ALBERTO DÍAZ PINTO
Lo que cabría esperar de un gran visionario y
cofundador de una de las empresas más importantes del mundo, es que sus
hijos disfrutasen de un servicio privilegiado del producto que vende y
desarrolla su padre ¿no?. Sin embargo, cuando descubrimos que Steve Jobs prohibía a sus hijos acercarse a los iPhone, iPad, o cualquier dispositivo creado por él y su empresa, no podíamos salir de nuestro asombro.
Cuando Nick Bilton, periodista del The New York Times, entrevistó en 2010 al hoy difunto visionario, como había hecho en otras tantas ocasiones, una de sus preguntas fue:
– Sus hijos deben de amar el iPad ¿no es así?. A lo que Jobs contestó:
– No lo han usado. Limitamos la cantidad de tecnología que los niños pueden usar en casa.
Sin duda alguna, cualquiera podríamos haber imaginado que el hogar
del señor Jobs sería el paraíso de cualquier ‘nerd’: paredes fabricadas
con pantallas táctiles, un iPad gigante que usaba como mesa de comedor, y
que todas sus visitas eran obsequiadas con dispositivos de Apple, como
si de una chocolatina -de esas que te dejan bajo la almohada en los
hoteles- se tratase. Sin embargo, parece que el magnate no los tenía ni tan siquiera cerca.
Y es que Steve Jobs no era el único en seguir este modus operandi
en la educación de sus hijos, ya que una gran cantidad de directores
ejecutivos y magnates del mundo de la tecnología confesaron cosas
bastante similares: limitaban estrictamente el tiempo que pasan
sus hijos frente a una pantalla, a menudo prohibiéndoselos radicalmente
durante la semana y con plazos ascéticos los fines de semanas.
De hecho, una gran cantidad de CEOs y presidentes de las empresas más
importantes de Silicon Valley, acotan rigurosamente el tiempo que sus
hijos pasan frente a una pantalla, ya sea de un ordenador, teléfono o
tablet. Por ejemplo, Chris Anderson, director ejecutivo de 3D Robotics
confesó haber “experimentado de primera mano los peligros de la
tecnología”, motivo por el que restringe impasiblemente el acceso que
sus hijos tienen a ella. “Lo he vivido y no deseo que mis hijos pasen
por lo mismo”.
Evan Williams, cocreador de Twitter y de la plataforma Medium,
prefiere que sus hijos crezcan rodeados de libros de papel -¿os
acordáis de ellos?-. De este modo, los Williams han comprado cientos de
libros que puedan interesarle a sus hijos y los tienen distribuidos por
toda la casa.
No podemos evitar sentir perplejidad ante el estilo de crianza de
esta gente. Después de todo, muchos padres parecen haber tomado el
camino inverso, dejando que los niños descubran por sí mismos y desde
una temprana edad el maravilloso mundo de las tablets, teléfonos
inteligentes y ordenadores, con el objetivo de mantenerlos entretenidos.
Numerosas investigaciones han concluido que el abuso de la tecnología puede hacer que algunas personas se conviertan en auténticos adictos a los dispositivos.
Para que os hagáis una idea, en China, por ejemplo, existen campamentos
para niños adictos a Internet. Y es que es bastante probable que los
niños acaben encontrándose con contenido indeseable, cargado de
violencia o pornografía, como pasaba con la televisión hace un par de
décadas.
Es innegable que actualmente existen una gran cantidad de
aplicaciones destinadas a estimular y desarrollar la inteligencia, pero
también es cierto que nada puede reemplazar el contacto humano y la enseñanza con afecto.
Sin embargo, esto nos hace reflexionar sobre los niveles de acceso a
la tecnología que tienen nuestros hijos. Quizás lo más inteligente sea limitar su uso, procurando que existan otros estímulos tradicionales,
como los libros y los juegos al aire libre, desconectados de Internet y
de los videojuegos, ensuciándose la ropa limpia y llegando a casa con
una ‘herida de guerra’ de vez en cuando.
Fuente: The New York Times
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