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Los niños también quieren opinar

BEATRIZ G. PORTALATÍN
A veces no se les tiene demasiado en cuenta porque se piensa que aún son muy niños para según qué cosas. Sin embargo suelen ser, por no decir que son, la clave y la pieza fundamental de todas las familias. Se dice que para que un niño crezca con seguridad y autonomía debe ir poco a poco, según su edad y madurez, tomando sus propias decisiones y adquiriendo a medida que cumple años pequeñas responsabilidades. Pero, ¿qué pasa con los asuntos familiares? ¿Es bueno para los pequeños y para las relaciones familiares en general, que los niños, por muy niños que aún sean, opinen y participen en las cosas de la casa y de la familia? ¿Están en su derecho? ¿Conviene que lo hagan?
Antes de entrar en materia, hay que matizar dos asuntos: uno, que opinen y participen no significa que todo el monte sea orégano, ni que viva la pepa ni que este hijo mío siempre se sale con la suya; y dos, sí, a los niños, en función de su edad, hay que darles su lugar en la casa y su sitio en la familia. Aunque sean pequeños, su opinión importa y, como padres, es fundamental que los hijos sepan que lo que ellos piensan se está teniendo en cuenta. De este modo, la convivencia y la relación familiar será mucho más agradable. Así lo considera el pediatra Jesús García Pérez, presidente de la Sociedad Española de Pediatría Social (SEPS) y con las siguientes palabras explica la importancia de que los niños sean participativos:
"Como padres y adultos, debemos estimular a los pequeños para que opinen y para que participen, del mismo modo que debemos enseñarles a aceptar lo que no les guste. Al igual que sucede en una sociedad en democracia, sucederán cosas que gusten y otras que no, pero hay que aceptarlas y respetarlas". Además, añade que es importante que los niños pregunten y sepan el porqué de las cosas: "Para que tengan su desarrollo y madurez como personas, tienen la necesidad de comprender qué es lo que pasa en su entorno, sobre todo en la primera infancia, donde los niños son muy curiosos. Los padres han de transmitir a los hijos que preguntar es un valor porque así es como verdaderamente se aprende y que esto no molesta a los adultos".
Todo lo anterior es fundamental para el aprendizaje, para que los pequeños se sientan más seguros y con más autonomía en las tareas que van realizando día a día. "Los niños a los que se les pide su opinión, sobre todo en cuestiones relacionadas con ellos mismos, se sienten escuchados y más importantes. Crecen con mayor seguridad en sí mismos. Además, si desde pequeños les damos a elegir y les dejamos que tomen pequeñas decisiones, aprenderán a pensar por sí mismos y no serán personas inseguras en el futuro", señalan Cecilia Martín y Marina García, directoras del Instituto de Psicología Psicode (Madrid). Sin embargo, aclaran que "no hay que caer en el error de delegar en ellos una toma de decisiones que verse sobre aspectos importantes que son cosas de adultos. Hay que tener en cuenta la edad de los menores y dejarles decidir en cosas de niños. Por ejemplo, decisiones relacionadas con compras materiales y actividades de ocio familiar son situaciones idóneas para implicarlos en el proceso".
Este hecho no ha pasado desapercibido para las marcas comerciales, que se han dado cuenta de que cada vez más "los niños cumplen, al menos, cinco roles de los siete clásicos del proceso de compra: iniciador, prescriptor, facilitador, aprobador y usuario. Solo se quedarían fuera decisor y cliente", afirma Mario Arqued, experto en tendencias de consumo de IPSOS España, quien además informa de que "los hogares con hijos suman el 35% del total de las familias, pero representan nada menos que el 70% del consumo general".
En las decisiones que atañen a la organización de la casa, la participación de los niños es fundamental para que se sientan a gusto en ella. Así, señala García Pérez, que los pequeños pueden expresarse sobre el color de la pintura o la colocación de los muebles, por poner algunos ejemplos, son situaciones deseables. O que pueden manifestar su opinión sobre asuntos que les atañen a ellos mismos, como su ropa y su peinado. También pueden participar en el cuidado de sus hermanos, sobre todo en los recién nacidos, y así se contribuye a proteger a los hijos sobre futuras actitudes de celos que los mayores puedan tener hacia los hermanos pequeños, los recién llegados a la familia. Si se implica a los niños en el cuidado de los bebés no los verán como un rival sino como una personita a la que tienen que ayudar y proteger.
La cuestión es que opinen, que participen, aunque la decisión final no sea de ellos. Se trata de que sientan que son partícipes de algo, que se les tiene en cuenta como personas y miembros de la familia que son. La participación, por tanto, se ha de entender "en el sentido de tomar parte y de estar presente en tal o cual cosa, y participación en el sentido de saber que las acciones de uno de uno quedan registradas", explica este pediatra. Son, en este caso, los padres los que deben facilitar a sus hijos la toma de decisiones, siempre y cuando sean sensatas. Es decir, "deben ser facilitadores, darles un espacio para que piensen y darles siempre un porqué para que ellos solos encuentren el cómo".
Este pediatra ofrece una recomendación muy útil: utilizar las reuniones familiares. De vez en cuando, de forma más o menos periódica y ya sea de manera formal o informal es bueno reunirse todos juntos y hablar de las cosas que les pasan a los hijos, por ejemplo en cuestiones de estudios o en cosas más divertidas. Una manera de proceder podría ser la siguiente: "¡Familia! Se acerca el cumpleaños de la abuela: ¿qué podemos prepararle para ese día?". Hay que organizar reuniones comunicativas, donde el protagonista sea el diálogo. Es así como el niño irá interiorizando que, al igual que las cosas de casa se exponen y se solucionan hablando, así se hace también en otros contextos de la sociedad. Y así se comportarán, además, en el futuro.
La toma de decisiones en familia es un recurso muy positivo, ya que ayuda a mejorar la comunicación, a fortalecer el vínculo afectivo y a generar un sentimiento de equipo. Es por ello que las psicólogas Martín y García concluyen lo siguiente: "Cuando hacemos partícipes a los hijos de las decisiones les estamos diciendo que les escuchamos, que les tenemos en cuenta, que su opinión es válida y respetada en la familia, y ésta es otra forma de decirles que les queremos". Y que son importantes.

