Un curioso estudio relaciona la capacidad de dibujar siluetas
humanas a los 4 años con los resultados de los test de inteligencia.
Dibujar es algo casi innato a la especie humana, de hecho, nuestros
antepasados ya plasmaban en las cuevas su particular visión del mundo.
Cuando somos pequeños disfrutamos agarrando un lápiz y garabateando
cualquier papel a nuestro alcance. Ahora, un equipo de investigadores de
la King´s College London ha intentado averiguar si la habilidad para dibujar es genética y, también, si nos dice algo sobre la
inteligencia de los más pequeños de la casa.
Así fue el estudio
Los autores reunieron a más de 7.500 parejas de gemelos y mellizos de 4 años de edad, y les pidieron que dibujaran la figura de un niño.
Cada obra fue valorada dependiendo de la presencia de elementos típicos
en una silueta humana: cabeza, nariz, ojos, pelo, brazos, etc. Además,
realizaron pruebas de inteligencia a estos niños a los 4 y a los 14
años.
¿Qué se encontraron?
Los resultados mostraron que había una ligera correlación entre los
dibujos que obtenían las puntuaciones mayores y los
test de inteligencia.
Además, esta asociación perduraba a lo largo de los años. “El test del
dibujo fue concebido en los años 20 para evaluar la inteligencia de los
niños, por lo que el hecho de que el test se vincule con la inteligencia
de los niños a los 4 años era previsible. Lo que nos sorprendió es que
también esté relacionado con la inteligencia una década después, a los 14 años”, ha explicado Rosalin Arden, una de las autoras del estudio.
¿Genes o ambiente?
Tanto los
gemelos como los
mellizos
se desarrollan en ambientes similares. Sin embargo, los gemelos
comparten toda su carga genética, mientras que los mellizos solo la
mitad. Lo que los investigadores descubrieron fue que, a los 4 años, los
dibujos que hacen los gemelos son más parecidos que los que hacen los
mellizos, indicando que hay una relación genética con la capacidad de dibujar.
¿Y si mis hijos no dibujan bien, tengo que preocuparme?
¡En absoluto! La ciencia cada vez nos ofrece más pruebas de que el entorno en el que los niños crecen es fundamental para su desarrollo,
y los genes simplemente hacen una parte del trabajo. Por mucha
predisposición genética que tenga un niño para dibujar bien, aprender
mucho y otras habilidades, si no crece en un ambiente favorable, lo más
probable es que estas capacidades nunca se manifiesten. Y, de la misma
manera, un niño educado en un entorno normal, rodeado de cariño y con
unos padres o cuidadores que fomentan su autoestima y su desarrollo
intelectual, tendrá menos dificultades en el
aprendizaje.
“El estudio no implica que exista un `gen del dibujo´: la
habilidad de un niño para dibujar viene de muchas otras habilidades,
como la observación, la capacidad para sostener un lápiz, etc. Estamos
muy lejos de entender cómo los genes influyen en todo este tipo de
comportamientos”, ha aclarado Arden.
Por: Victoria González
Fuente y foto: King´s College London
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