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Cuando los niños tienen miedo a dormir fuera de casa

BEATRIZ G.PORTALATÍN
Hagan un poco de memoria: ¿Se acuerdan de la primera vez que, de niños, durmieron fuera de casa? Probablemente, al igual que muchos, tuvieran un cierto recelo a pasar la noche sin los padres cerca. Es un miedo infantil muy habitual y frecuente, al igual que ocurre con otros muchos como por ejemplo, el miedo a la oscuridad, el miedo a las personas disfrazadas o incluso, el miedo a las procesiones de Semana Santa.
Ahora es época de verano, de salidas y de campamentos y para muchos pequeños una etapa donde empezar a vivir sus primeras experiencias y noches fuera de casa, ya sea en un campamento o en la casa de un primo o un amigo del colegio. "Entre los tres y siete años es frecuente que los niños tengan miedo a pasar la noche fuera, ya que es una esta etapa en los que están muy apegados a sus padres y/o figuras de referencia y el niño busca en todo momento una seguridad que sólo pueden darle sus progenitores o familia más allegada", afirma a EL MUNDO Marta Sánchez, psicóloga en la UPAT, Unitat de Psicologia i Assessorament Tres Torres (Unidad de Psicología y Asesoramiento Tres Torres).
Los niños que tienen miedo de dormir fuera de casa probablemente tienen miedo a la oscuridad y a la separación de sus padres. "Estos miedos son propios de la infancia, se inician alrededor de los dos años y pueden alargarse hasta los seis u ocho años. Son miedos muy frecuentes. Por ejemplo, uno de cada tres niños teme a la oscuridad", añade por su parte Carme Crespo, directora del Departamento de Psicología Infantojuvenil del Institut Maricel en Sitges (Barcelona). ¿Pero por qué existe ese recelo? ¿Es únicamente por no tener a sus padres cerca?
Uno de los principales motivos de este miedo, es por los hábitos tan marcados y arraigados que tienen los pequeños en su casa, por las costumbres que tienen este caso, a la hora de dormir.
"Los niños están muy acostumbrados a los hábitos de su entorno. Es decir, están habituados a dormir en un lugar determinado, con las mismas costumbres de siempre. Por ello, cuando modificamos esa costumbre de dormir en el lugar habitual, hay niños que pueden manifestar disgusto o contrariedad", sostiene Guillermo Utrilla Moreno, psicólogo director del centro PSIFAM, especializado en la intervención infanto- juvenil. Todo esto depende también de lo acostumbrados que estén a viajar y a variar el lugar donde duermen, con todo lo que ello conlleva. Como por ejemplo, el cambio de la textura del colchón, cambio de cuna o cama, objetos, olores, humedad, etc. Esto sucede desde muy pequeñitos, cuando viajan con los padres.
"En muchas ocasiones el miedo a dormir fuera está directamente relacionado con la vivencia en el entorno familiar que es el que les da seguridad", confirma Crespo. Por ello, cuando los niños tienen miedo a dormir fuera, es muy importante observar cómo se comportan cuando están en casa: si tienen que dormir acompañados, con la luz encendida, en la cama de los padres, acompañado siempre con un hermano, etc. Por tanto, "no sólo echará de menos a sus padres sino a los otros condicionantes ambientales que les aportan tranquilidad y seguridad", insiste.
El miedo es habitual, pero será la respuesta del entorno la que hará que ese comportamiento desaparezca, se mantenga o bien aumente sus miedos. Para dormirse los niños tienen que estar relajados, y en ello, los padres juegan un papel fundamental. Según explica Utrilla, desde el momento del nacimiento comienzan a desarrollar con ellos un vínculo de apego muy seguro que les da seguridad y les relaja. "A partir del séptimo u octavo mes de vida suelen comenzar a mostrar ansiedad ante la separación de los progenitores. Estas manifestaciones que solemos observar al comenzar en la Escuela Infantil, al quedarse con desconocidos son perfectamente normales, y poco a poco a medida que van creciendo, esa ansiedad y angustia frente a la separación va desapareciendo.
Por ello, es una necesidad de los niños el 'despegarse' de los padres, pero siempre de una forma paulatina y no traumática. "Llega un determinado momento en que los propios niños demandan el dormir fuera de casa, o al menos no ponen resistencia", expone Utrilla. Además, es muy beneficioso para ellos este tipo de experiencias porque fomentan su autonomía, la relación social, les enseña a ser niños más tolerantes, a compartir sus cosas y a ser compañeros. Valores esenciales para la vida y su futuro.

La actitud de los padres

Las primeras veces que el niño vaya a dormir fuera es importante que los padres sigan una serie de pasos. Tal como aconseja Sánchez, de UPAT, en primer lugar, los padres deben explicar y anticipar a sus hijos lo que va a pasar esa noche. Por ejemplo: 'Hoy te vas a quedar a dormir en casa de Juan y estarán allí sus padres y su hermano. Cenareis juntos, jugareis un rato y luego dormirás con él en su habitación, en la cama de al lado. Y mañana por la mañana, mamá irá a buscarte'.
Después, es aconsejable que los los padres acompañen al niño a la casa del amigo donde se queda a dormir, para que hagan de intermediarios. Y por último es importante ofrecer alternativas al niño para que sepa que no está solo. Por ejemplo frases de: 'Si te duele algo, estás malo o tienes algún problema, le dices a la madre de Juan que me llame y hablaré contigo'.
"Ahora con los móviles, madres-hijos están muy conectados", aclara Sánchez. Ya no sólo con sus propios móviles, si es que el niño ya tiene un móvil, sino con los grupos de whatsapp que tienen los padres de la clase. Hoy en día, es muy frecuente que los padres/madres tengan un grupo con los demás padres/madres de la clase para estar conectados entre ellos y hablar por ejemplo de los deberes y demás asuntos del colegio de sus hijos.
Pese a que a partir de los seis-ocho años el niño evolutivamente ya está preparado para vivir experiencias fuera del entorno familiar, no existe una edad ideal para que los niños empiecen a salir y a dormir fuera de casa. La edad apropiada la marcará el propio niño. "Serán ellos, los que pidan ir a los campamentos, o a dormir a casa de un amigo, pero no debemos descuidar los aspectos del entorno comentados anteriormente: podrá ir a dormir fuera cuando en su propia casa sea lo suficientemente autónomo", asegura Crespo.
En muchos centros escolares, ya desde los cinco años propician reuniones o salidas con noche incluida. Tal vez, aclara esta especialista, el niño aún no esté preparado, por lo que en ese caso, debemos primero reforzar los condicionantes del niño, darle seguridad, ayudarle a enfrentarse y a vencer sus miedos. Sólo de este modo, se sentirá seguro y preparado para la aventura de dormir fuera.
"El proceso tiene que ser de forma progresiva: deben coger autonomía poco a poco, sin forzarles ni obligarles a nada", asegura Sánchez. Por ejemplo, que vayan una tarde a merendar a casa de su primo o de un amigo, otro día comer y otra día ya que se quede a dormir. "Si esto se hace de forma paulatina, normalmente, los niños a partir de siete años quieren ya ir con sus amigos. Pero si no se hace de esta forma, es probable que aún tengan recelos a pasar la noche fuera", concluye.
EL MUNDO, Jueves 13 de agosto de 2015

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