JESÚS MARTÍNEZ ÁLVAREZ
El baño es un buen sitio
para reflexionar. Nunca me ha gustado llevarme lectura al excusado;
luego huele el periódico o la revista, y no digamos nada de la tableta:
ya no le sale el olor en todo el día. Suelo ser más de pensar y de
lluvia de ideas, una cosa te lleva a otra, y terminas creando una
historia a raíz de la mayor nimiedad.
En esto estaba cuando me
vino a la cabeza que debía ser horrorosa la sensación fría y
desagradable de una toallita húmeda para limpiar el culete de un bebé;
menos mal que la industria está al tanto y fabrica una caja que las
mantiene siempre templadas, a dos grados por encima de la temperatura
corporal.
Mira que es difícil a veces conseguir que se tome una
medicina un niño; para ello existen chupetes dosificadores que
administran la dosis justa mientras el bebé succiona. Esterilizadores
que mantienen los biberones, chupetes y accesorios siempre a salvo de
todo tipo de gérmenes. Intercomunicadores que nos mantienen al día de
cómo respira el bebé hasta que sepa utilizar el WhatsApp; incluso un
detector que se pone debajo de la almohada y te avisa cuando el bebé se
ha muerto. Pañales conectados vía bluetooth que nos informan en el smartphone con la correspondiente app
de cuando se ha hecho pis, e incluso de si tiene uratos y por tanto una
posible infección de orina. Esto nos permitiría conocerlo al instante,
mucho antes incluso de que el niño lo sufra, un gran avance.
Vigilabebés por vídeo con cámara GoPro de alta definición en el casco y localizador gps
para saber en todo momento dónde está, avisando cuando el niño se queda
callado porque seguro que está haciendo algo malo. Otra app que emite ruido blanco para que el bebé se duerma.
Que
el traductor de Google es un portento no os lo voy a descubrir. Puede
con todo, incluso traduce del ucraniano al tagalo y viceversa, pero no
puede decirnos por qué llora nuestro bebé, no interpreta y traduce sus
mensajes, pero sí que hay una aplicación, Why Cry,
que lo hace. Incluso otra que traduce los maullidos de gato para saber
si tienen hambre, dolor, frío o están hasta los mismísimos de nuestro
Iphone.
Termómetros láser a distancia por si el niño huye de
nosotros durante la exploración; malla antiahogo; calientabiberones y
termofiambrera, como si no hubiera microondas inventado; bañeras
antideslizantes con apoyo lumbar; minicuna como paso intermedio entre la
cama y la cuna de toda la vida; carro de paseo con frenos de disco, abs, dirección asistida, sync on applink, asistente de aparcamiento para no golpear los quicios de las puertas. Un robot de cocina especial para bebés Baby Cook, como si no valiera la Thermomix familiar o la Cook fusion
de segunda generación. Arnés de paseo primeros pasos como el de mi
perro; fular de marca; camita accesoria de colecho; cojín de lactancia;
pañales ecológicos, que los normales ya no están de moda; mano
electrónica que mece la cuna; contenedor de pañales por si la basura
normal no es suficiente: no quiero imaginar lo que debe acumular eso,
debe ser tóxico y arma de destrucción masiva.
Y de ropa ¿qué me
contáis? la ropa talla 0 que te regaló tu cuñada y que se quedó nueva
porque el niño nació con 4 kilos, a ser posible de marca porque unas
Nike de 100€ talla 15 son imprescindibles para un futuro deportista.
Faldas con el culo al aire; diademas esperpénticas; lazo que parece que
se pone con chincheta porque no tiene pelo; pantalón vaquero duro de 3
meses.
Cucharas torcidas con almacén de puré; muñeco que se
restriega a la madre y adquiere su olor, espero que no por la axila, que
será muy madre pero tiene sus momentos tigre también. Libros de
autoayuda de gurús mediáticos, como el mío por ejemplo (cuña
publicitaria, El médico de mi hijo, Editorial Temas de Hoy).
Pediatra privado a ser posible también gurú y jefe de servicio en no sé
dónde, que tenga mucho prestigio. Fisioterapeuta respiratorio;
fisioterapeuta del sueño; osteópata para los cólicos, para que no se
deforme la cabeza; el chupete con colgante de Tous, por supuesto; el
carnet del Atleti, (bueno, esto si es importante); el tacatá peligroso;
las correas para colgarlo de la puerta y que salte; la sillita accesorio
para sentarlo a la mesa familiar o llevarla al restaurante. El wc electrónico con simulación de cisterna, música y mensajes de apoyo. Plato con ventosas, la pocket nanny
para no olvidar nunca los horarios de los bebés. Guante limpiador de
encías para bebés en dos colores, rosa y azul, para no confundir.
Y
de vuelta al principio se me ha acabado el papel higiénico; leí hace
poco que alguien puso un mensaje en Twitter y le llegó rápidamente un
rollo: la tecnología nos puede y nos inutiliza, con lo sencillo que es
mirar en el armario y poner uno nuevo. De la misma manera, los
cachivaches nos complican la vida en vez de ayudarnos. Y es que llevo
unos días dándole vueltas desde que me enteré que Nestlé sacaba una
máquina como el Nespresso pero que en vez de café y Jorge Clooney, sale
un biberón preparado de la cápsula, y me pareció una idea muy vendible,
pero un trasto más. Ya no me quedan enchufes en la cocina, los
prolongadores están sobrecargados, y mi cerebro cada vez sabe hacer
menos cosas, ¿Sabían que nuestro cerebro se está reduciendo generación
tras generación? Ya no necesitamos saber hacer cosas, tan solo
necesitamos saber apretar un botón: de aquí al cabezahuito quedan dos o
tres telediarios.
Con lo sencillo y satisfactorio que sería una
crianza sin cacharros, disfrutando de nuestro bebé en directo.... La
felicidad no se compra, el niño con mil juguetes no es más feliz, tan
solo se apega a uno, y ese uno no es el más caro, ni el más cool;
probablemente, ni siquiera nos gusta a nosotros, pero es su frazada
favorita. El bebé disfruta más de sus padres que de una delegación en
forma de cachivache. ¿No os animáis a tirar algo?
Seguir a Jesús Martínez Álvarez en Twitter:
www.twitter.com/jmartinezal
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