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¿Por qué tenemos cosquillas los humanos y otros mamíferos?

PABLO HERREROS
Uno de los momentos más especiales que he vivido con animales fue el día que nos quedamos a solas una chimpancé llamada Gina y yo. A través de las tristes rejas de su recinto, yo le hacía cosquillas y ella se "reía" como hacen los chimpancés, con la boca abierta, inhalando y exhalando intensamente, muy excitados y transmitiendo esa felicidad contagiosa. Así nos pasábamos las horas. 
Existen dos tipos de cosquillas según la ciencia. Una es la suave, llamada knismesis. Una sensación de irritación detonada por algún movimiento suave sobre la piel. En principio, este mecanismo lo poseen muchas especies para proteger la superficie de su cuerpo. Los animales necesitan protegerse de mordidas de insectos y parásitos, ya sea rascándose o ahuyentándolos con su cola.
Ésta se trataría de una reacción primitiva que provoca picor en la piel y hace que actúes. Se desarrollaron hace millones de años en muchas especies para detectar agentes extraños en tu piel y expulsarlos. Los caballos, por ejemplo, son muy sensibles a las moscas que se posan sobre su piel y se las quitan de encima con golpes de cola. Los elefantes, con más recursos e inteligencia, también usan ramas con el mismo objetivo. 
Pero hay otras, denominadas gargalesis, que son un fenómeno que sólo se da en algunos mamíferos. Normalmente están producidas por el contacto físico con otros y se producen durante el juego entre amigos, parejas o entre una madre y su cría. En algunas partes del cuerpo, como el sobaco o las costillas, es más fácil hacerlas aflorar pero pueden provenir de casi cualquier parte del cuerpo. Lo que las distingue es que nos hacen reír a carcajadas sin control. A los gorilas o chimpancés, es muy fácil hacerlos "reír", a su manera, usando los temidos ataques de cosquillas.
A nivel del sistema nervioso, las cosquillas son tan sólo una sensación que involucra la estimulación de fibras nerviosas relacionadas con el tacto y el dolor. Pero cuando se convierten en algo social implica que hay algo más interesante bajo la alfombra. "Ya no es sólo un reflejo, sino un comportamiento social también", cree el dermatólogo Samuel Selden, quien ha estudiado el fenómeno.
Pero, ¿por qué en algún punto de la evolución las cosquillas se convirtieron en algo divertido? Los animales pueden darnos respuestas sobre de qué va ésto de las cosquillas. El psicólogo y neurocientífico Robert Provine las ha estudiado en varias especies animales y cree que se tratan del estímulo primario de la risa, es decir, su antecesor. Presentes de manera similar también en roedores, perros y elefantes, según varias investigaciones y observaciones, su origen dataría de hace más de 80 millones de años, cuando aún vivía el antecesor de todos estos animales, humanos incluidos. 
Vendrían a ser "el primer chiste de la historia", según Provine. El "¡ay que te pillo!" amenazador o el cariñoso "cuchi-cuchi" español que expresamos para jugar con nuestros bebés es una característica que grandes simios y bebés humanos comparten. Todos nosotros somos susceptibles de ser "cosquilleados", haciendo que nos partamos de risa. 
Se cree que la función de estas cosquillas sociales, ya que uno no se las puede hacer a sí mismo, es crear lazos sociales con otros miembros obteniendo placer. El primero de todos ellos, como casi siempre, es el vínculo afectivo con la madre. Pero esa felicidad que nos generan, luego la extendimos a otras relaciones sociales. Por eso, aunque algunos lo nieguen, las disfrutamos un montón.
Otra hipótesis compatible con la anterior es que, durante la infancia y adolescencia, etapa en la que algunos mamíferos se hacen más cosquillas jugando, ayudan a entrenar habilidades defensivas porque nos protegemos áreas vulnerables del cuerpo. El lenguaje corporal que se observa durante una sesión de cosquillas corresponde con posturas defensivas, lo cual es coherente con esta propuesta.
Lo que sí podemos afirmar con rotundidad es que las cosquillas son el más fantástico de los juguetes y una estrategia excelente para jugar, ya que sólo dos personas que se sientan unidas pueden hacerse cosquillas la una a la otra. Una vez más, estamos ante otro de esos mecanismos "mágicos" con el que la evolución premió las relaciones de calidad.
EL MUNDO, 27/05/2017

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