¿Qué hacer ante un divorcio?

Una ruptura matrimonial -en España, según el Instituto Nacional de Estadística (INE), se producen más de 100.000 al año- es uno de los cambios más importantes que puede suceder en la vida de un niño, sobre todo si es pequeño y no tiene aún la madurez suficiente para comprender que sus padres ya no quieren estar juntos. Sin embargo, tenga la edad que tenga el pequeño, es siempre importante que se hable con él y que se le explique el porqué de la separación y que él como hijo tenga la oportunidad de expresar sus emociones, de preguntar sobre lo que le inquiete y, por supuesto, tiene derecho a que se le escuche con atención. "Aunque no sean pareja, seguirán siendo padres por lo que el asunto familiar no cesa", reflexiona Trinidad Bernal, directora de programas de mediación de la Fundación Atyme.
Es muy importante que, por el bien del niño, o de los niños, se llegue siempre a un acuerdo entre las partes: "En mediación familiar lo que hacemos es intentar que los padres lleguen a acuerdos sobre cómo seguir cuidando a los niños habiendo una clara diferencia: que no están los dos en la misma casa. Porque los niños deben seguir estando con sus padres, con ambos, es un derecho y una necesitad del menor, por ello hay que acordar de qué manera se pueden establecer las relaciones para que no afecte a la buena marcha de los pequeños", amplía Bernal.
Lo deseable cuando de procesos de divorcio se trata es que "haya siempre un intento de acuerdo hasta la extenuación", sostiene Paloma Zabalgo, abogada del despacho Paloma Zabalgo Abogados de Familia. Los pactos a los que lleguen los padres van a ser siempre beneficiosos para los niños, por tanto, "es crucial que los mayores lleguen a un acuerdo por sí mismos y, si no se puede, lo que hacemos es intentarlo a través de la medicación, y si ésta tampoco funciona, se intenta entonces, llegar a los acuerdos entre los abogados".
En caso de juicios y, por tanto, en casos en los que no haya sido posible llegar a un acuerdo entre los padres, tanto el Código Civil como la Ley de Enjuiciamiento Civil, explica Zabalgo, reconocían el derecho de los niños a ser escuchados ante el juez, siempre que fueran mayores de 12 años, según el artículo 159 del Código Civil, incluso anterior a su reforma.
En la actualidad, la nueva la Ley de Jurisdicción Voluntaria, aprobada en 2015 y vigente desde el 1 de enero de 2016, potencia aún más esta posibilidad. Además, esta ley, añade esta abogada, permite también que, ahora, los niños sean escuchados en aquellos casos en los que los progenitores no se pongan de acuerdo respecto a la patria potestad. Por ejemplo, un padre quiere cambiar al niño de colegio y el otro progenitor no quiere. En ese caso, los niños han de ser escuchados, y acudir a hablar con el juez para manifestarles su opinión. "La nueva ley recoge por tanto, lo que dice la Convención sobre los Derechos del Niño: que los niños tienen el derecho a ser oídos en aquellos procesos que les puedan afectar", afirma Zabalgo.
EL MUNDO, 11/03/2017
Imagen: El Mundo

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