilizador,
terapéutico, que calma al niño más inquieto e irritado.
Y es que la fuerza de un abrazo tiene un poder milagroso y no es sólo una frase. Como estos dos ejemplos:
Tras
el parto de Jamie, un bebé prematuro de 27 semanas, al que daban por
muerto, la madre mantuvo al pequeño al pecho para despedirse de él,
acariciándole y hablándole. Tras dos horas, el bebé comenzó a respirar,
abrió los ojos y agarró el dedo de su madre. ¡Un auténtico milagro!
Dos
gemelas prematuras se hallaban en incubadoras independientes. Una de
ella se encontraba más débil y sin esperanzas de sobrevivir. Gracias a
una enfermera que tuvo la brillante idea de juntar a las dos en una
misma incubadora, logró salir adelante con el abrazo que su hermana le
brindó. La fotografía dio la vuelta al mundo.
A
nivel emocional, los abrazos fortalecen la seguridad del niño, forjan
su personalidad, desarrollan la empatía, estimulación sensorial al ver
el mundo desde arriba, en brazos. Favorece el desarrollo de vínculos
familiares, especialmente para el padre que, a través de ellos,
experimenta esa cercanía y unión con su hijo. Le relajan, le calman, le
inducen al sueño y el descanso.
Resumiendo, el tacto, el abrazo es una necesidad biológica, vital.
A
todo ello sumamos, el inmenso afecto y ternura que ellos nos brindan y
que nosotros también entregamos. Y es que no hay nada tan lindo y
entrañable como abrazarles y sentir el poder de un abrazo.
El parto
Tres días de parto y el hijo no salía:
-Tá trancado. El negrito tá trancado - dijo el hombre.
El venía de un rancho perdido en los campos.
Y el médico fue.
Maletín en mano, bajo el sol del mediodía, el médico anduvo hacia la lejanía, hacia la soledad, donde todo parece cosa del jodido destino; y llegó y vio.
Después se lo contó a Gloria Galván:
La mujer estaba en las últimas, pero todavía jadeaba y sudaba y tenía los ojos muy abiertos. A mí me faltaba experiencia en cosas así.
Yo temblaba, estaba sin un criterio. Y en eso, cuando corrí la cobija, vi un brazo chiquitito asomando entre las piernas abiertas de la mujer.
El médico se dio cuenta de que el hombre había estado tirando.
El bracito estaba despellejado y sin vida, un colgajo sucio de sangre seca, y el médico pensó: No hay nada que hacer.
Y sin embargo, quién sabe por qué, lo acarició. Rozó con el dedo índice aquella cosa inerte y al llegar a la manito, súbitamente la manito se cerró y le apretó el dedo con alma y vida.
Entonces el médico pidió que le hirvieran agua y se arremangó la camisa.
El libro de los abrazos. Eduardo Galeano
Este post fue publicado originalmente en el blog de la autora
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