HÉCTOR G.BARNÉS
Se dice que nunca antes en la historia del hombre hemos mimado y sobreprotegido tanto a nuestros hijos,
y es bastante posible que así sea. Una de las críticas más habituales
realizadas a los padres modernos es que han intentado, por todos los
medios, que sus hijos no sufran lo más mínimo, y que no realicen grandes
esfuerzos. Pero, de esa manera, al llegar a la edad adulta no están
preparados para afrontar los retos, dificultades y peligros que encierra
esta etapa vital. Una reciente historia ocurrida en Francia ilustra
bien esta situación, y nos lleva a preguntarnos si no estaremos yendo
demasiado lejos en la protección de nuestros hijos.
Según cuenta la policía francesa, una madre de 52 años ha sido interrogada ante la posibilidad de que hubiese hecho trampas en un examen del llamado “baccalauréat”,
la prueba semejante a la selectividad que marca el final de la
educación secundaria para los estudiantes franceses. La mujer se habría
infiltrado en un aula para sustituir en un examen a su hija y, de esa
manera, conseguir su aprobado. Como indicaban las fuentes policiales, la
mujer, que había sido sorprendida ataviada con unas zapatillas
Converse, pantalones vaqueros y una gran cantidad de maquillaje, estaba
intentando suplantar a su hija, de 19 años, durante un examen de la
asignatura de inglés. Concretamente, un examen de redacción de tres
horas de duración.
¿Cómo pudo penetrar tan fácilmente, a pesar de la evidente brecha de
edad? Porque el examen se celebró en un centro que no era el instituto
en el que su hija estudiaba, y además, había otros estudiantes adultos,
por lo que no llamó a nadie la atención. Sin embargo, un hábil
supervisor del centro de exámenes reparó, gracias a la identificación
por el documento de identidad, en que no se trataba de la misma persona
que dos días antes se había sentado en el mismo pupitre para realizar un
examen de filosofía. Habían pasado nada menos que dos horas desde que
la mujer se había sentado a realizar la prueba. Los policías, vestidos
de paisanos, se acercaron a la mujer después del examen, con el objetivo
de no causar trastornos al resto de alumnos. Afortunadamente,
manifestaron que no habían tenido más problemas con el resto de
participantes en la prueba escrita.
Si bien se desconoce la
motivación exacta de la madre, todo parece indicar a que básicamente
esta era conseguir unas buenas notas para su hija. Pero, ¿debemos evitar el esfuerzo y sufrimiento a nosotros hijos?
¿Debemos exponernos tan sólo por echar una mano (en el corto plazo) a
nuestros descendientes, si bien en el largo plazo estaremos
arrebatándoles las herramientas que les harán triunfar en el mundo real?
Seguramente no.
EL CONFIDENCIAL, Lunes 24 de junio de 2013
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