ÁLVARO GARCÍA RUÍZ
Las matemáticas no solo son realizar cuentas de forma rápida. O eso es lo que se puede deducir de un estudio realizado por el centro médico de la Universidad de Stanford, y publicado en Nature Neuroscience, en el que se trata de explicar por qué hay niños que aprenden mejor esta ciencia que otros.
Otro aspecto de esta investigación es detectar las diferencias que existe entre el cerebro adulto y el infantil a la hora de resolver problemas matemáticos, pues estos no actúan de la misma forma.
Para obtener las respuestas que resuelvan estos interrogantes se llevó a cabo un experimento que fue realizado por tres rangos de edades
muy diferenciados. El primero, y más importante de ellos, estaba
formado por 28 niños con edades entre los 7 y los 9 años, el segundo lo
integraban 20 adolescentes con una edad que variaba desde los 14 hasta
los 17 años. Y, por último, un tercer grupo con mayores de edad jóvenes y
una edad superior a 19, pero inferior a 22.
Para evitar el posible riesgo de una desviación en los resultados, todos los participantes tenían un coeficiente intelectual normal,
se excluyó a personas con problemas de aprendizaje, a niños con
trastorno por déficit de atención y ninguno de los niños recibió ningún
tipo de clase por parte de los investigadores, tan solo disponían de los
conocimientos adquiridos en el colegio.
Todos los integrantes del experimento fueron conectados a escáneres de resonancia magnética para poder explorar la actividad cerebral durante la resolución de problemas matemáticos sencillos.
Notables diferencias entre niños y adultos
Los
principales cambios que se detectaron en los niños, con el paso del
tiempo, fueron lo rápido y efectivos que se volvieron en la resolución
de los problemas, así como el elevado funcionamiento del hipocampo,
zona del cerebro relacionada con la memoria. Mientras, otras como la
corteza prefrontal y la parietal se activaron menos, pese a su mayor
relación con actividades como las cuentas.
En cambio, en el caso
de los adolescentes y adultos no se detectó esta poderosa trasformación
ni la elevada importancia del hipocampo, pues el papel primordial residía en el neocórtex, zona que mayor relación tiene con el pensamiento consciente y el razonamiento humano.
Shaozeng Qin, firmante del estudio junto al catedrático Vinod Menon, reconoce en Science Daily la sorpresa que les provocó encontrarse con la poderosa influencia del hipocampo en los más pequeños, ya que es muy diferente en el caso de los adultos, pese a que estaban realizando el mismo tipo de problemas matemáticos.
Pero
el asombro de los científicos no terminó ahí, ya que también detectaron
que el hipocampo no solo aumentaba su actividad, sino que también sus conexiones con otras zonas cerebrales
(especialmente la corteza prefrontal y la parietal). Cuanto mayor era
la conexión, mayor era la capacidad de recuperar los datos matemáticos.
Este descubrimiento, según Menon, señala la trascendencia del hipocampo a la hora de actuar como “andamio”
para el proceso de aprendizaje y la consolidación de la memoria a largo
plazo en los niños. Mientras, en el caso de los adultos no es necesario
ese “andamio” ya que ese recuerdo se ha almacenado en el neocórtex.
Una última consecuencia que han querido señalar los investigadores es que los patrones de actividad cerebral eran mucho más constantes
en los adolescentes y adultos que en los niños, por lo que concluyen
indicando que al aumentar la capacidad de resolución, la actividad será
más consistente.
A partir de estos resultados, los investigadores
de la Universidad de Stanford ya marcan sus siguientes objetivos. Tal y
como afirma Menon: “En los niños con discapacidad para el aprendizaje de
matemáticas, el problema fundamental que tienen es la falta de
capacidad para recuperar los hechos”. Ante esta afirmación lo que
quieren probar es si las técnicas ineficaces de algunos niños a la hora
de resolver matemáticas están relacionadas con la construcción de malos
“andamios”.
EL CONFIDENCIAL, Miércoles 20 de agosto de 2014
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