Los niños acusan mucho los cambios y hay que saber decirles la
verdad con cuidado. ¿Cómo le explicamos que este año no iremos de
vacaciones? ¿Y si papá o mamá se ha quedado en paro?
Que estamos en
crisis nadie lo duda y que cada vez hay más
familias afectadas, tampoco. La caída de los ingresos y la pérdida del
trabajo no solo repercuten en la
economía doméstica, los niños también lo notan. Los expertos señalan tres efectos que inciden directamente en las
relaciones familiares: la incertidumbre, la
ansiedad y el
estrés. En este entorno, cada vez más familias deben enfrentarse a situaciones complicadas. ¿Cómo contárselo a nuestros pequeños?
Consejos para hablar con nuestros hijos
- Conviene hablarles con naturalidad de la situación económica que se vive en casa, pero sin vincularla con la crisis mundial. No lo entienden y solo serviría para alarmarles.
- Es bueno que sepan hasta dónde podemos hacer un esfuerzo para comprarles cosas y hasta dónde no. Eso les ayuda a crecer valorando lo que tienen.
- Nunca hay que volcar sobre ellos nuestros miedos, angustias o desánimos, ni tampoco hacer que se sientan culpables por pedir mucho. Simplemente, hay que explicarles que la familia puede permitirse comprar y hacer ciertas cosas y otras no. ¡Y que no pasa nada!
Cómo actuar según la situación
Cuando las cosas van mal
Las
dificultades económicas pueden erosionar mucho la relación de pareja. Por eso es fundamental sentarse a hablar con tranquilidad y centrar el problema,
reconocer que es la situación la que altera la armonía y separarla de
la relación de pareja en sí misma. Solo así se puede construir un muro
psicológico lo suficientemente sólido para evitar que la crisis altere
la dinámica familiar.
Hay que procurar no discutir por cuestiones económicas delante de los niños
y evitar que escuchen frases del tipo “este mes no llegamos” o “a este
paso, nos echan a la calle…”, porque pueden tomárselas al pie de la
letra y agobiarse un montón.
Cuando papá o mamá se queda en paro
Es clave no dramatizar.
El paro no debería percibirse como una tragedia, sino como un
contratiempo. La pareja es un equipo y, como tal, debe apoyarse
mutuamente, su cariño será el mejor antídoto y bálsamo contra el
desánimo, la versión moderna del “contigo pan y cebolla”.
Conviene pedir ayuda si el estado depresivo se prolonga y llega a ser
incapacitante: todo lo que haga sentirse mejor al padre o a la madre va
a redundar en un mejor ambiente familiar.
Los niños no tienen que ver a papá o mamá en casa inactivos, deprimidos y desaliñados. Delante de ellos conviene mantener el tipo, mostrarse activo y evitar una imagen derrotista.
Si este año no hay vacaciones
Ante todo, intentemos ser realistas, dejar de añorar experiencias pasadas
y disfrutar de lo bueno de la familia. Hay cientos de cosas importantes
ajenas a la crisis y el dinero. Si nos centramos en lo que hemos
perdido, sean las vacaciones o algún bien material, notaremos más las
carencias y esto acabará maleando el ambiente familiar.
Aprovechemos para reajustar los valores familiares, lo que sin
duda supondrá una auténtica lección de vida para los niños. Si nos
fijamos en lo que de verdad importa, los pequeños momentos que
disfrutamos, un picnic en el parque cercano a casa, una excursión con
amigos…, el impacto por lo que hemos dejado de hacer será menor.
Toca ahorrar
En primer lugar, hay que evitar recrearse en los aspectos negativos y
dar a los cambios que haya que hacer un carácter de normalidad. Todas
las emociones son contagiosas, tanto las buenas como las malas. Cuando
unos de los dos evalúa los acontecimientos de forma negativa, tiene una
visión pesimista de la realidad, muestra dificultades para tomar
decisiones, se queja mucho o se apoya demasiado en el otro, este puede
sentirse sobrecargado o contagiarse por el desánimo.
Si los niños deben prescindir de algo que les gusta mucho, podemos compensarlos invitando a un amigo a dormir, llevándoles a patinar a la plaza… Hay muchos planes guays que no cuestan dinero.
Por: Carla Nieto
Asesorado por: Laura García Agustín, psicóloga
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