Ir al contenido principal

No, no hace falta esperar para bañarse después de comer

JESÚS MARTÍNEZ

Desde el momento que terminan las clases, los usos y costumbres de los peques se modifican, empiezan campamentos urbanos, campamentos cercanos, campamentos lo más lejos posible, abuelos, pueblo y mil puzles para conseguir ocupar el tiempo infantil durante este largo periodo hasta que empiece de nuevo el curso escolar. Las piscinas son fundamentales para entretener a los críos desde el mismo momento que los parques al sol se hacen insufribles por el calor. El tobogán quema, las sombras escasean y toda el agua de la fuente es insuficiente para poder aguantar, así que mantener los niños en remojo toda la tarde asegura juego, ejercicio, hambre en la cena y sueño reparador.
No le veo nada más que cosas positivas: añadir la relación con otros críos, juego colectivo y para los padres igualmente juego con los peques o lectura sosegada, charla con vecinos y amigos o simplemente chiringuito piscinero con todas sus bondades que no voy a detallar. Los que viváis al borde del mar cambiar las palabras piscina por playa y nos dais envidia a los que vivimos tierra adentro.
Estaréis pensando que ahora viene este con que si son peligrosas, cuidado que no se os ahoguen que tienen que durar los niños muchos años, que si los riesgos de insolación, que si no los dejéis solos, que no se quemen, que si factor de protección 80 o más si existe cada 10 minutos, que si camiseta protectora con índice de rayos uva certificado por la comisión europea, que si bebida isotónica para deportistas, que si 10 minutos de cada pecho cada tres horas nada de a demanda, (ah, no esto es de otra cosa, perdón), etc. Pues no, que no quiero ser gafe y si ser positivo.
Ya sé que os habéis ocupado de llevarlos a matronatación o a la piscina del cole para que aprendan a nadar, en ese caso la piscina o el mar ya no son tan peligrosos porque aunque se caigan o se accidenten como saben flotar dará tiempo a ayudarles.
Solo voy a criticar a las antiguas que seguís con la manía de dejar a los pobres críos dos o tres horas sin poder bañarse después de comer, costumbre ancestral que llega de la mano de las abuelas para castigar la siesta de los padres.

¿Cuánto queda?

Pongamos un caso: Comilona copiosa que sale hasta por las orejas, el niño se mete corriendo donde cubre en pleno calor de mediodía, pues es muy probable que le dé un "chungo" y sufra una parada cardíaca, técnicamente llamada hidrocución.

¿Cuánto queda?

Otro caso: ha comido poco, bien, le obligamos a estar dos horas de espera que pasa jugando a las palas con su padre o rebozado cual croqueta en la arena de la playa o haciendo una réplica del castillo de Coca, que al abuelo le gustó mucho cuando lo visitaron. Cada cinco minutos se oye un ¿cuánto queda? Padre y abuelo encantados con la obra construyen pasadizos, puentes y fosos, "niño no toques la almena que se cae". El pobre niño observa bajo el sol abrasador como la obra va tomando forma de cocodrilo más que de castillo y le gustaría derrumbar muros para sustituirlos por mandíbulas feroces.
Dos horas de construcción después a la solanera, que termina el niño cual guiri en su primer día de solar patrio. Suena la campana. Dos horas, 120 minutos, 7.200 segundos de agonía tocan a su fin, salen corriendo hacia el agua papa e hijo y les da el patatús a los dos.

¿Entonces qué hacer?

