Ir al contenido principal

El error que cometes y que hace que tus hijos sean unos malcriados

HÉCTOR G. BARNÉS
De entre todo lo que atormenta a los padres primerizos, desde lo material hasta lo relacionado con la educación pasando por lo psicológico, quizá no hay nada más preocupante que lo siguiente: ¿cómo conseguimos no malcriar a nuestros hijos? Es caminar sobre la cuerda floja, puesto que el equilibrio entre proveer a nuestros descendientes con todo lo que necesitan materialmente, apoyarles emocionalmente y hacer que se sientan seguros pero que al mismo tiempo no piensen que el universo gira en torno a ellos es delicado.
No hay receta infalible, obviamente, pero nunca viene de más escuchar lo que tienen que decir los especialistas sobre esta cuestión tan peliaguda, sobre todo teniendo en cuenta que cada vez más (supuestos) adultos se comportan como niños malcriados. Por ejemplo, Hal Runkel, terapeuta familiar y autor de 'Choose Your Own Adulthood: a Small Book about the Small Choices that Make the Biggest Difference' (Greenleaf Book Group), un manual para millennials que intenta guiarles a la hora de tomar las decisiones que determinarán su futuro.
Su carácter, no obstante, se ha forjado mucho tiempo atrás, y el resultado está tremendamente influido por la actitud de sus padres hacia ellos. En opinión de Runkel, hay algo que nunca debería hacerse con un hijo: mentirle. En concreto, a la hora de que entiendan cómo funciona el mundo y de qué manera toda acción tiene sus consecuencias. Lo confiesa a 'Business Insider': “lo que malcría a los niños es no dejarles que prueben las consecuencias naturales de sus errores”. Como el dicho español de “aprende a base de golpes”, pero con una sustancial diferencia.
Cuando damos la impresión de que sus decisiones no tienen consecuencias lógicas y naturales y los rescatamos de ellas, o cuando decimos 'como hagas eso otra vez te lo voy a quitar' y no se lo quitas, estás malcriando a tu hijo”, explica el escritor. Nada peor que amenazar y no cumplir o no ser capaces de trazar límites reales al comportamiento de los niños, sobre todo si estos han sido advertidos con antelación. ¿Por qué? Porque es una sutil forma de sugerir que da igual lo que haga, ya que sus actos no tienen nunca consecuencias negativas y, por lo tanto, no debe responsabilizarse de ellos.

El complicado equilibrio

Así pues, no se trata tan solo de dejar que el pequeño se estrelle con sus malas decisiones –por ejemplo, dejando que pida lo que quiera en un restaurante aunque en realidad no le vaya a gustar–, sino de que aprenda a afrontar las consecuencias de sus decisiones. Sobre todo, porque los padres muy pronto dejarán de ser esos facilitadores mágicos que impiden que los actos de los niños tengan consecuencias negativas para ellos. Desde luego, no debería ser así ni en el colegio, en la universidad o en el trabajo (¿alguien se imagina a un jefe poniendo límites a sus trabajadores y que estos sistemáticamente los traspasasen sin ninguna consecuencia?), pero tampoco en las relaciones personales o amorosas.
Por si no queda clara la tesis de Runkel, este proporciona un par de ejemplos. En primer lugar, pide al lector que imagine que damos un juguete a nuestro hijo y que este se dedica a pegar a su hermana con él. No hace falta ni siquiera avisar; si no somos capaces de quitarle el juguete, es que estamos malcriando al pequeño, puesto que debemos hacerle entender que está haciendo es algo incorrecto. Así que nada de la mentalidad de “que se peguen entre ellos” que supuestamente endurece el carácter y en la cual se termina malcriando a los fuertes y convirtiendo en víctimas inseguras a los débiles.
Otro ejemplo: levantar tú mismo a tus hijos cuando ya se les ha dicho que deben responsabilizarse de sus horarios y, por lo tanto, deben poner la alarma del despertador para que suene cuando sea indicado. Si hemos transferido a ellos esa responsabilidad, funcionar como red de seguridad –no es gravísimo que se queden dormidos; no te preocupes, sobrevivirán– solo servirá para transmitir un mensaje: da igual lo que hagas, lo que digas o lo que pienses, puesto que siempre estaremos aquí para salvarte. Y es mentira.

