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'Roughouse': cinco cosas educativas que los padres hacen mejor que las madres

Miguel Ayuso
El papel que cumplen los padres en la crianza de los hijos ha cambiado enormemente en las últimas décadas. La incorporación de la mujer al trabajo, los avances en conciliación e igualdad y un importante cambio de mentalidad en lo que respecta a la familia, ha hecho que los padres cumplan un papel cada vez más importante, que antes estaña reservado, casi en exclusividad, a las madres.
Aunque sigue siendo menos de lo deseable, los padres pasan cada vez más tiempo con sus hijos, algo que es positivo para estos, pues su estilo educativo suele ser distinto al de las madres y aporta un valor añadido a la crianza que se pierde si estos están menos presentes. No en vano, hay diversas cosas que, por lo general, hacen mejor los padres que las madres.
1. Armar jaleo
A los niños les encanta jugar a lo bruto, empujándose y peleando pacíficamente, un tipo de juego físico –conocido en inglés como roughhouse– que los psicólogos creen beneficioso y al que las madres no suelen prestarse.
Se trata de un tipo de juego especialmente indicado cuando los niños rondan los 10 años, cuando tienen la idea de que sólo existen dos tipos de contacto físico: el agresivo y el sexual. Jugar a hacerse cosquillas, al “rey de la montaña” o pelear con almohadas permite a los niños descubrir que hay muchos tipos de contacto físico y que este puede ser amable, cariñoso y divertido. La presencia de los padres es fundamental en este tipo de juegos para marcar límites, y dejar claro qué está bien y qué está mal (máxime cuando hay hermanos en la ecuación).
2. Transmitir tranquilidad
Aunque es un asunto sobre el que es difícil generalizar, los hombres suelen ser más tranquilos que las madres en lo que respecta al trato con los niños. Aunque la sobreprotección parental, uno de los grandes males de las familias modernas, es cosa de madres y padres, no es menos cierto que ellas son más propensas a mimar a sus hijos y se preocupan más cuando algo sale mal.
Los hombres suelen ser, por ejemplo, más tolerantes hacia las heridas que pueden hacerse jugando los niños, y les dejan un mayor margen para que aprendan por ellos mismos lo que es malo y bueno, algo que, sin pasarse, es positivo, pues permite que los niños ganen confianza y capacidad de recuperación.
3. Jugar de igual a igual
Los padres suelen incurrir en un mayor número de actividades con sus hijos en los que existe una relación de igual a igual: deportes, videojuegos, cine… Ambos disfrutan codo con codo de una afición común. Las madres suelen ser mejores que los padres en lo que respecta a las relaciones cara a cara, y tienen una mayor conexión emocional con sus hijos, pero los padres son mejores a la hora de enseñar a sus hijos que tienen a alguien a su lado. Esto hace que los niños sean más confiados y se sientan más seguros.
4. Disfrutar de los hijos
Según un estudio publicado recientemente en la revista Psychologial Science, los padres encuentran más satisfacción en la crianza que las madres, ya que estas experimentan mayor estrés (algo que podría estar asociado a un injusto reparto de papeles). Los padres son más felices y experimentan más emociones positivas que los hombres solteros, algo que no es tan fácilmente detectable si se compara a las madres con las mujeres solteras.
5. Transmitir amor
Según un estudio de la universidad de Connecticut, el vínculo emocional entre padre e hijo influye más en la formación de la personalidad de un niño que el de la madre, y los menores educados sin su padre tienden a ser más ansiosos, nerviosos e inseguros, así como hostiles y agresivos hacia los demás. Una tendencia apenas perceptible entre los niños que habían sido criados en ausencia de su madre.
Los resultados de este estudio derrumban una serie de mitos construidos alrededor de la figura materna, como se recalca en el propio trabajo: “Tanto en Estados Unidos como en Europa hemos asumido que la relación afectiva de los niños con sus madres era lo más importante para que pudiesen ser educados en toda su plenitud. De este modo, la figura del progenitor pasó a un segundo plano, como un simple apoyo educativo para centrarse más en su función de sostener económicamente a la familia, pero prescindibles en los aspectos emocionales”. Sin embargo, esta creencia cultural es completamente errónea: “La influencia del padre es incluso más grande que la de la madre”.
La idea de que los padres carecen del insisto maternal que solemos atribuir a las madres no parece estar respaldada por la ciencia. Por ejemplo, un estudio publicado este año en la revista Nature Communications, apuntó que los padres son igual de buenos que las madres a la hora de identificar el llanto de sus hijos, y otra investigación constató que sus niveles de oxitocina –“la hormona del amor”– también se elevan tras la paternidad. 
EL CONFIDENCIAL, Martes 18 de junio de 2013
Diego y su papa mayo 2013

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