RAQUEL RIVERA
Les veremos con el hocico empujando la barra de la jaula, o con su
patita golpeando un cristal mientras nos mira. Les oiremos escondidos
entre los setos; o escucharemos unos maullidos que nos suenan tiernos o
nos estremecen. ¿Y qué hay del jilguero que nos despierta bien temprano?
Por no hablar del hámster tan gracioso que ha traído el chico del cole.
Llega el dilema de la mascota en casa. Superado el sí, ¿a cuál
adoptamos? ¿Nos quedamos con la estrella: el perro? ¿Innovamos, teniendo
en cuenta que no sobra espacio en casa? ¿El gato puede asustar a mi
bebé? ¿Pueden los peces entretener y relajar? ¿El cachorro, además de
jugar, acompañar y activar la oxitocina (la hormona del amor) puede
ayudar a mi hijo a hacer los deberes?
La ciencia está demostrando que los animales de compañía, además de
hacernos más felices, y de beneficiar a los niños, contribuyen a
corregir comportamientos, a mejorar aptitudes y a aliviar síntomas.
Dieter Krowatschek, psicólogo infantil y escolar en Marburgo (Alemania),
autor de Los niños necesitan animales de compañía, comprobó
que con su perrita Fly resultaba más fácil tratar a chicos con problemas
de conducta y atención, a veces con actitudes de agresividad. Los
animales son sensibles, leales, cariñosos, atentos, alegres, juguetones e
incluso pacientes. Toda esa influencia positiva se ve en casa, y en
otros casos, con terapias dirigidas.
Hay variedad de ejemplos avalados por los especialistas. Un Labrador
que acompaña a un niño que lee en voz alta refuerza su aprendizaje y
facilita su concentración. Chinchillas para el manejo de la
impulsividad. Peces de colores llamativos en el salón para focalizar la
atención de unos hermanos muy activos. Un Border Collie que duerme con
un pequeño de seis años para que afronte y supere mejor los miedos
evolutivos, como el quedarse solo, la oscuridad o los fantasmas. La
suavidad de un hámster para activar la psicomotricidad de un bebé con
lesión cerebral. Jugar con un perrito feo y cariñoso para reforzar la
autoestima en la escuela. O un pastor alemán manso para distraerse ante
un dolor de tripa interminable.
Con mascota, aprenderá antes a ser paciente, a hacer deberes, y a querer (se)
“Existen algunas conductas y actitudes que un perro nos puede ayudar a
corregir. Por ejemplo, si queremos trabajar el autocontrol en un grupo
de niños, cada uno de ellos debe aprender a respetar el turno si quiere
interactuar con ese animal”, explica David Ordóñez, educador canino,
experto en Intervenciones Asistidas con Perros y director de la empresa Perruneando.
Enumera otros beneficios, como una mejor gestión de situaciones de
estrés, más capacidad empática, fomento del trabajo en equipo y el apoyo
emocional en momentos de conflicto con los padres.
Sobre cómo elegir la mejor mascota en casa teniendo en cuenta el comportamiento de los pequeños, Maribel Vila,
terapeuta de la Fundación Affinity y profesora en la Universidad
Autónoma de Barcelona, sostiene que lo fundamental es plantearse qué
estilo de vida se lleva: “Si la familia es joven y tiene niños pequeños,
necesitará un perro activo, que juegue, estimule; si son padres que
trabajan mucho, un gato que sea muy sociable, que le guste el contacto y
con el que se palíe el sentimiento de soledad; y si se pretende tener
un compañero de juego en poco espacio, un hámster, con el que aprenderá a
cumplir unas tareas, como tener limpia su jaula”, explica.
Y esa vida familiar va a ser redonda si la mascota encuentra el mismo
bienestar. Un equipo de investigadores desveló en abril en la revista Science
el secreto del vínculo afectivo entre el perro y su dueño. La mirada
provoca en ambos una descarga de oxitocina (la hormona del amor).
“El perro ayuda a redirigir la mirada del niño con autismo y a captar su atención”
En las terapias asistidas, se buscan perros que tiendan a interactuar
de manera positiva con personas, aunque no es el único requerimiento.
El Golden Retriever y el Labrador son las dos razas más frecuentes, pero
se pueden encontrar mestizos. Lo importante es que sean bien
seleccionados y entrenados, apunta Nuria Blanco Piñero, terapeuta
infantil de la Fundación ATAP: “El perro es una herramienta más del
profesional, que seleccionará los rasgos que más le interese para el
colectivo con el que va a trabajar. Ayudará en el abordaje de los
problemas físicos, sociales, conductuales o emocionales, desde la
perspectiva de la rehabilitación, la estimulación, el aprendizaje o la
compensación de funciones y recursos”.
¿Cómo puede trabajar un perro en casos de autismo? “Nos puede ayudar a
redirigir la mirada del niño, captando su atención y sirviendo como
vehículo para que el terapeuta realice su trabajo con más facilidad”,
expone David Ordóñez.