Lo opuesto

Para los padres que sigan buscando un punto de equilibrio entre la permisividad y la rectitud, pueden ser de ayuda las opiniones de algunos hijos de multimillonarios sobre cómo sus padres han conseguido que no sean unos caprichosos. Por ejemplo, Peter Buffett, el hijo de Warren, recordaba en 'Forbes' que su padre, a pesar de ser uno de los hombres más ricos del mundo, no acumulaba bienes materiales ni presumía de su patrimonio. Predicar con el ejemplo es sencial.
Como explicaba Ron Lieber, columnista de economía de 'The New York Times' y autor de 'The Opposite of Spoiled' (Harpercollins Publishers) una guía para criar “hijos generosos y hábiles con el dinero”, animaba a que los niños tomasen sus propias decisiones –en este caso, económicas– desde que fuesen pequeños. “Dejarles cometer errores (incluso espectaculares) es una buena estategia, porque así aprenden y no se equivocan cuando tienen 24 años, lo que puede ser letal para su capacidad crediticia”. Todo acto tiene sus consecuencias, y mejor que estas sean leves y poco dañinas mientras aún estamos a tiempo.
EL CONFIDENCIAL, Lunes 29 de mayo de 2017

Comentarios

Entradas populares de este blog

«Los buenos modales no están de moda, pero es imprescindible recuperarlos»

FERNANDO CONDE Hoy en día es frecuente enterarte por los medios de noticias relacionadas con la falta de respeto, el maltrato, el acoso, etc. Podemos observar muchas veces la ausencia de un trato adecuado a los ancianos, la agresividad incontrolable de algunos hinchas de fútbol; la poca estima a la diversidad de opiniones; la destrucción del medio ambiente; el destrozo del mobiliario urbano y un largo etcétera que conviene no seguir enumerando para no caer en el pesimismo que no conduce a nada y el problema seguirá ahí. Un problema que podríamos resumir en que se ha ido perdiendo el valor de la dignidad humana en general. Los modos para alcanzar la felicidad, siempre deseada, se apartan de las reglas y normas de conducta más elementales de convivencia colectiva que han acumulado las culturas y los pueblos a través de los siglos. La idea de que «la dignidad empieza por las formas» que resume este artículo es una afirmación bastante cierta, porque la forma, no pocas veces arrastr

Qué le pasa a tu bebé cuando dejas que llore sin parar

  GINA LOUISA METZLER Muchos padres creen que es útil dejar llorar a su bebé. La sabiduría popular dice que unos minutos de llanto no le hacen daño, sino que le ayudan a calmarse y a coger sueño. Se trata de la técnica de la espera progresiva , que fue desarrollada por el doctor Richard Ferber, neurólogo y pediatra de la Universidad de Harvard en el hospital infantil de Boston (Estados Unidos) , y que sigue utilizándose en la actualidad en todo el mundo. Casi nadie sabe en realidad lo que ocurre a los bebés cuando siguen llorando, pero las consecuencias físicas y psíquicas podrían afectarles toda su vida. Cuando un bebé llora sin que sus padres lo consuelen, aumenta su nivel de estrés , ya que, a través de su llanto, quiere expresar algo, ya sea hambre, dolor o incluso necesidad de com

¿Qué hay detrás de las mentiras de un niño?

ISABEL SERRANO ROSA Los niños no son mentirosos, pero mienten . Lo hacen cuando tienen algo que decir o que aprender. Hasta los cuatro años, con sus historietas sorprendentes, quieren narrarnos su mundo de fantasía. Somos la pantalla en la que proyectar su película. Entre los cuatro y los siete años construyen su mini manual de moralidad con ideas muy sencillas sobre lo que está bien y mal, basado en sus experiencias "permitido o no permitido " en casa y en el colegio. Con su gran imaginación, las mentiras son globos sonda para saber hasta dónde pueden llegar. Entre los ocho y los 12 años la realidad se abre camino y la fantasía se vuelve más interesada.  El pequeño pillo de nueve años desea ser bueno, pero se le escapan las trolas por el deseo de gustar a los demás, ocultar alguna debilidad o evitar castigos. En general, mienten a sus crédulos coetáneos o, por el contrario, les escupen a la cara alguno de sus descubrimientos del trabajo de campo que significa crecer.