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No lleven a los niños al museo

ESTRELLA DE DIEGO
La pequeña bomba informativa ha saltado a la palestra a principios de este mes desde el periódico británico The Independent y a través de las declaraciones del artista inglés Jake Chapman: no se molesten en llevar a los niños a los museos de arte contemporáneo porque es una pérdida de tiempo. Es más: si deciden hacerlo, sepan que como padres son unos “arrogantes” y están cometiendo un “insulto” hacia Pollock o Rothko, complejísimos de entender, sobre todo para un niño. “¿Hay alguien más bobo que un niño? Los niños no son humanos aún”, opinaba Chapman. Además, nada de falsas esperanzas. Tampoco hay suerte con Matisse o Picasso, a pesar de que dichos pintores aspiran a recuperar los trazos infantiles. “Es tanto como decir que un niño entenderá el cubismo porque las pinturas cubistas se parecen al dibujo de los niños. Una cosa no tiene que ver con la otra”, apostillaba el artista.
Los padres que se habían preparado para la visita del domingo por la mañana a la Tate Modern —muchísimos entre bicis y paseo— se quedaban pasmados, supongo, con los niños cogidos de la mano y preguntándose qué plan alternativo se podía buscar que fuera gratis —en una Londres cara donde la oferta cultural también lo es, la permanente de la Tate Modern no cuesta nada— y ocupara un par de horas de entretenimiento infantil. ¿Dónde iban si no podían ir al museo? Sobre todo, ¿hay otros planes para niños que interesen a los padres también? Menuda noticia: echaba por tierra el trabajo de quienes en los últimos veinte años se han empeñado en despertar el gusto por el arte en los niños. No sé…, igual se puede ver pintura clásica —de esa no dice nada Chapman—. La National Gallery, por ejemplo, pues el Británico con las momias ya está visto. Saldrá más caro, pero bueno…
No era la primera vez que este artista, miembro de una generación de niños terribles ya entrados en años, protagonizaba una boutade. Parece cosa de los Young British Artists, presentados en la Royal Academy londinense a finales del siglo XX a través de la exposición Sensation. Young british artists from the Saatchi Collection —lo demuestran las actitudes de otros integrantes como Hirst o Tracey Emin, ambos excelentes en los negocios y que no se caracterizan por su discreción—. Jake Chapman es, de hecho, uno de los dos hermanos Chapman, autores de muñecones con bocas en forma de vagina y narices en forma de pene que fascinaron o desquiciaron a tantos.
Pese a todo, en esta ocasión el artista —que busca fondos para su proyecto actual a través del crowdfunding, lo que hay que ver— se ha pasado al tocar la fibra más sensible de una sociedad como la nuestra, extremadamente consciente de los derechos infantiles y muy preocupada por los programas educativos en los museos. La prensa británica se ha hecho eco y han opinado encargados de los departamentos de educación de la Royal Academy o la National Gallery: los niños sí deben ir a los museos.
Sin embargo, las declaraciones de Chapman no son sólo absurdas en lo básico, en especial porque niegan la capacidad de los niños para entender el arte o cualquier cosa: ponen sobre el tapete el viejo dilema de lo incomprensible del arte contemporáneo, porque si los niños no pueden entender el cubismo ni a Pollock, ¿quién nos asegura que podrán apreciarlo los miles de personas sin formación que van al museo precisamente a formarse? Vayan, pues, tranquilos con los niños al museo y hasta a una galería de arte: tal vez muchos de ellos pasarán por allí sin más, casi con aburrimiento —¡qué pesado mi padre!—, pero luego estará ese niño al cual la visita le cambiará la vida. Valía la pena el esfuerzo.
EL MUNDO, Sábado 16 de agosto de 2014

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