Para los niños con problemas de conducta, que se frustran, que no
aguantan un no por respuesta, que desconocen conceptos como turno,
esperar o atención, la mascota les motiva para respetar unos tiempos y
órdenes hasta lograr resultados. “Si se quieren enseñar al perro
determinadas habilidades, como sentarse o dar la patita, hacen falta
intentos, correcciones”, resume la terapeuta Maribel Vila. Para aquel
niño al que le cuesta empatizar,
o tiene trastornos mentales o depresivos, un animal le ayudará a
liberar más oxitocina (amor) y endorfinas (felicidad), reducirá el nivel
de estrés y bajará por tanto la presión arterial. Le ayudará a hacer
amigos.
“Los animales deben disfrutar con los ejercicios para que las
terapias funcionen”, incide Vanessa Carral, psicóloga clínica y
educativa de Dogtor Animal,
donde desarrollan actividades con diversas mascotas. Un loro llamado
Pitágoras que juega con niños que tienen problemas para expresarse o
entender palabras; la chinchilla Aníbal que se deja tocar delicadamente
como forma de controlar la impulsividad; y si en el juego se suman un
insecto palo, un cachorro y peces, la sesión multiespecie se convierte
en un espacio para habilidades sociales y juegos en equipo.
Las terapias asistidas con animales, sobre todo con perros, están
ganando espacio en centros sociales, escuelas y hospitales. Francis
Lozano coordina la unidad interdisciplinar canina del Hospital Sant Joan
de Déu de Barcelona, pionera en España. "Antes se veía este campo como
algo psico-científico, pero ahora tiene un discurso académico y se
considera innovador”, cuenta Lozano. Recientemente, han desarrollado
talleres para fomentar la lectura.
También, el Hospital de Villalba (Madrid) va a empezar a trabajar en
septiembre con perros para tratar a niños con dolor abdominal funcional.
Iván Carabaño, pediatra del Hospital Universitario Rey Juan Carlos,
sostiene que en este caso el animal tendrá un efecto de distracción. Los beneficios
serán sobre todo en el plano emocional, disminuyendo la sensación de
estrés que esconde este problema y creando lazos afectivos, con el mimo y
el acompañamiento.
¿Y estas terapias pueden continuar con los padres? Sí, siempre que
sean guiadas por especialistas. Y sigan haciendo felices a los hijos.
Aunque cada uno tiene una historia diferente. Además, lo que importa es
que nuestra mascota sienta lo maravilloso que es vivir en casa. Con
niños.
Cada niño con su mascota
Si ha decidido que va a incorporar una mascota en la familia, sobre
todo para sus hijos, puede tener en cuenta una serie de pistas que le
ayudarán a elegir la mejor.
- Mi hijo es tímido y le cuesta relacionarse con otros niños.
Un Border Collie cariñoso y juguetón le servirá para romper el hielo
cuando salga a la calle y vea a otros chicos o compañeros de clase. El
perro es canalizador de sus emociones, y facilita el contacto con los
otros. Se acabó la vergüenza. Además, si necesita hacer ejercicio
físico, el perro le obligará a correr, saltar, tirarse al suelo…
- Es un torbellino y no colabora en casa. Un gato
sociable, que se deja tocar y mimar es fuente de relajación. ¿Cómo?
Rascándolo, cepillándolo, acurrucándolo. También, puede probar a jugar
al escondite con él. Y a imitar sus estiramientos. Y el niño aprenderá a
tener obligaciones y deberes si se hace cargo de su mascota. Ese gatito
necesita aseo para evitar enredos en su pelaje, agua y comida diaria en
su cuenco y que esté limpia su bandeja de tierra.
- Es olvidadizo y no entiende la palabra responsabilidad.
Un periquito de colores vivos o un canario pueden ayudarle. El pequeño
tiene que asumir el rol de que es su cuidador y cumplir una serie de
tareas diarias: cambiar el agua, controlar que no le falta alpiste,
probar a darle lechuga o zanahoria, comprobar que esté limpia la jaula y
sus accesorios. Por otro lado, se puede entretener con el canto,
observando sus plumas o hablándole. Así, no se sentirá solo si los
padres pasan mucho tiempo fuera de casa.
- No se concentra cuando hace los deberes. Un
Labrador dócil puede ayudarle. ¿Cómo? Deje que se tumbe a su lado. El
niño colocará el libro, el cuento o cuaderno sobre su lomo. No pasa nada
si tropieza cuando lee en voz alta. También puede colorear encima de su
mascota. El perro es su amigo que le observa y apoya, y refuerza su
confianza.
- Le aterra la oscuridad. Si duerme con un Golden Retriever, aunque sea un cachorro, no tendrá miedo. Además, su fiel compañero no le dejará solo.
- Es un niño activo, pero se aburre. Un hámster
puede ser un buen amigo si el piso es demasiado pequeño para tener un
perro. Este roedor se dejará querer al acariciarlo o al darle de comer
en la mano. Será un compañero de juego, pero también requiere de
cuidados: jaula limpia y comida diaria, evitando las sobras.
- No presta atención. Hay peces inteligentes, rojos,
capaces de encestar una bolita o que saben cuándo su dueño se acerca
hasta el acuario. Deje que su hijo observe su comportamiento, cómo comen
y su coloración rojiza intensa. Se relajará. Y aprenderá a quedarse en
los detalles.
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