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Cómo elegir los juguetes más idóneos para niños

ISABEL SERRANO Y MARÍA RAMOS
Se acerca la noche más esperada del año por los niños. La noche de la magia y la ilusión. Todos hemos sido buenos. Los niños y los padres. Hemos soportado jornadas extenuantes y colas interminables para que tengan la consola o la muñeca de moda. La mañana del día 6 de enero les veremos felices abriendo un regalo tras otro. Pasada la euforia inicial y con el salón como un campo de batalla, algunos nos preguntamos: ¿ha sido la noche de la magia o la de los grandes almacenes? Cada vez los niños reciben más juguetes. Pero ¿es lo que realmente necesitan? Los niños aprenden jugando. A partir de los tres meses, los bebés empiezan a jugar. Nos sonríen y responden a las sonrisas. Gracias a esta relación se desarrollan como personitas. Este vínculo lúdico les sirve para crecer.
¿Has visto a esos niños de unos tres años dando vueltas sobre sí mismos como una peonza hasta que se caen de la risa? Están aprendiendo a relacionarse con su cuerpo y el mundo. El juego es su manera divertida de descubrirlo y la risa su premio por hacerlo.
Pronto empieza la fantasía y le veremos sumido en las cavilaciones de un ladrón bueno o haciendo que la muñeca entre en la casita volando por la ventana. ¿Qué le hará pensar que la realidad es así? Las posibilidades de la imaginación y su curiosidad innata desarrollan su creatividad. Pronto nos invitarán a compartir su mundo. Jugar es relacionarse para poder crear y crecer.
El juego libre, jugar consigo mismo sin demasiadas estructuras, es fundamental para que el niño pueda desarrollar la capacidad de resolución de problemas, la creatividad y la atención.

El juego de reír juntos

Tan importante como que nuestros hijos sepan jugar solos es el juego con los otros para desarrollar valores tales como la amistad y el respeto. ¡La relación es el juego! Cuando somos nosotros los que jugamos con ellos les estamos enseñando el mundo a través de la diversión y las emociones positivas. Dice Eduardo Jáuregui que los niños ríen unas 300 veces al día mientras que los adultos sólo 15. El juego es algo muy serio para ellos, riamos juntos un ratito.
Pero muchos padres tenemos la tendencia a estructurar el tiempo de los niños con extraescolares: música, inglés, deportes. Creemos que éstas tienen más importancia que jugar. Les organizamos tanto el tiempo que los niños se olvidan del juego por pura diversión.
Tenemos que ponernos a su altura e involucrarnos en su juego. Eso supone tirarnos en el suelo, comer sopa de agua y creernos que somos un pirata. Aunque sean 20 minutos antes de dormir, hay que parar las obligaciones y estar con ellos permitiendo que sean los protagonistas. Entrar en su mundo, en su lógica. Podemos aportar ideas pero sin coartar su expresividad, somos nosotros quienes nos adaptamos a su juego, no él al nuestro, como el resto del día. Otra posibilidad es que las actividades diarias se conviertan en juegos -cocinar, poner la lavadora, sacar el lavaplatos-; si lo hacemos jugando, puede ser un momento muy divertido.

Papi: 'me aburro'

Su habitación está llena de juguetes pero es posible que dentro de unos días tu hijo te sorprenda con un "me aburro". ¿Cómo es posible? Se desmotivan precisamente porque les damos demasiadas cosas y tienen demasiadas actividades. Desde pequeños, los niños juegan con cualquier cosa, con su cuerpo, un palo, un tapón. El juego siempre tiene reglas y el mismo niño se las impone -se autorregula-, para ello se requiere que el juego sea espontáneo y autónomo en un ambiente seguro. Los juguetes añaden magia y emoción al aprendizaje sobre la vida pero no hace falta que sean muy sofisticados.
Con pocos juguetes y adecuados el niño juega mejor. Al darles de más, les quitamos la necesidad de usar su imaginación y les puede afectar a la concentración. Tampoco aprenden a cuidar lo que tienen porque saben que pronto llegará uno nuevo.
Cuando vayas a elegir un regalo es muy importante conocer cuáles son las mejores habilidades del niño. El concepto básico es el del dominio. El juguete debe suponer un reto para adquirir nuevas destrezas progresivamente. Todos los niños tienen algún punto fuerte que potenciar. Los juguetes que funcionan como respuesta a su acción son los más adecuados.
Los juegos electrónicos pueden favorecer la agilidad mental, el desarrollo visual y motor y la capacidad para perseverar ante una tarea pero tienen algunas desventajas como la de desconectarles de la realidad. Al ser juegos individuales no permiten la comunicación por lo que pueden provocar un deterioro de la calidad de vida familiar. Propician también el sedentarismo. Si decidimos que ése sea su regalo debemos tener en cuenta cuál va a ser el uso que permitamos y crear unas normas en función de su edad y madurez.
Elige los juguetes respetando sus intereses, sin imponer nuestros criterios. Proporciona espacios adecuados en los que jugar, son tan importantes como los lugares donde estudian. Ofrece desafíos a los hijos con actividades cada vez más complejas. Y diversifica el ocio para que crezca: deportes, actividades al aire libre o artísticas.
Tampoco conviene dejarse llevar por las modas; hay que ver los juegos como un medio de convivencia familiar y debes animar a los niños a jugar solos. Aún así, de vez en cuando, saca a tu niño interior y disfruta jugando con los más pequeños.

María Ramos Navarro es psicóloga e Isabel Serrano Rosa es directora de www.enpositivosi.com
EL MUNDO, Martes 5 de enero de 2016

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