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Un juego de la Oca anti pederastas

IMANE RACHIDI
Un juego de mesa, con la misma metodología que el conocido juego de la Oca, es capaz de enseñar a los niños holandeses a hablar de cuestiones tan sensibles como el acoso sexual y a aprender a frenarlo. Con la preparación necesaria de los maestros, los más pequeños podrán tener como parte de su educación Primaria las herramientas claves para detectar a un pederasta y aprender a diferenciar entre el cariño de los mayores y los abusos a menores.
Los niños responden preguntas que incluso pueden desembocar en que acaben reconociendo si sufren o sufrieron abusos sexuales. «¿Qué hacer si tu tío te da un beso en la boca cuando estáis a solas?». «¿Cuál debería ser tu reacción si un extraño te agrega a un red social?». «¿Y si tu entrenador de fútbol te pide que te quites la ropa interior?». Son algunas de las cuestiones que hay que responder para pasar al siguiente nivel.
Petra Duijzer fue educadora y trabajadora social durante muchos años. El secreto de una de sus mejores amigas, sobre el que siempre mantuvo silencio, fueron los abusos sexuales que sufrió de pequeña por parte de su padrastro. Esa situación la empujó a desarrollar este juego de mesa, llamado 'Safe Kids' (Niños a Salvo), con un único objetivo: enseñar a los niños a marcar límites y a decir «no» cuando alguien pasa la línea roja. «Se trata de que sepan que este problema existe y que pueden ser víctimas de un pederasta», explica Duijzer a EL MUNDO.
El juego consiste en un tablero, cinco contadores y un dado. La primera etapa es construir la confianza con el educador, o sea, preguntas básicas para que el niño se sienta seguro. La siguiente es desarrollar la resistencia del niño, concienciarlo acerca de su capacidad de decidir sobre sí mismo, de permitir o rechazar algo. Y ahí se le empiezan a dar las nociones básicas de educación sexual.
Superadas todas esas etapas llega lo más difícil: apelar a los límites psíquicos del niño, enseñarle que puede y tiene derecho a parar, que no debe tener miedo y que estas situaciones hay que comunicárselas a los profesores y a los padres. Los monitores tendrán que limar las sensaciones de inseguridad infantil y reforzarlas para decir «no» a los pederastas.
Duijzer quería que este juego fuese como la hora de salir al recreo. «Yo quería hacer un juego positivo para que los niños quieran disfrutar jugando y no lo vean como una obligación». Y también se trata de que adquieran confianza y autoestima, no que vivan con miedo a lo que está ocurriendo. «Aprenderán a detectar qué tocamientos son erróneos y cuáles no, y convertir este tema en algo de lo que es fácil hablar», explica esta educadora.
Las autoridades holandesas han recibido este año unas 12.000 denuncias por pornografía infantil y casos de pederastia, el doble que en 2015. Además, según la Oficina Central de Estadísticas, el 6% de los menores de entre 12 y 15 años ha tenido que hacer frente a la violencia sexual al menos una vez en su vida. Una situación que los trabajadores sociales no saben cómo afrontar. Tampoco les resulta fácil a los padres hablar de las conductas sexuales debido a la vergüenza o el sentimiento de culpa.
Safe Kids pretende romper esas barreras y formar a los padres para deshacerse de los prejuicios. Cientos de maestros y trabajadores sociales han sido ya entrenados en los Países Bajos para jugar con los niños utilizando esta herramienta. Y varias escuelas lo han adoptado como parte de su sistema educativo para promover la asertividad sexual de niños de entre 8 y 12 años. El curso, que incluye el entrenamiento y un kit del juego, cuesta 1.500 euros a los colegios.
No obstante, no todo el mundo puede utilizar el juego. Las voces críticas consideran que hacer las preguntas de manera errónea o confusa puede llevar al efecto contrario o a educar a los niños en la aceptación de cuestiones que son inaceptables. «Es muy peligroso», sostiene Desiree van Doremalen, consejera gubernamental, que avisa de las consecuencias que podría tener el juego si cae en manos erróneas. Así, el Gobierno deberá investigar más antes de dar su autorización a las escuelas públicas que quieran implantarlo.
Duijzer insiste en que es una buena herramienta, al menos para fijar la línea a seguir para enseñar a los niños a protegerse de los abusos sexuales. Un buen comienzo. Pero el entrenamiento de los maestros es primordial para no cometer errores.
El juego también está destinado a ayudar a los menores a denunciar situaciones de acoso anteriores. El psicólogo forense Henry Otgaar teme que los trabajadores sociales, con intención de ayudar a los niños, acaben «buscando señales» de abuso sexual y terminen «confundiendo» al menor. Los niños que son víctimas de pederastas -advierte- no hablan con facilidad de ello simplemente porque sea un juego.
EL MUNDO, Martes 27 de diciembre de 2016

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