Parece evidente que tener un poco de juicio y sobre todo no sufrir un choque de temperaturas que es lo que realmente puede darnos un susto. Un cuerpo acalorado por el exceso de comida o por el ejercicio o por las dos cosas puede ocasionar un shock importante con pérdida de presión sanguínea mareo y desvanecimiento, que si nos pilla en altamar o donde cubre nos puede dar un buen susto.
Si estamos recién comidos o acalorados o el niño lleva dos horas al sol, lo primero es bajar la temperatura corporal, refrescar brazos, piernas, cuello y poco a poco el resto del cuerpo, y luego si nos metemos en el agua será de nuevo poco a poco y permaneciendo un rato donde no cubre, que también se puede jugar allí.
A la más mínima sensación de que el niño está raro, mareado, con náuseas o visión borrosa, nos mira de forma extraña, se debe salir lo más rápido posible y pedir ayuda. La reentrada después de la comida debe ser otro momento de juego, dejar la partida de mayores y bañarse con los peques en esos primeros minutos dando ejemplo de cómo se debe meter uno en el agua.
Recordad que los niños nos imitan, no vale dar órdenes de cómo deben hacer las cosas, debemos enseñarles con el ejemplo como actuar, si a ellos les obligamos a guardar la digestión, o meterse poco a poco y nos ven a nosotros hacer una entrada épica, poco van a aprender.
El guardar y hacer guardar dos horas de digestión puede ser contraproducente si las aprovechamos para tomar el sol, jugar una partidita de palas con los niños, o achicharrarnos haciendo castillos de arena y luego a la voz de "tonto el último" nos adentramos en el mar.
No hay porque sufrir el castigo de la espera, pero al entrar al agua con prudencia.
Jesús Martínez es pediatra, autor del libro y del blog El médico de mi hij@ y director médico de Mamicenter. Si quieres hacerle alguna consulta, escribe a mamasypapas@elpais.es
 
EL PAÍS, Miércoles 13 de julio de 2016 
Imagen: Diego 24/06/2016

Comentarios

Entradas populares de este blog

«Los buenos modales no están de moda, pero es imprescindible recuperarlos»

FERNANDO CONDE Hoy en día es frecuente enterarte por los medios de noticias relacionadas con la falta de respeto, el maltrato, el acoso, etc. Podemos observar muchas veces la ausencia de un trato adecuado a los ancianos, la agresividad incontrolable de algunos hinchas de fútbol; la poca estima a la diversidad de opiniones; la destrucción del medio ambiente; el destrozo del mobiliario urbano y un largo etcétera que conviene no seguir enumerando para no caer en el pesimismo que no conduce a nada y el problema seguirá ahí. Un problema que podríamos resumir en que se ha ido perdiendo el valor de la dignidad humana en general. Los modos para alcanzar la felicidad, siempre deseada, se apartan de las reglas y normas de conducta más elementales de convivencia colectiva que han acumulado las culturas y los pueblos a través de los siglos. La idea de que «la dignidad empieza por las formas» que resume este artículo es una afirmación bastante cierta, porque la forma, no pocas veces arrastr

¿Qué hay detrás de las mentiras de un niño?

ISABEL SERRANO ROSA Los niños no son mentirosos, pero mienten . Lo hacen cuando tienen algo que decir o que aprender. Hasta los cuatro años, con sus historietas sorprendentes, quieren narrarnos su mundo de fantasía. Somos la pantalla en la que proyectar su película. Entre los cuatro y los siete años construyen su mini manual de moralidad con ideas muy sencillas sobre lo que está bien y mal, basado en sus experiencias "permitido o no permitido " en casa y en el colegio. Con su gran imaginación, las mentiras son globos sonda para saber hasta dónde pueden llegar. Entre los ocho y los 12 años la realidad se abre camino y la fantasía se vuelve más interesada.  El pequeño pillo de nueve años desea ser bueno, pero se le escapan las trolas por el deseo de gustar a los demás, ocultar alguna debilidad o evitar castigos. En general, mienten a sus crédulos coetáneos o, por el contrario, les escupen a la cara alguno de sus descubrimientos del trabajo de campo que significa crecer.

Qué le pasa a tu bebé cuando dejas que llore sin parar

  GINA LOUISA METZLER Muchos padres creen que es útil dejar llorar a su bebé. La sabiduría popular dice que unos minutos de llanto no le hacen daño, sino que le ayudan a calmarse y a coger sueño. Se trata de la técnica de la espera progresiva , que fue desarrollada por el doctor Richard Ferber, neurólogo y pediatra de la Universidad de Harvard en el hospital infantil de Boston (Estados Unidos) , y que sigue utilizándose en la actualidad en todo el mundo. Casi nadie sabe en realidad lo que ocurre a los bebés cuando siguen llorando, pero las consecuencias físicas y psíquicas podrían afectarles toda su vida. Cuando un bebé llora sin que sus padres lo consuelen, aumenta su nivel de estrés , ya que, a través de su llanto, quiere expresar algo, ya sea hambre, dolor o incluso necesidad de com